jueves, 13 de mayo de 2010

LA CARRERA DEL SIGLO (BLAKE EDWARDS - 1965)




Quienes recordamos al “lindo gatito”, al Coyote en pos del correcaminos, a Porky o a Sam, ¿qué hay de nuevo, viejo?, entre otros, las comedias de Blake Edwards, pongamos que hablo del inspector Clouseau o también de La carrera del siglo, se nos figuran cortadas por patrones similares. La gran carrera es una especie de comic de larga duración donde el profesor Fate (Jack Lemmon) y su ayudante Max (Peter Falk) son algo así como nuestros irrepetibles Mortadelo y Filemón probando los disparatados inventos del profesor Bacterio. Es probable que los Lonely Toones tuviesen algo que ver en la gestación de la película o, cuando menos, la sombra de Pink Panther se nos figura alargada.


Larga es la película, rondando las dos horas y media de duración, lo cual sería irresistible salvo que la calidad media de la película sea aceptable, las sonrisas y alguna carcajada siquiera solitaria y tímida asomen a nuestro semblante de vez en cuando y la historia que nos cuentan sea aceptablemente increíble. Circunstancias todas ellas que se dan en este film y que de la mano de un maestro de ceremonias excepcional (Blake Edwards), la siempre genialidad musical de Henry Mancini y la talla contrastada de los actores citados, además de Tony Curtis, Natalie Wood o Keenan Wynn , conforman una película excelente que debe verse con predisposición a la risa franca y distendida.

No es un film maravilloso. No se confundan. Es un film entretenido que consigue lo que pretende: justamente entretener, con unos actores conocedores de su oficio y de una profesionalidad más que demostrada, tal es el caso de uno de los mejores actores de todos los tiempos: Jack Lemmon, y no creo estar exagerando. La cantidad de registros que nos brinda Lemmon es tal que hasta se permite el lujo de interpretar a dos personajes radical y temperamentalmente distintos. Amigos del alma en Con faldas y a lo loco, Jack Lemmon y Tony Curtis son aquí dos rivales enfrentados, hasta las últimas consecuencias, en una carrera automovilística organizada por el periódico newyorkino Centinel entre la Estatua de la Libertad y la Torre Eiffel.

¿Será capaz la Torre Eiffel de resistir las embestidas de estos personajes cuasi de dibujos animados?. Deberán esperar ciento cincuenta minutos de proyección para resolver la duda. Entretanto disfruten de viajes en iceberg, de coronaciones reales, de complots palaciegos y de las inevitables, consabidas y siempre bien recibidas historias de amor. Viaje con nosotros que diría Gurruchaga. Tal vez no les sonrían atractivos monstruosos pero seguro que asisten a una de las batallas de tartas más coloristas, dulces y merengosas de los últimos tiempos.

1 comentario:

David dijo...

Sí. Coincido con tu reseña (aunque no creo que sea una especie de comic)... no es un film magnífico, pero sí muy entretenido. Supongo que igual tuvo mucho que ver en el origen de aquella serie de dibujos de Hanna-Barbera de Autos Locos.
Un saludo.