La ficción histórica es admisible en cine. Las reglas del juego cinematográfico permiten inexactitudes que en foros más ortodoxos serían inaceptables. Todo, o casi todo, vale en el “entertainment” del espectador desde la loca historia del mundo a la de las galaxias pasando por un par de galos destrozando la nariz de la esfinge. Pero no divaguemos. Atentados contra el fuhrer los hubieron pero motivados por retos personales cinegéticos, la verdad es que va a ser que no. Ello no es obstáculo para que Fritz Lang, en pleno meollo conflictivo mundial, nos regale este espléndido trabajo al más puro estilo expresionista languiano donde, agarrándose a un “qué hubiese pasado…” construye un film antinazi destapando las vergüenzas y las crueldades de quienes pretendían construir un mundo nuevo (y no es una canción de Karina) derruyendo primero el anterior simplemente porque no les gustaba.
Y Lang lo hace bien, siendo él mismo, filmando a la tortura entre sombras y al torturador a plena luz, haciendo de las lámparas apagadas mudos testigos de cómo acecha la noche a través de los visillos, jugando con los enfoques, las posiciones de cámara y las oscuridades tanto reales como íntimas y personales. Cuenta para ello con unos actores de nota: Walter Pidgeon, John Carradine y muy especialmente ese George Sanders que parece estar diciendo “Espejito, espejito ¿Hay alguien más elegante que yo? “. Sanders, maléfico y gentleman. Sanders creíble como el nazi del monóculo. ¿Lo copiaría de Lang? ¿O fue a la inversa? ¡Ah! y también Joan Bennet menos perversa o nada perversa. Buena chica. Trabajadora (de noche) y buenaza de día. Puro sacrificio. Memorable despedida. Sin embargo, estamos ante una historia de amor sin futuro y con final totalmente previsible. La Bennet da mucho más juego. Da incluso para descoyuntarse, vuelta de espaldas, de la ingenuidad del macho senil. Aquí le falta personaje.
La música se inserta de forma magistral e inteligente en el tempo de la acción consiguiendo ser esa compañera invisible del espectador que refuerza tensiones y acorta esperas. Alemania en el objetivo del cazador y Alemania en el objetivo del director. Lo mismo que en Los verdugos también mueren, aunque, para mi, la película sobre el prefecto nazi en Praga es francamente superior. A ésta le falta algo de consistencia. Lo de los “retos deportivos” o incluso esa búsqueda de las verdaderas motivaciones personales, incluido lanzamiento en paracaídas para finiquitar lo empezado, no se sostienen demasiado bien e impiden que esta obra del Lang más Lang, alcance la maestría de otros trabajos suyos, aunque le falte eso, casi ná…
Y Lang lo hace bien, siendo él mismo, filmando a la tortura entre sombras y al torturador a plena luz, haciendo de las lámparas apagadas mudos testigos de cómo acecha la noche a través de los visillos, jugando con los enfoques, las posiciones de cámara y las oscuridades tanto reales como íntimas y personales. Cuenta para ello con unos actores de nota: Walter Pidgeon, John Carradine y muy especialmente ese George Sanders que parece estar diciendo “Espejito, espejito ¿Hay alguien más elegante que yo? “. Sanders, maléfico y gentleman. Sanders creíble como el nazi del monóculo. ¿Lo copiaría de Lang? ¿O fue a la inversa? ¡Ah! y también Joan Bennet menos perversa o nada perversa. Buena chica. Trabajadora (de noche) y buenaza de día. Puro sacrificio. Memorable despedida. Sin embargo, estamos ante una historia de amor sin futuro y con final totalmente previsible. La Bennet da mucho más juego. Da incluso para descoyuntarse, vuelta de espaldas, de la ingenuidad del macho senil. Aquí le falta personaje.
La música se inserta de forma magistral e inteligente en el tempo de la acción consiguiendo ser esa compañera invisible del espectador que refuerza tensiones y acorta esperas. Alemania en el objetivo del cazador y Alemania en el objetivo del director. Lo mismo que en Los verdugos también mueren, aunque, para mi, la película sobre el prefecto nazi en Praga es francamente superior. A ésta le falta algo de consistencia. Lo de los “retos deportivos” o incluso esa búsqueda de las verdaderas motivaciones personales, incluido lanzamiento en paracaídas para finiquitar lo empezado, no se sostienen demasiado bien e impiden que esta obra del Lang más Lang, alcance la maestría de otros trabajos suyos, aunque le falte eso, casi ná…
3 comentarios:
Estoy pendiente de ver "Los Sobornados". Ya te comentaré. George Sanders es un actor que bajo su elagancia es inquietante.
"La Bennet da mucho más juego. Da incluso para descoyuntarse, vuelta de espaldas, de la ingenuidad del macho senil. Aquí le falta personaje."
Ja, ja, jaaaa... Ahora me la estaba imaginando y no veas la risa que me ha entrado (y me estaba acordaddo de la escena en la que visita al la estirada familia de Pidgeon ;D). Sí, me hubiera gustado esa escena, como alternativa al destino del personaje en la película... Que triste me pongo cada vez que la veo... Pobre Joan.
Sanders borda su papel: hay que ver como acorrala a Pidgeon, sin despeinarse, como diríamos por aquí "qué cabrooon!", el monóculo le sienta de fábula, y yo juraría que Sanders parece llevar monóculo incluso cuando no lo lleva, como en "Eva al desnudo" (je, je, se nota que me gusta, eh?), junto con esa sonrisita sardónica suya: Pidgeon lo tiene crudo, muy crudo para enfrentarse a Sanders... menuda bestia parda! En "Rebeca" se come crudo a Olivier cada vez que aparecen juntos en pantalla: ahora me estoy imaginando a Olivier recogiendo un premio Sarah Siddons mientras Addison De Witt/Sanders de lo mira divertido desde su mesa, fumando con boquilla, je, je
Y Lang es un maestro, uno sd los inmortales, grande entre los grandes: a veces me pregunto porqué a todo el mundo (a nivel de calle, me refiero) le suena Hitchcock, y en cambio, apenas les suena Lang...""El hombre atrapado" es un ejemplo de que Lang podía ser tanto o más maestro del suspense que el londinense (Y, que carambas, el joven Alfredo aprendió mucho de ver cine alemán en sus años mozos)
La escena de la "presentación en sociedad" a que haces referencia es genial y al mismo tiempo una especie de aire limpio (por su humor) en una película que dista de ser una comedia. Y Joan Bennet lo hace bien.
Sanders es punto y aparte. Es el toque de distinción en el cine.
En cuanto a Lang uno de mis directores preferidos no solo por sus innovaciones expresionistas sino también por el resto de su filmografía entre la que es dificil entresacar alguna mención especial.
Bueno, me voy a mojar. Una de mis preferidas es Mientras Nueva York duerme. Curiosamente con Sanders en su línea.
Saludos
Publicar un comentario