Clark Gable, reconocido como el Rey de Hollywood, es ciertamente un muy buen actor. ¿El Rey? No lo sé. No estamos en los años 30. No somos ni Romeo ni Julieta ni estamos en la Italia medieval. Ni el tiempo ni el lugar son los idóneos para valorar este tipo de cosas, máxime si consideramos que tras una crisis como la bursátil neoyorkina y el descalabro económico general, la gente buscaba buques insignias del sueño americano a los que aferrarse y que mejor que Hollywood y galanes seductores como Gable para olvidar penas y quebrantos financieros. Y si es al lado de Jean Harlow y Rosalind Russell pues mejor que mejor.
Mares de China es una realización de Tay Garnett puesta al servicio de Clark Gable. Un traje a medida. Un producto diseñado especialmente para un público que demanda comedias románticas y aventuras suavecitas, de esas que dejan buen sabor de boca. Y Garnett satisface las demandas de los espectadores con un Gable en la cresta de la ola, una Harlow seductora y simpaticona y otros actores de renombre (Wallace Beery, Lewis Stone). Se ha dicho que el mejor activo de la película es su plantel de actores y es cierto, pero sería injusto no reconocer el mérito de ciertas secuencias como la del piano en plena tormenta ó la turbulenta cena aderezada con las sátiras de Jean Harlow a la aristocrática Russell.
En resumen, película discreta pero distraída, a gloria de un rey que en el mismo año 35 rodó un peliculón como Rebelión a Bordo y que siempre será aquel Rhett Butler que el tiempo - cinematográfico - nos dejó...
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