domingo, 27 de septiembre de 2020

MR. AND MRS. SMITH (ALFRED HITCHCOCK, 1941)

 


Una cosa es que Alfred Hitchcock quisiera hacer una película con Carol Lombard como protagonista (a su afición por las rubias sumémosle una amistad personal) y otra muy distinta es que ésta fuese la película que quisiera hacer. Tampoco hay que perder de vista el hecho de que fuese Norman Krasna, guionista de reconocido prestigio quien propuso el guion a la Lombard  implicando en el proyecto a George J. Schaefer por aquel entonces presidente de la RKO Radio Pictures. La dirección de Hitchcock parece que iba incluida en el pack.

Es necesario hacer este tipo de consideraciones antes de pasar a criticar un film de difícil encaje en la trayectoria del director británico porque si Don Alfredo era el mago del suspense, Carol Lombard era una de las diosas de la comedia romántica y de enredo, con especialidad en personajes “screwball”, delirantes y extrovertidos hasta el límite de lo correcto. Películas como “La comedia de la vida” de un maestro del género como Howard Hawks, “Candidata a millonaria” de Mitchell Leisen y también con guion de Norman Krasna, “Al servicio de las damas” de Gregory La Cava, por la que consigue la nominación al Oscar o “La reina de Nueva York” de William A. Wellman son magníficos ejemplos de su predisposición natural y su bis cómica. Punto y aparte para la obra maestra del genial Lubitsch, “To be or not to be” en donde su interpretación de la actriz Maria Tura significó algo así como su testamento cinematográfico al fallecer poco después en accidente de avión tras una gira para promocionar bonos de guerra.

 

La aceptación por parte de Hitchcock a la realización de este film fue sin duda una consecuencia de la amistad que él y su esposa Alma Reville tenían con Carole Lombard y su marido Clark Gable. En otras circunstancias, muy probablemente Hitchcock hubiese rechazado el trabajo pero aquí se trataba de un favor personal a la actriz, así que aceptó sin cambios el guion de Krasna y puso su talento, que era mucho, “al servicio de la dama”. Sin embargo la unión de dos talentos, tan excepcionales como diferentes, no tuvo como resultado una obra genial. Hitchcock se esmeró, Lombard puso lo mejor de si e incluso Robert Montgomery nos brinda una interpretación más que correcta pero las screwballs no eran ni fueron nunca las especialidades de la casa Hitchcock. Preguntarnos qué hubiese pasado si Don Alfredo hubiese podido meterle mano al guion y añadirle algo de esa intriga tan suya sería entrar en el terreno de las conjeturas aunque estoy por creer que el producto final hubiese mejorado.

 

El film parte de un supuesto poco o nada creíble. Un problema territorial que invalida los matrimonios realizados en un determinado condado estatal. Esta circunstancia, inviable desde un punto de vista legal, se solventa con la devolución del importe de la licencia matrimonial y la posibilidad, claro está, de volverse a casar. Sobre este hilo argumental, absolutamente endeble, se trata de soportar una comedia de amor muy al gusto de las audiencias de la época, del estilo “Ahora te quiero, ahora no te quiero, pero te sigo queriendo…” Una comedia, alocada por supuesto, donde el resultado no importa porque es conocido desde el minuto uno y donde lo que realmente interesa es quien se llevará el gato al agua en cada una de esas pequeñas batallas que, como movimientos de ajedrez, se libran, a veces de forma oral, a veces pasando al terreno de la acción. Una especie de juego de tronos versión “screwball” que intentó, allá por los 40, seducir a un público predispuesto a este tipo de comicidad sin acabar de conseguirlo del todo y que visto en el 2020 provoca una cierta curiosidad cinéfilo-histórica al tiempo que las sonrisas acaban desparecidas en combate.

Hitchcock era mucho Hitchcock y consigue que el film acabe alcanzando su máximo, el techo de sus posibilidades. Algunos buenos diálogos, escenas donde los silencios expresan más que las palabras, secuencias bajo la lluvia o la nieve muy interesantes, e incluso algún instante donde el toque Lubitsch es más que evidente. Cosas de genios. Pero Hitchcock era un “diablillo” que sabía mucho de cine pero que torcía el gesto cuando hablaba de esta película. Y “El diablillo dijo no”

 Puntuación: 6,5

 

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