Estadounidense de pura cepa, su visión “comunista” del mundillo de las mafias cotidianas y verduleras en esa América de promisión pudo ser, probablemente, una de las causas de su incorporación a las listas negras de depuraciones senatoriales y de su exilio a una Europa menos paradisíaca pero seguramente mas libre donde rodó excelentes trabajos.
Ciertamente la película dibuja un retrato perfecto del capitalismo más ruin, con la explotación despiadada de los agricultores y el enriquecimiento desorbitado de la cadena de distribución. Y esto también pasa aquí y ahora pero es indudable que también pasaba en los United States de los 40, por mucho que algunos se dedicasen a ver conspiraciones y a cazar brujas y meigas que “haberlas hailas” dedicando sus “artes maléficas” a poner de manifiesto las vergüenzas del sistema.
Probablemente por su dibujo del mundo y del mercado laboral recuerda en algunos aspectos a La Ley del silencio de Elia Kazan. En ese parecido no es ajena la presencia de Lee J. Coob con otra interpretación- excelente, por cierto - de mafioso de medio pelo con banda de matones de feria. Sin embargo aquí no impera el silencio sino el alcohol, la nocturnidad y la alevosía en forma de frenos que no responden. Aquí se impone la ruindad y la crudeza y el enriquecimiento por encima de cualquier cadáver por fresco que aún esté.
Notables también las actuaciones de Richard Conte y Valentina Cortese, almas paralelas condenadas a entenderse.
Una buena fotografía da realce a un guión perfectamente trabajado, con algún defectillo menor y sin trascendencia. Y especialmente original e interesantes los enfoques de la pareja Conte/Cortese preludiando las escenas más apasionadas.
El resultado de todo ello es una gran obra de Jules Dassin que sorprende gratamente a quienes, como yo, no conocíamos demasiado sus trabajos. Pecado imperdonable el mío. Para entonar el “mea culpa”…, pero reparable, eso si.
Ciertamente la película dibuja un retrato perfecto del capitalismo más ruin, con la explotación despiadada de los agricultores y el enriquecimiento desorbitado de la cadena de distribución. Y esto también pasa aquí y ahora pero es indudable que también pasaba en los United States de los 40, por mucho que algunos se dedicasen a ver conspiraciones y a cazar brujas y meigas que “haberlas hailas” dedicando sus “artes maléficas” a poner de manifiesto las vergüenzas del sistema.
Probablemente por su dibujo del mundo y del mercado laboral recuerda en algunos aspectos a La Ley del silencio de Elia Kazan. En ese parecido no es ajena la presencia de Lee J. Coob con otra interpretación- excelente, por cierto - de mafioso de medio pelo con banda de matones de feria. Sin embargo aquí no impera el silencio sino el alcohol, la nocturnidad y la alevosía en forma de frenos que no responden. Aquí se impone la ruindad y la crudeza y el enriquecimiento por encima de cualquier cadáver por fresco que aún esté.
Notables también las actuaciones de Richard Conte y Valentina Cortese, almas paralelas condenadas a entenderse.
Una buena fotografía da realce a un guión perfectamente trabajado, con algún defectillo menor y sin trascendencia. Y especialmente original e interesantes los enfoques de la pareja Conte/Cortese preludiando las escenas más apasionadas.
El resultado de todo ello es una gran obra de Jules Dassin que sorprende gratamente a quienes, como yo, no conocíamos demasiado sus trabajos. Pecado imperdonable el mío. Para entonar el “mea culpa”…, pero reparable, eso si.
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