Estamos ante la película con mayor presupuesto inicial de la Warner Bross en 1954. Sin embargo el tío Jack (Warner) llegó con las tijeras podaderas de la rebaja y de esa forma el color se quedó tan solo en el rojo del titulo inicial y el 3D presupuestado se volvió tan plano como el encefalograma del directivo. Así, hoy hablamos de un film serie B, con las excelencias de la serie B, es decir, bueno, bonito y barato.
Hacía mucho tiempo que no me encontraba con un film con tanta unanimidad positiva en cuanto a las críticas especializadas. Quede entendido que esta unanimidad no condiciona mi crítica y que no es la primera vez que he visto negro donde todos ven blanco, lo que demuestra irrefutablemente mis carencias. Pero así lo he dicho y las he visto de todos los colores. No es este el caso. Me sumo a las críticas favorables a un magnífico trabajo de Gordon Douglas, director de quien tengo algunas revisiones más en cartera y que pone en aquellos años 50 de la postwar, el dedo en la llaga de la preocupación social por las imprevisibles consecuencias que tendría para la humanidad la trasgresión científica de unas ciertas "leyes naturales".
Probablemente en la medida que esta preocupación sigue vigente en nuestros días, la película, aunque superada en espectacularidad de efectos, no ha envejecido, ni bien ni mal. Tiene plena vigencia. Las mutaciones genéticas y, sobre todo, los efectos de la radioactividad siguen siendo noticias de portada. Las secuelas de Hiroshima y Nagasaki siguen impactando por mucho que el ministro Fraga se bañase en Palomares para demostrarnos que las bombas caídas y pasadas por agua eran inocuas. Menos mal que los chanquetes no mutaron como las hormigas que si no, vaya usted a saber si hasta la política española actual se hubiese resentido.
En el plano fílmico, la película viene a ser una mezcla de cine policiaco con dosis de suspense, no demasiado abundantes al saberse desde los carteles anunciadores que las hormiguitas tienen arte y parte en esto, y de cine de ciencia ficción. Pero no una ciencia ficción de las de risa sino de las preocupantes. Todo bien aderezado con unas interpretaciones medidas y bien orquestadas de actores poco o casi nada conocidos. Entre los poco conocidos pero excelentes, James Whitmore y Edmund Gwenn. Si se es un cinéfilo de pro tal vez nos suene James Arness. Y, por descontado no hay que olvidarse de las grandiosas actrices, es decir las hormigas que si bien dejan traslucir algún viejo truco que otro, resultan perdonables, que no estaban los tiempos para efectos de ordenador y otras zarandajas, por lo que había que conformarse con maquetas y algún que otro gigante/cabezudo salvado de cremás falleras o similar.
Como podrán ver, y les recomiendo encarecidamente que la vean, la cosa tiene el encanto de los imperfectos pero artesanales botijos más que los perfectos y hechos en serie en cadenas de producción informatizadas.
Hacía mucho tiempo que no me encontraba con un film con tanta unanimidad positiva en cuanto a las críticas especializadas. Quede entendido que esta unanimidad no condiciona mi crítica y que no es la primera vez que he visto negro donde todos ven blanco, lo que demuestra irrefutablemente mis carencias. Pero así lo he dicho y las he visto de todos los colores. No es este el caso. Me sumo a las críticas favorables a un magnífico trabajo de Gordon Douglas, director de quien tengo algunas revisiones más en cartera y que pone en aquellos años 50 de la postwar, el dedo en la llaga de la preocupación social por las imprevisibles consecuencias que tendría para la humanidad la trasgresión científica de unas ciertas "leyes naturales".
Probablemente en la medida que esta preocupación sigue vigente en nuestros días, la película, aunque superada en espectacularidad de efectos, no ha envejecido, ni bien ni mal. Tiene plena vigencia. Las mutaciones genéticas y, sobre todo, los efectos de la radioactividad siguen siendo noticias de portada. Las secuelas de Hiroshima y Nagasaki siguen impactando por mucho que el ministro Fraga se bañase en Palomares para demostrarnos que las bombas caídas y pasadas por agua eran inocuas. Menos mal que los chanquetes no mutaron como las hormigas que si no, vaya usted a saber si hasta la política española actual se hubiese resentido.
En el plano fílmico, la película viene a ser una mezcla de cine policiaco con dosis de suspense, no demasiado abundantes al saberse desde los carteles anunciadores que las hormiguitas tienen arte y parte en esto, y de cine de ciencia ficción. Pero no una ciencia ficción de las de risa sino de las preocupantes. Todo bien aderezado con unas interpretaciones medidas y bien orquestadas de actores poco o casi nada conocidos. Entre los poco conocidos pero excelentes, James Whitmore y Edmund Gwenn. Si se es un cinéfilo de pro tal vez nos suene James Arness. Y, por descontado no hay que olvidarse de las grandiosas actrices, es decir las hormigas que si bien dejan traslucir algún viejo truco que otro, resultan perdonables, que no estaban los tiempos para efectos de ordenador y otras zarandajas, por lo que había que conformarse con maquetas y algún que otro gigante/cabezudo salvado de cremás falleras o similar.
Como podrán ver, y les recomiendo encarecidamente que la vean, la cosa tiene el encanto de los imperfectos pero artesanales botijos más que los perfectos y hechos en serie en cadenas de producción informatizadas.
O algo así.
2 comentarios:
¡Qué bien sabían vender las pelis!¡Cómo te emocionabas en la silla cuando veías aparecer las palabras terror, misterio, suspense...!
Esta peli es una pasada. La he visto varias veces y aunque las hormiguitas no dan el pego del todo, la intención y la amenaza está absolutamente vigente al día de hoy (cincuenta años despues). En fin gocemos y bebamos hoy que mañana no sabemos lo que algunos políticos nos tendrán preparado.
Un abrazote.
Vaya, parece que a los dos nos ha dado hoy por los animalillos peligrosos, ¿eh?. Menuda película. Genial e incombustible donde las haya. Todo un clásico que no envejece mal.
Saludos
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