The Lucky Lady, película de 1926 dirigida por Raoul Walsh (no confundir
con la de 1975, dirigida por Stanley Donen e interpretada por Liza
Minnelli)es una comedia tan insulsa y predecible que renuncio a
adjudicarle el adjetivo entretenida. Si el día está gris y lluvioso y no
quieres calentarte la cabeza más de lo necesario esta es probablemente
una buena opción para perder una hora de tus rutinas habituales.
Alguna compensación tendrá la cosa ¡Si señor! La presencia de Greta
Nissen con su nórdica belleza supone un regocijo para la vista y si
usted es admirador o simplemente le hablaron de los Barrymore, esta es
una ocasión de ver a Lionel, uno de los miembros de la famosa saga,
aunque particularmente le aconsejaría que repasase su trabajo en Cayo
Largo de Huston para quedarse con un mejor sabor cinéfilo.
De la trama les hablaré poco. Y es que no hay mucho que decir. Tras el fallecimiento del Rey de un pequeño país europeo con un famosísimo Casino (¿les suena?) se considera oportuno que la princesa contraiga matrimonio y se mantenga el sistema monárquico para evitar tentaciones republicanas. La elección recae sobre un miembro de la nobleza quien además tiene deudas de juego con el Casino, que es lo mismo que tenerlas con la Corona. La princesa, por su parte, se ha enamorado de un ciudadano estadounidense por lo que no cesará de poner obstáculos a un matrimonio arreglado. Hasta aquí el planteamiento. El nudo y el desenlace pueden verlo ustedes mismos o también imaginárselo.
También servirá esta película a los admiradores de Raoul Walsh, entre los que me cuento, aunque debamos proveernos de unas cuantas indulgencias papales plenarias.
De la trama les hablaré poco. Y es que no hay mucho que decir. Tras el fallecimiento del Rey de un pequeño país europeo con un famosísimo Casino (¿les suena?) se considera oportuno que la princesa contraiga matrimonio y se mantenga el sistema monárquico para evitar tentaciones republicanas. La elección recae sobre un miembro de la nobleza quien además tiene deudas de juego con el Casino, que es lo mismo que tenerlas con la Corona. La princesa, por su parte, se ha enamorado de un ciudadano estadounidense por lo que no cesará de poner obstáculos a un matrimonio arreglado. Hasta aquí el planteamiento. El nudo y el desenlace pueden verlo ustedes mismos o también imaginárselo.
También servirá esta película a los admiradores de Raoul Walsh, entre los que me cuento, aunque debamos proveernos de unas cuantas indulgencias papales plenarias.
Puntuación:5,00
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