Cinco años antes, en 1935, Tay Garnett nos había llevado de la mano del capitán Clark Gable por los exóticos mares de China (China sees) y ahora repetimos crucero con De isla en isla, producción de Universal Pictures a mayor gloria de Marlene Dietrich quien acababa de interpretar para ellos, Arizona (1939) de George Marshall.
Un primer apunte: El "turístico" título hispano difiere en lo sustancial del original Seven Sinners (Siete pecadores) que no estaban las cosas para tentar al diablo más allá de lo imprescindible. Y si por medio está Marlene Dietrich es prácticamente seguro que los pecadores serán mas de siete y que el pecado, con seguridad, no es el de la gula, ni siquiera el de la pereza.
Y es que Marlene, precursora de aquella "Bella del pacífico" (Rita Hayworth) de Curtis Bernhardt del año 53, se mueve como pez en el agua de los cabarets, salas de fiesta y locales de entretenimiento a uno y otro lado de los mares, especialmente si entre los parroquianos anda la soldadesca. Recordemos sino Morocco con el legionario Gary Cooper o esta película con todo un destacamento de la Armada encabezado por un John Wayne que, de haber sabido que le esperaba una Bijou andrógina y sensual, probablemente se hubiese bajado antes de la diligencia fordiana.
Porque, sin engañarse, el activo principal del film es Marlene. La Marlene de sensualidad desbordante, la Marlene seductora desde sus ambiguas vestimentas masculinas. El resto, en otro plano, incluso John Wayne, actor al que eligió personalmente Marlene Dietrich, y que estaba en la verdadera rampa de lanzamiento de su carrera. No hablemos de Broderick Crawford, Oskar Homolka, Anna Lee o los demás, que con certeza no serán recordados por su interpretación en este film. Pero Marlene, sin ser su mejor trabajo es un suma y sigue en esa línea de actriz y cantante, de misterio y seducción, de ambigüedad y feminidad que tan bien le sienta.
Imprescindible para "pecadores de la pradera" seguidores de Marlene.
Un primer apunte: El "turístico" título hispano difiere en lo sustancial del original Seven Sinners (Siete pecadores) que no estaban las cosas para tentar al diablo más allá de lo imprescindible. Y si por medio está Marlene Dietrich es prácticamente seguro que los pecadores serán mas de siete y que el pecado, con seguridad, no es el de la gula, ni siquiera el de la pereza.
Y es que Marlene, precursora de aquella "Bella del pacífico" (Rita Hayworth) de Curtis Bernhardt del año 53, se mueve como pez en el agua de los cabarets, salas de fiesta y locales de entretenimiento a uno y otro lado de los mares, especialmente si entre los parroquianos anda la soldadesca. Recordemos sino Morocco con el legionario Gary Cooper o esta película con todo un destacamento de la Armada encabezado por un John Wayne que, de haber sabido que le esperaba una Bijou andrógina y sensual, probablemente se hubiese bajado antes de la diligencia fordiana.
Porque, sin engañarse, el activo principal del film es Marlene. La Marlene de sensualidad desbordante, la Marlene seductora desde sus ambiguas vestimentas masculinas. El resto, en otro plano, incluso John Wayne, actor al que eligió personalmente Marlene Dietrich, y que estaba en la verdadera rampa de lanzamiento de su carrera. No hablemos de Broderick Crawford, Oskar Homolka, Anna Lee o los demás, que con certeza no serán recordados por su interpretación en este film. Pero Marlene, sin ser su mejor trabajo es un suma y sigue en esa línea de actriz y cantante, de misterio y seducción, de ambigüedad y feminidad que tan bien le sienta.
Imprescindible para "pecadores de la pradera" seguidores de Marlene.
No hay comentarios:
Publicar un comentario