
Somos privilegiados espectadores contemplando un espléndido y colorista tapiz donde las suavidades pictóricas se entrelazan con el sonido desenfrenado de las balas, donde los principios morales se corrompen con facilidad ante la previsión de beneficios y la cuenta de resultados...
Cinismo por doquier. La ley del dinero frente a la ley de la horca. Pero...
La música redobla. Llegó Wyatt Earp. El marshall incorruptible como el brazo de Santa Teresa. La horma del zapato de cualquier ganadero delincuente, facineroso y forajido. Llega sin apenas hacer ruido, como el que no quiere la cosa... ¡Tirar las armas, muchachos, que habla en serio!, con el poder que le da la puntería y el plomo entre ceja y ceja y su aplomo en las más duras circunstancias.
Western genial de Tourneur, director al que ya califiqué en Tierra generosa, de diferente y cuyo retrato del salvaje Oeste es bastante menos salvaje y mucho más humano. Donde la violencia no es solo un gaje del oficio sino que es muerte de bandidos, pero también de mujeres y niños, y eso provoca dolor, indignación, rabia...
Joel Mc Crea me ha parecido el Wyatt Earp más auténtico de cuantos han pasado por las pantallas cinematográficas, a la altura y sin desmerecer a Henry Fonda en Pasión de los Fuertes. No obstante, la complexión de Fonda no daba demasiado la talla, circunstancia que, evidentemente, superó a base de cualidades artísticas.
La música introduce y acompaña una historia que si bien no es absolutamente concordante, hecho a hecho y fecha a fecha con la del sheriff más reconocido del Wild West, se ajusta en lo fundamental, que es de lo que se trata. La fotografía en technicolor casi pastel y la filmación en Cinemascope son el complemento ideal de una historia atractiva y un guión sólido.
El resultado: Aunque un tanto escondido en el cajón de los olvidos, uno de los mejores westerns de todos los tiempos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario