Retorno al abismo. El título español suscita algunas dudas interpretativas pues bien puede tratarse de un abismo personal íntimo y psicológico o también podemos estar hablando de un abismo en el sentido real. Es decir, de un precipicio o de una sima. Vista la película le encontramos pleno sentido al título que, evidentemente, no voy a desvelar aquí. Lo que si estoy autorizado a decirles es que estamos ante un insulso trabajo de Alexis Smith, lo cual no es noticia, un buen trabajo de Humphrey Bogart (no tan íntegro ni tan de vuelta de todo como en la mayoría de sus interpretaciones) y una excepcional interpretación de Sydney Greenstreet (el hombre gordo de El Halcón Maltés)que, llena la pantalla más por su profesionalidad que por su figura, lo cual significa mucho, muchísimo.
En la silla del director, Curtis Bernhadt, de quien tengo revisada La Bella del Pacífico con una Margarita (se llama mi amor) Cansino (léase Rita Hayworth) como Sadie Thompson encandilando a la tropa del pacífico y destrozando votos misioneros. Aquí, el trabajo de Curtis es bueno pero se nota un plus, un diferencial, y ese no es otro que la presencia al guión de quien es tal vez el mago del cine negro (Siodmak) quien da a la película un tinte de claroscuros reales y especialmente psicológicos, hasta el punto que no me atrevería a decir que estamos ante un puro film noir sino mas bien ante un film negro-psicológico. .
Porque, miren Vds, tenemos Planteamiento, Nudo y Desenlace. El Planteamiento es negro, como el betún negro (que ya no se si lo hay de todos los colores). Marido amargado de mujer amargante desvía inadecuadamente la mirada hacia ramas colaterales de la familia. Accidente in itinere. Tiempo para pensar, urdir y tramar. Tentaciones. Maquinaciones. Elucubraciones. Y todos los “ciones” que ustedes quieran. Encendido y puesta en marcha… El lugar adecuado, el momento adecuado y... como en la canción, “y llegó la policía y ¿apresarán al maton?”… That is the question.
El Nudo: Recordando a Hitchcock, la sombra de una duda. Un entramado envolvente y asfixiante psicológicamente donde parece flotar en el aire aquella canción de Peret y sus gitanos: “ Y no estaba muerto no no…”. Y hasta Bogart que no cree en brujas parece decir…”pero haberlas háilas”. Y como estamos ante un Nudo gordiano psicológico pues no puede faltar el gordo psicólogo Sydney G. (maravilloso como casi absolutamente siempre).Aquí el cine es menos negro en la medida que se avanza en una espiral de desconciertos psiquiátricos mas que lograda.
Y llegamos a El Desenlace. Seguro que más de uno exclamará ¡Ah, ya lo sabía yo!. Bueno, como la cosa va de fantasmas, pues uno más.
No seré yo quien les quite la curiosidad. Véanla. No es el mejor trabajo de Bogart ni tampoco el de Siodmak, pero se pasa bien.
Realizada inmediatamente después de Las uvas de la ira y justo antes de ¡Qué verde era mi valle!, La ruta del tabaco comparte con ellas, temas como la familia, la depresión y la supervivencia. Ambientada en un medio rural en otros tiempos rico gracias al cultivo del algodón, la película nos muestra la cara más dura una sociedad en crisis donde los bancos se hacen con la propiedad de la tierra obligando al duro desalojo de los colonos.
Sin embargo, John Ford cambia la fuerza y el coraje de Tom Joad y su familia (Las uvas de la ira) por la imaginación y la picardía de Jeeter Lester, un tanto en esa vía de "buscarse la vida" que tan bien retrató Quevedo con su Buscón, si bien algunos siglos después. Es un símil muy traído por los pelos, dado que el pícaro nacional no es una figura exportable, pero sirve para ubicar la temática de un film ¿menor? que Ford realiza en clave de ese tipo de humor que asoma penas detrás de las sonrisas. Un humor que se sostiene sobre personajes exagerados y rozando lo grotesco, que, a diferencia de la familia Joad, se aferran a un terruño tan ancestral como improductivo, donde un nabo es un tesoro capaz de hacer arrastrarse por los suelos a una Gene Tierney tan primeriza como hermosa y donde un coche es apenas un objeto de intercambio y a la baja.
El contraste entre lo burlesco y la cruda realidad de la depresión en el medio rural restó aceptación a la película en una época en la que el cine "debía" vender optimismo y actitudes emprendedoras y no abulias, perezas y delincuencias por muy pequeñas que fuesen. Tal vez las críticas no fueron demasiado hirientes por tratarse de John Ford, pero no gustó su retrato social pesimista.
Vista desde la distancia que dan los años y una cultura muy distinta, el film presenta sus atractivos. Personajes cuasi imposibles, diálogos humorísticamente depresivos y el retrato deformado de un tiempo y un en lugar, la hermana Bessie, su herencia y sus himnos ¡Aleluya!, El chillón hijo bobo y sus bocinas, la silenciosa, sucia y enamorada hija, el yerno y sus principios machistas seculares, la madre y su algo de cordura, y el buscón Don Pablos, digo Don Jeeter Lester, genio y figura.
¡Aleluya! Hermana Bessie ¡Aleluya!
Más de cien años de cine dan para mucho. Incluso para desconocer a actores y actrices que llegaron a estar en la cúspide del arte fílmico. Es el caso de Alla Nazimova (conocida simplemente por Nazimova) considerada una de las mejores actrices mundiales allá por los albores del s. XX. Procedente del teatro y estrella en Moscú, desembarca en Broadway de la mano de Henry Miller y tras sus primeros pasos en el cine mudo, como actriz, productora, guionista e incluso directora, se gana una popularidad y un caché por encima incluso de la afamada Mary Pickford.
Evidentemente, desde entonces ha llovido mucho y con las lluvias vinieron los cambios, el cine sonoro, el cine en color, el cinemascope y tantos otros, pero figuras como ésta estuvieron ahí, justo en los orígenes, como pioneros de algo que nacía y que tal vez nadie imaginaba entonces que llegaría hasta donde ha llegado. Y en ese archivo histórico hay que subrayar los nombres de figuras como Nazimova.
Reconozco que no me muevo demasiado bien entre las bambalinas del cine silencioso. Repaso los títulos de producciones de aquellos "violentos años 20" y solo alcanzo a reconocer algunas de ellas, más que nada por estar basadas en novelas de gran calado literario. Hablo de La casa de muñecas, La dama de las camelias o esta Salomé cuyos fundamentos se encuentran en el trabajo literaria de Oscar Wilde. No obstante, es un cine que me resulta atractivo en la medida que me traslada históricamente a otro tiempo y a otras formas de entender la comunicación con el espectador en las que no se busca tanto el lenguaje conciso, breve y directo, como apresurado, sino el lenguaje imaginativo, dando prioridad a las manifestaciones artísticas, entre las que incluimos la danza, la mímica, la pantomima o incluso decorados que pueden calificarse de auténticas obras de arte.
Sea porque el cine actual nos ve más como engullidores de palomitas que como gourmets cinematográficos o porque el cine, en sus inicios, era más experimental y más artístico, en consonancia con el papel del arte en la sociedad, el caso es que visionar películas de los 20 significa una búsqueda de calidades perdidas. No estoy diciendo que el cine actual carezca de calidad. No. Pero es una calidad distinta sujeta a cánones y a normas. El expresionismo alemán significaba la búsqueda de nuevas vías expresivas, igual que sucedía en las artes plásticas de principios del siglo XX.
Salomé, dirigida según créditos por Charles Bryant, marido "nominal no más" de una Nazimova reconocida lesbiana confesa, realmente fue dirigida por la actriz. Y si acaso se aventuran a verla, les prevengo de una cierta laxitud fílmica que permite recrearse en gestos, decorados, velos, pantomimas, apreciando lo que les decía, unas connotaciones artísticas más que notables, estilo art-decò, pero rayanas en la hiperlentitud y la somnolencia. De hecho el film tiene su interés pero la taquilla, en su día, no premió como otras veces el trabajo de una diva por la que me picó el gusanillo y de la que trataré de recuperar algún que otro, osado o no, trabajo suyo.
La ficción histórica es admisible en cine. Las reglas del juego cinematográfico permiten inexactitudes que en foros más ortodoxos serían inaceptables. Todo, o casi todo, vale en el “entertainment” del espectador desde la loca historia del mundo a la de las galaxias pasando por un par de galos destrozando la nariz de la esfinge. Pero no divaguemos. Atentados contra el fuhrer los hubieron pero motivados por retos personales cinegéticos, la verdad es que va a ser que no. Ello no es obstáculo para que Fritz Lang, en pleno meollo conflictivo mundial, nos regale este espléndido trabajo al más puro estilo expresionista languiano donde, agarrándose a un “qué hubiese pasado…” construye un film antinazi destapando las vergüenzas y las crueldades de quienes pretendían construir un mundo nuevo (y no es una canción de Karina) derruyendo primero el anterior simplemente porque no les gustaba.
Y Lang lo hace bien, siendo él mismo, filmando a la tortura entre sombras y al torturador a plena luz, haciendo de las lámparas apagadas mudos testigos de cómo acecha la noche a través de los visillos, jugando con los enfoques, las posiciones de cámara y las oscuridades tanto reales como íntimas y personales. Cuenta para ello con unos actores de nota: Walter Pidgeon, John Carradine y muy especialmente ese George Sanders que parece estar diciendo “Espejito, espejito ¿Hay alguien más elegante que yo? “. Sanders, maléfico y gentleman. Sanders creíble como el nazi del monóculo. ¿Lo copiaría de Lang? ¿O fue a la inversa? ¡Ah! y también Joan Bennet menos perversa o nada perversa. Buena chica. Trabajadora (de noche) y buenaza de día. Puro sacrificio. Memorable despedida. Sin embargo, estamos ante una historia de amor sin futuro y con final totalmente previsible. La Bennet da mucho más juego. Da incluso para descoyuntarse, vuelta de espaldas, de la ingenuidad del macho senil. Aquí le falta personaje.
La música se inserta de forma magistral e inteligente en el tempo de la acción consiguiendo ser esa compañera invisible del espectador que refuerza tensiones y acorta esperas. Alemania en el objetivo del cazador y Alemania en el objetivo del director. Lo mismo que en Los verdugos también mueren, aunque, para mi, la película sobre el prefecto nazi en Praga es francamente superior. A ésta le falta algo de consistencia. Lo de los “retos deportivos” o incluso esa búsqueda de las verdaderas motivaciones personales, incluido lanzamiento en paracaídas para finiquitar lo empezado, no se sostienen demasiado bien e impiden que esta obra del Lang más Lang, alcance la maestría de otros trabajos suyos, aunque le falte eso, casi ná…
Fue bastante notable y productiva la apuesta que hizo la Universal por el género del terror en los años 30 y 40. Títulos míticos como La momia (1932), Drácula (Tod Browning -1931) o El hombre lobo (1941). Siguiendo esa línea, en 1943, los estudios producen El hijo de Drácula, dirigida por Robert Siodmak quien a finales de los 30 cogió sus maletas europeas para descargarlas en los Estados Unidos de América, circunstancia que supuso un salto cualitativo en la carrera de quien se convertiría en uno de los reyes del cine negro USA. Sin embargo esta incursión en el cine de terror no responde, para quienes seguimos con interés su filmografía, a lo que, a priori, podía esperarse.
Pero hay una cosa que se llama justicia y un buen propósito es intentar ser justo. Y no hay que cargar las tintas en un director que a las limitaciones del film le saca un provecho óptimo. Pero... ¡Houston, tenemos un problema!. El hijo de Drácula no aparece por ninguna parte. Aquí el único hijo es Lon Chaney Jr., hijo del mítico "hombre de las mil caras" quien en el 41 trabajó en El hombre lobo pero que aquí está totalmente fuera de lugar como Drácula turista y un tanto embrutecido, que prefiere un empellón bien dado antes que tediosas sesiones hipnótico-espiritistas. Un Drácula que, por jugar al despiste o como premonición de El código da Vinci, trueca su apellido por Alucard y que además, rizando el rizo, acude junto con su prometida y aspirante a vampiresa, a un juez de paz para contraer matrimonio por lo legal. Y me pregunto yo ¿Compraría y rellenaría la correspondiente licencia o dejaría que su "fianceé" corriese con las molestias y los gastos?.
Ya sabemos que en las películas de Drácula, el terror, como el valor en la "mili", se supone, pero un mínimo de seriedad es exigible. Y aunque la mano de Siodmak se deja notar en la fotografía y en algunos efectos especiales, tales como la transformación de murciélago en "no muerto", los guionistas no parece que se tomaran la cosa con demasiada seriedad. Las películas de terror se vendían, al parecer, como rosquillas. ¿Para qué esforzarse?. ¿Para que estrujarse las meninges? Con un Drácula deseoso de cambiar su aburrida Transilvania por el nuevo espíritu americano (léase blood) y arrastrando baúles dormitorio cargados de tierra, por aquello de la morriña, ya tenemos argumento.
En resumen, ahora que estamos en fechas falleras, tan solo indultamos a Siodmak, el resto " a la cremá"...
Las diferencias entre el cine de aventuras y un documental del canal Historia son tan evidentes que no quiero ocupar un tiempo precioso, para mí y para ustedes, explicándolas. Saco esto a colación por algún comentario critico respecto a esas clases magistrales de esgrima capaces de convertir al más torpe de los espadachines en un aspirante a campeón de florete. La cosa,es cierto, recuerda a esos manuales tipo “Aprenda esgrima en diez lecciones”, pero lo mismo que fútbol es fútbol (Boskov dixit), cine es cine y además, en el género aventurero encajan muy bien todas las incongruencias espacio-tiempo, al servicio del divertimento que es de lo que se trata.
Y lo mismo que la comedia dell´arte juega impunemente con los absurdos, haciendo que las farolas se doblen a voluntad o los estacazos sean tracas verbeneras, Scaramouche juega con el espectador para, alejándole de las lógicas cartesianas, simplemente entretenerle y divertirle, aunque muchos hechos no resistan un examen riguroso ni se sometan a la ley de las probabilidades. ¿Se lo pasó usted bien? Pues ya está. Eso es todo lo que cuenta. No le dé más vueltas. No todo han de ser dramas, thriller o películas que te atornillan sin piedad a la butaca. Hay un cine de evasión precisamente para eso, para evadirnos por unos minutos de una realidad a la que luego volvemos, volvemos y volvemos... Y en esa evasión están Los tres mosqueteros, El capitán Trueno o el propio Scaramouche. ¡Viajemos al sabor de la aventura!
Dirigida por un George Sidney quién ya se había atrevido con la obra de Dumas la película es un excelente exponente del subgénero de "capa y espada" con uno de los actores más aventureros que en el cine han sido, Stewart Granger, recordemos El Prisionero de Zenda, Salomé, Las minas del Rey Salomón o Todos los hermanos eran valientes. Se ha dicho que a Granger le falta ese tono burlesco necesario para dar el verdadero matiz al personaje de Scaramouche. Tal vez. Pero les aseguro que lo hace bien y que su interpretación es creíble y meritoria. A su lado Mel Ferrer, casi perfecto en su papel de infame y "chapeau" su manejo de la espada (tanto si es propio como si es doblado). De ellas, me quedo con la exuberancia de Eleanor Parker antes que con la porcelana de Janet Leigh, aunque ninguna desmerece.
Si, ya sé que es de las típicas películas de sábado por la tarde, en la sobremesa. Ya. Pero eso no la hace necesariamente mala. Quienes sustentan sus críticas en este tipo de cosas lo que en realidad están manifestando es su incapacidad para valorar el cine por el cine, por lo que ofrecían y por lo que aún ofrecen. Y Scaramouche ofrece evasión, acción, aventura, romance y calidad, sea en la sobremesa del sábado o en ¡Qué grande es el cine!.
Para muchos, Anastasia será siempre aquella película de la factoría Disney (donde dije Disney digo FOX) que vieron de niños y quizás para algunos otros sea el nombre de una leyenda. Pero también es el título de esta película de Litvak que, adaptando un trabajo teatral de Marcelle Maurette trata de acercar al gran público la figura de Anna Koreff, presunta,con muchos interrogantes, Anastasia, heredera de la fortuna del imperio Romanov.
Litvak es un director excelente que por sus orígenes había bebido de las mismas fuentes de que se nutría su historia y que conduce el film por la estrecha línea de lo posible pero dejando en todo momento esa sensación de duda razonable. En ese sentido, Litvak se ajustó a unos hechos ocurridos en unos años donde las pruebas de ADN o la modificación evolutiva de los rasgos por ordenador ni siquiera entraban en el terreno de las palabras comprensibles. Es por ello que su película juega con los espectadores al "quien es quien" meciéndonos entre el tal vez si y el tal vez no al son de la excelente partitura de Alfred Newman Y, precisamente por la misma razón tampoco ofrece conclusiones dejando que seamos nosotros quienes elijamos el final de la historia.
Estamos ante una obra interesante que sabe retratar con una creíble fidelidad la magnificencia decadente de la aristocracia rusa en el exilio parisino y danés así como sus todavía intactas esperanzas de recuperar los paraísos perdidos a manos de un pueblo, el ruso, harto de hambres y miserias. Y Litvak es un excelente retratista que sabe utilizar de forma conjuntadamente perfecta color y decorados. Pero todo ello, historia, color, música y decorados se hubiese quedado en simple bisutería sin ella, sin una Ingrid Bergman regresando de su exilio italiano y europeo para enfrentarse a la misma sociedad enfermizamente puritana que le volvió la espalda cuando abandonó los Estados Unidos para unirse extramaritalmente a Rossellini y que ahora, auspiciada por David O. Selznick´s la otorga el máximo galardón cinematográfico por su trabajo.
Junto a ella, actores de la talla de Yul Brynner, Helen Hayes o Akim Tamiroff. Excelentes, especialmente los dos primeros. Claro que la actuación de Ingrid Bergman tiene mucho de eclipse por lo que hace al resto del reparto. Eclipse que sin embargo no impide admirar un buen trabajo cinematográfico de un director del que ya hablé bien en La noche de los generales o en Voces de muerte y que sale reforzado de esta empresa.
Francamente interesante y recomendable .
Furia, de Fritz Lang es, por encima de todo una historia real. No busquen el cartel de "todo parecido con personas vivas o muertas es puramente accidental" porque haberlo no háilo. Este es el supremo valor de la película y el que obliga a una reflexión sobre la ira, la venganza, el tomarse la justicia por su mano, la rebelión de las masas, la voluntad del pueblo soberano y esas cosas.
Y no creo que haya nadie que se aventure a decir que son temas pasados de moda ni que el racismo, la xenofobia y los linchamientos son temas exclusivos de "burning" Missisipi o de Matar a un ruiseñor. Probablemente, si eso sucediese, sería debido a tener las ventanas excesivamente bajadas, el televisor perpetuamente en el canal Disney y roto el mando a distancia. La actualidad se llama Marta y es evidente para todo aquel que le quede alguno de los cinco sentidos en estado de alerta.
El secuestro y posterior asesinato con solo 19 meses del bebe de Lindbergh en 1932 convirtió a su autor (Bruno Hauptmann) en el hombre más odiado de América y en 1933 el secuestro en San José (California) de Brooke Hart con linchamiento de dos de sus autores por la multitud (hechos en los que se inspira el film) eran acontecimientos recientes que estaban en la memoria colectiva y que un Fritz Lang recién llegado a América tuvo el valor y la osadía de recoger y plasmar en imágenes donde se olvida un tanto de aquellas Metropolis que se había traído en la maleta para ofrecernos crudas realidades, tan crudas como era posible en el 36 donde muchos temas eran tabú o eran altamente desaconsejables y perniciosos para la protegida salud mental de la ciudadanía.
La venganza es uno de los temas insignia de Lang. Recordemos Los verdugos también mueren o la misma Perversidad. Sin embargo aquí la venganza se sirve de la manera desaconsejada, es decir con una plebe al punto de ebullición desbordada bajo los estímulos de estruendosas arengas en las que la verdad se esconde debajo de los gritos. En las películas que he citado, nosotros los espectadores nos convertimos en cómplices apoyando las furias personales incontenidas. Aquí somos críticos, aunque a decir verdad lo tenemos muy fácil sabedores de la absoluta inocencia del linchado.
Es una gran película de Lang, sin duda, en el fondo y en la forma, donde el gran director alemán expone al mundo libre sus valores cinematográficos arrancados al opresor alemán. Sin embargo ni el expresionismo ni sus claroscuros ni sus travelings de cámara pueden con la fuerza de una historia, por la que estuvo nominado a los premios de la Academia, que confirmó la buena trayectoria de Tracy con la MGM despues de sus años “grises” con la Fox y que hizo al público fijarse en una Sylvia Sidney cuya participación fue una apuesta total del propio Lang con quien - buena prueba del trabajo bien hecho- volvería a participar en Solo se vive una vez y en Tu y yo.
Absolutamente imprescindible.
La singularidad de un caso, el 880, al que no pudo darse solución durante muchísimos años por los todopoderosos agentes del Tesoro norteamericano, resultaba, a priori, un argumento lo suficientemente interesante como para intrigarnos y captar nuestra atención. Y realmente la película consigue gran parte de lo que pretende, pero no tanto por la vía de una intriga prácticamente inexistente sino por la vía de la sencillez, donde un personaje (Skipper) de tan entrañable como resulta se nos hace increíble y donde la justicia levanta su aparente venda para impartirse con los ojos bien abiertos.
Edmund Gwenn es aquel actor con el que, muchos, hemos compartido año tras año las recogidas tardes de la Semana Santa, cuando el turismo ni siquiera era un gran invento y donde Calabuch de Berlanga compartía carta de ajuste con Ben Hur o Marcelino Pan y Vino. Pero Gween es mucho más, una carrera fundamentalmente como actor de reparto, con títulos ilustres al lado de directores míticos. Ahí quedaron para darles un repaso La gran aventura de Silvia de Cukor, Enviado Especial de Hitchcock o Vida con mi padre de Curtiz. Un actor a repasar y a recuperar al que esos tejemanejes de las productoras situaron aquí por debajo, en los títulos de crédito, de Burt Lancaster y Dorothy McGuire y que sin quitarle méritos a estos podría perfectamente haberlos desbancado del escalafón.
Burt Lancaster no parece encajar demasiado bien en papeles cuyo nivel de trascendencia no ande muy por encima de la comedia moralizante, como es el caso. Da más el perfil de hombre duro, curtido por los golpes o por la propia vida, caso de Novecento de Bertolucci, de El Gatopardo de Visconti o incluso de Atlantic City de Maille. Claro que eran papeles de una madurez algo tardía. Pero incluso en sus años jóvenes le sentaban mejor los roles de duro (Forajidos o El abrazo de la Muerte, de Siodmak). Se que su filmografía es rica en todos los géneros, pero el Lancaster cómico, pues… va a ser que no.
Por su parte, Dorothy McGuire sigue dejándonos buenas vibraciones como ya lo hizo en La Gran Prueba o especialmente en Lazos Humanos. Gran actriz esta Dorothy.
En resumen, comedia moralizante que consigue lo que pretende, es decir entretenernos y que por encima de todas las cosas despierta el gusanillo de conocer la obra fílmica de un actor como Gwenn que consiguió el Globo de Oro por este trabajo y de quien urge su recuperación inmediata.
Entre la galardonadísima De aquí a la eternidad (Zinnemann-1953) y la notable El hombre del brazo de oro (Premminger -1955), Sinatra rueda Suddenly en 1954 a las órdenes de Lewis Allen, director inglés no demasiado conocido y que desde luego no pasará a la historia del cine por esta De repente, que, haciendo honor a su nombre, se rodó en apenas cuatro semanas y con un presupuesto no demasiado boyante, dado el tufillo a serie B que desprende. No a serie B de las buenas, que haberlas háilas, sino a serie B con B de "búscate si puedes algo mejor" que también las hay en la viña del señor Lumière.
Y eso que el señor Frank Sinatra consigue sacarle partido a su papel de matón sueldo con psicosis incorporada a quien se le ha encomendado una asesinato de alto standing. Sin ser demasiado exigentes, le saca cierto jugo, si señor. Por encima de un Sterling Hayden en su papel de sheriff bueno que no acaba de despuntar demasiado y que en mi opinión anda a años luz de aquel Johnny Clay de la genial Atraco Perfecto de Kubrick (1956). Y por contar, también contamos con un secundario de lujo como es James Gleason quien le roba más de una escena al superstar Sinatra.
La cosa recuerda un tanto a aquellas Horas desesperadas de William Wyler, curiosamente de un año después (1955) - tal vez hubiese debido decirlo al revés, ya me entienden, que al Cesar lo que es del Cesar - con Bogart de invitado poco recomendable haciendo tiempo y Fredric March de propietario en apuros. Claro que, para ser absolutamente sinceros, la idea original procedía de una obra teatral de Broadway que Wyler llevó a la gran pantalla con una mayor teatralidad de la debida pero sobre todo con grandes dosis de suspense, suspense que en Suddenly es una palabra prácticamente desconocida.
Cuando hay imaginación e ideas, el presupuesto no es un elemento absolutamente condicionante para el éxito de un film. Cuando no hay ni una cosa ni la otra, apaga y vámonos. Lo dicho, para muy incondicionales de Frank Sinatra, y si a pesar de todo deciden verla, deténganse también en el trabajo de James Gleason. Al menos les valdrá para algo.
Año 2009. No podemos disimular nuestro desconcierto ante las técnicas de traducción utilizadas allá por 1945:
"While the entire world watched the early success of the German "Mein Kampf", ....."
"Mientras el mundo entero contemplaba el éxito de la obra alemana ..." (sin citar para nada Mein Kampf)
Porque, a servidor, no le parece lo mismo el éxito de la "obra alemana" (dicho así) al supuesto éxito de Mein Kampf ni le parece lo mismo escribir un libro de ideales a exterminar judíos, eslavos y otras razas "no deseadas".
Pero como aquí no venimos a hablar de libros y esto no es Negro sobre Blanco pues vamos al cine que es lo que nos gusta. Y hay que decir que Sangre sobre el sol (título tan delicadamente respetuoso con los nipones que acaba siendo ininteligible salvo si el sol es el naciente y la sangre la de los asesinados por hacer peligrar el plan Tanaka) es una película entretenida con un Cagney que deja su sello en todas las películas en las que actúa y una Silvia Sidney que da el pego como Matahari oriental, aunque para ser totalmente sinceros la mayoría dan el pego, bajo unas cuantas capas de maquillaje y tras someterse a unas cuantas sesiones de estiramientos faciales y del borde del ojo.
Los tiempos no estaban para desplazarse al lejano Oriente a cuatro meses vista del Enola Gay. Así que, con un presupuesto más que justo, construyeron unos decorados muy apañaditos en Hollywood, le dieron unas cuantas clases de karate al amigo Cagney y ya está. Menos mal que la historia tiene su gancho lo que, junto a su interés histórico, consigue entretenernos y hasta, con cierta generosidad, calificar la película de interesante, aunque les anticipo que ver a Cagney en plan "hormiga atómica" (con mis "honolables" respetos) vapuleando a un nipón tres veces más grande nos hace pensar que estamos ante una comedia tipo Keaton más que ante un film noir - aventurero.
Pecata minuta. La película deja un sabor de boca interesante a pesar de los pesares. La música de Miklos Rozsa es un punto a favor, la fotografía otro, las luces y las sombras entre sampanes, bien, los actores también, justificando que la película ganase el Oscar a la mejor dirección artística.
Probablemente porque esperaba poco de ella me resultó entretenida. Sorpresa, sorpresa.
Posada Jamaica, acantilados de Cornwall, naufragios asegurados. Inapropiada para señoritas y gentes de buen vivir. Interesados, presentar curriculum con relación de fechorías, saqueos, asesinatos, linchamientos y otras actividades productivas de este jaez.
Siglo XIX. La Inglaterra oscura donde la opulencia cohabita con la miseria y la desesperación. Una Inglaterra con el sabor de la miseria en las gargantas esperando que el mar, en su inhumana generosidad, arrastre hasta las agrestes costas el fruto mutilado a las vidas humanas. Y Hitchcock, el maestro, el mago, filmando el propio y genuino sabor de la aventura victoriana, redescubriendo la patente de corso y la expoliación, perfilando caracteres con la habilidad de los elegidos para la gloria, el cochero, el pánico, la mujer, la sumisión, la sobrina, la esquiva justicia, el aristócrata, la doblez, el mayordomo, lo que queda del día, tras siglos de agachar la cabeza.
Pero, ¿Qué sería de los personajes sin esos actores que los dotan de entidad corpórea? Y llegados a este punto hay que hablar de Charles Laughton. Y en estos tiempos donde tendemos a clasificarlo todo, se me ocurre la siguiente clasificación:
Películas en las que Laughton ha actuado de forma absolutamente magistral.
Películas en las que Laughton no ha intervenido
Esta clasificación resume y compendia otras muchas que podamos hacer. Por ejemplo, podemos entretenernos en repasar aquellos film donde el genio de Laughton tiene que atravesar más o menos capas de maquillaje y efectos especiales. Léase Esmeralda la Zíngara de Dieterle o esta misma, con inclusión de cejas imposibles, o aquellos otros donde está más a flor de piel. Pero su talento es incontestable. Queremos caldo y que nos den cuantas tazas mejor.
A su lado Maureen O,Hara me ha parecido una grandísima actriz. En el film de William Dieterle volvieron a formar tandem aunque Maureen, estando bien, me resultó menos convincente. La mano de Hitchcock arranca excelentes momentos interpretativos de ellos dos y del resto del conjunto de actores, arropándolos con un juego de claroscuros, de luces y sombras y de romanticismos fotográficos made in Britain. Su última película antes de su excelsa etapa americana fue algo así como un Bye Bye Love que puede defraudar si la comparamos con sus Star Movies, léase Psicosis, Rebeca o Con la muerte en los talones pero que si conseguimos abstraernos de estas referencias inevitables cuando se habla del gran cineasta británico, seguro que disfrutamos con títulos como éste.
Un hombre gordo, Peter Lorre, Bogart y Huston. No. No estamos ante El Halcón Maltés. Lo siento, I,m sorry, Nada más lejos de la realidad. La burla del diablo es eso. Una burla a los sufridos espectadores. Aunque, como suele suceder y dado que hay gente para todo, algunos encuentran cultos y genialidades. A decir verdad la única frase genial la pronuncia Jennifer Jones cuando se extraña del comportamiento de cuatro turistas: " Están desesperados. Ni uno solo ha mirado mis piernas". A esto se llama psicología, si señor.
Hombre, siempre se puede rescatar algo, aunque haya que echarle generosidad y arrestos. Así Peter Lorre cumple y su definición del tiempo también se salva de la quema. El hombre gordo Robert Morley es, con diferencia, el mejor, en su papel de delincuente, aunque sus caminatas a paso ligero al son de cancioncillas marisoleras son de un patético de hacérselo mirar. Bogart, quien por cierto sufrió un accidente de automóvil durante el rodaje que le afectó al habla (hubo de ser doblado en algunas escenas por Peter Sellers) sigue su propia línea Bogart, ya saben la de la ironía, vuelta y media y todo eso. Completando el quinteto de la muerte, Gina Lollobrígida que no ofrece mucho... de dentro y Jennifer Jones a quien prefiero como Cluny Brown que como inglesita, con tata española enseñándole remedios contra el mal de ojo.
Me quedo corto, porque hay otros personajes dignos de estudio. El rol de matón de la extinguida escuela nazi-hitleriana le hubiese venido de perilla al Sellers más histriónico que podamos recordar y no tanto al desconocido Ivor Barnard lo mismo digo del señorito inglés con bolsa de agua caliente en el imprescindible maletín (Edward Underdown). Ya sé que parecen las aventuras de Mortadelo y la Tía. Pero no estoy exagerando.
Entre el cine negro, la comedia de los errores y la búsqueda del uranio perdido, la película parece haber perdido sus señas de identidad. Por momentos, una frase nos saca de nuestro letargo. Pero es tan sólo un espejismo. Ver a la alegre pandilla haciendo aeróbic sobre un barco en vías de extinción y cuyo capitán utiliza más la botella que las cartas de marear es absolutamente alucinante y nos devuelve a la locura perdida.
Y yo me pregunto ¿Porqué le llaman culto cuando quieren decir bodrio?