Richard Thorpe, director de películas enseña del cine de aventuras como Ivanhoe o El prisionero de Zenda, realizó en 1952, con la intervención de su actor más emblemático, Robert Taylor, esta película sobre el enfrentamiento de dos hermanos con sentidos del honor y del deber bien distintos y enamorados de la misma mujer, cuya fraternidad está en un tris de ser tirada por la borda (término marinero bastante apropiado como se verá) por razones de peso evidente: Una bolsa de perlas esperando mansamente sobre el lecho marino a que alguien pase a recogerlas. Pero el sentido del deber de Joel Shore, capitán del ballenero The Nathan Ross, lo llevan al enfrentamiento con una codiciosa tripulación, con su propio hermano y hasta con su misma esposa.
Lo anterior es un breve resumen de una película de aventuras que, por moverse más en el terreno de la psicología que en el de la acción no alcanza el nivel de los otros títulos mencionados. Las relaciones infantiles entre los hermanos con sus connotaciones en la edad adulta son un terreno espinoso y difícilmente encajable en un cine de aventuras dirigido a todos los públicos. Temas como el miedo o el desequilibrio a favor del hermano dominante dispuesto a seguir quitándole los juguetes, se arraigan en el fondo de la película y su conocimiento es imprescindible para entenderla. Pero estas incursiones en terrenos un tanto freudianos restan fuerza aventurera al film y, por ello, actores como Robert Taylor o Stewart Granger parecen no encontrarse en su mejor terreno. Dicho de otro modo, los dos están bien pero podrían estar mejor.
En cualquier caso, la película se ve con interés. Los paisajes naturales son un atractivo adicional, igual que la belleza de la indígena Betta St. John, superando en seducción a una Ann Blyth un tanto ñoña, quizás por exigencias del guión. Las secuencias de caza de la ballena también son memorables, lo mismo que el color (nominación al Oscar incluida) y la música de Miklos Rozsa. Y por si fuese poco, reseñar la participación del gran Lewis Stone en su último papel.
Pero en su conjunto, los argumentos son excelentes para dedicar una hora y media a vivir el sabor de la aventura.
Lo anterior es un breve resumen de una película de aventuras que, por moverse más en el terreno de la psicología que en el de la acción no alcanza el nivel de los otros títulos mencionados. Las relaciones infantiles entre los hermanos con sus connotaciones en la edad adulta son un terreno espinoso y difícilmente encajable en un cine de aventuras dirigido a todos los públicos. Temas como el miedo o el desequilibrio a favor del hermano dominante dispuesto a seguir quitándole los juguetes, se arraigan en el fondo de la película y su conocimiento es imprescindible para entenderla. Pero estas incursiones en terrenos un tanto freudianos restan fuerza aventurera al film y, por ello, actores como Robert Taylor o Stewart Granger parecen no encontrarse en su mejor terreno. Dicho de otro modo, los dos están bien pero podrían estar mejor.
En cualquier caso, la película se ve con interés. Los paisajes naturales son un atractivo adicional, igual que la belleza de la indígena Betta St. John, superando en seducción a una Ann Blyth un tanto ñoña, quizás por exigencias del guión. Las secuencias de caza de la ballena también son memorables, lo mismo que el color (nominación al Oscar incluida) y la música de Miklos Rozsa. Y por si fuese poco, reseñar la participación del gran Lewis Stone en su último papel.
Pero en su conjunto, los argumentos son excelentes para dedicar una hora y media a vivir el sabor de la aventura.
1 comentario:
Dios mío, que de recuerdos del cine de mi pueblo trae esta película. Era el gran momento de Ann Blyth. Ya me he puesto a bajarla. Gracias
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