viernes, 25 de septiembre de 2020

BLAENDVAERK (JOHAN JACOBSEN, 1955)

 



 

 

Aunque no se exija título universitario ni conocimientos acreditados de política internacional e historia sociológica europea o incluso mundial, debo reconocer que sentarse frente a una pantalla de TV para ver una película danesa posterior a la segunda contienda, así como nuestra madre nos trajo al mundo, es una osadía descomunal no aconsejable para inteligencias aburguesadas en las comodidades actuales. Digo todo ello después de visionar dos veces la película, repasar con meticulosidad todos sus subtítulos (mi  conocimiento del danés se frena en seco una vez chapurreado “tak” como agradecimiento) y consultar con desenfreno Wikipedia para enterarme que pasaba políticamente en Dinamarca allá por los 50.  Tanta investigación para acabar, la verdad sea dicha, con las pocas ideas iniciales totalmente desubicadas como si el puzle de “La sirenita” hubiese sufrido los efectos de un sismo.

Afortunadamente Johan Jacobsen plantea su film en dos niveles que se entremezclan, el político y el romántico, con lo que, desde el punto de vista profano, la cosa se lleva bastante mejor hasta el punto que las razones políticas de los sabotajes a cargueros fondeados en puertos daneses y que transportan material de guerra resultan casi accesorias, algo así como ese mcguffin  que desencadena los hechos pero que nadie sabe exactamente de que se trata. Lo único que se intuye (no me atrevo a decir se sabe) es la presencia omnipresente, omnisciente y todos los “omnis” posibles de un Partido cuyas células se extienden por doquier y cuyo objetivo parece ser la lucha contra la armamentización de una Dinamarca que allá por los 50 ya figuraba como uno de los Estados constituyentes de la NATO.

En este escenario de conflictos, huelgas y sabotajes, surge el “destello” de un amor adolescente entre Elvi y Boerge. Un amor ilusionante, en el que los sueños parecen materializarse y la imposibilidad no es una palabra que se acepte. Pero, por si acaso, Boerge no sabe resistirse a la tentación de adueñarse de una buena suma de dinero ajeno. Y es que hasta en Dinamarca hay bulevares de los sueños rotos y es preferible pasear por ellos con la cartera llena. Y al escenario se unen un matrimonio adinerado digamos en negro, Protección de menores y por supuesto la policía. Y hasta el invento de un carburador, no vayan a creer…

Jacobsen fue un director con bastante prestigio y a pesar de esa confusión inicial de la que les hablaba, la película mantiene el interés del espectador e incluso tiene logrados momentos de suspense. La forma como agarra el bisturí (figuradamente) y disecciona a algunos de sus personajes como el representante del Partido, Werner, Marinus   el  impresor, la familia de Elvy o el doctor y su esposa, acreditan a un director y a una cinematografía ciertamente poco conocida.

Como curiosidad, sin más, la película contiene el primer desnudo integral del cine danés, y aunque tuvo su lógica controversia, considero que es una de las escenas más casta y limpia de un film donde la corrupción, el arribismo y el egoísmo personal ponen un negro contrapunto a una ilusionante historia de amor juvenil.

Puntuación: 7,20

 

 

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