El mundo detectivesco, con sus dosis de intriga, misterio y por supuesto
romance se hizo un hueco importante en el cine y también en la radio y,
posteriormente lo haría en el novedoso medio televisivo. Tenía lo más
importante, el apoyo de un público que durante poco más de una hora,
olvidaba sus rutinas y jugaba a resolver unos conflictos que se
desvanecían cuando volvían a encenderse las luces de las salas donde se
exponían. Warren William, George Sanders, William Powell, Mirna Loy,
igual que más tarde Raymond Burr o Roger Moore, se convirtieron en
auténticos héroes populares capaces de salir indemnes, con una sonrisa y
sin despeinarse de cualquier peligro imposible de superar para el común
de los mortales.
En este patrón se mueve The Lone Wolf Spy Hunt, un film donde hay buenos
y malos, damas seductoras, celosas prometidas, policías amables y
comprensivos, niñas jugando a los pistoleros, mayordomos para todo
incluso para los caprichos infantiles y glamour, mucho glamour, con su
buena colección de abrigos de pieles de zorro, blanco para las niñas
buenas (Ida Lupino) y negro para las de aviesas intenciones (Rita
Hayworth). Por su color las conoceréis… Y hablando de colores, nada de
cine negro, como mucho, gris con tintes rosa. Eso si, Ida y Rita, un
gusto verlas.
Esa mezcla de intriga, acción y humor años 30 hacía que los espectadores
se sintieran próximos a sus héroes y probablemente en ello radicase el
secreto de su éxito. Las Majors se disputaban la porción más grande de
un negocio boyante y, en general, la cosa funcionaba. Jugar a ser
censores 90 años después impide cualquier tipo de objetividad. Nada es
igual. Ni las butacas, ni el sonido, ni las palomitas. Ni siquiera el
compañero o compañera (si tienes alguno) que se atreva a compartir esta
aventura arqueológico-cinematográfica.
Hace pocos meses, estuve viendo unos pocos capítulos de la serie Los
vengadores, exitosa serie británica de los 60 interpretada por Patrick
McNee y Diana Rigg. Reconozco que acabé un tanto desubicado. Algo había
cambiado. Los originales y entretenidos gags del señor del bombín y el
paraguas y las llamativas vestimentas de su compañera eran los mismos
pero no eran los mismos. Se apoderó de mi cierto desencanto y una
sensación de haber perdido la inocencia. Pero no hay que verlo así, me
dije, no se ha perdido nada, he ganado mucho y el mundo también (a pesar
de las barbaridades) Y ¡que narices! Aquella serie era muy buena…
Por ello:
Puntuación: 7,25
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