
Rita Hayworth encarnó el sueño americano de los 50 y ¿Por qué no? el sueño mundial, pero ni siquiera hipnotizados por su danza de los siete velos acabamos de creer lo de una Salomé al borde de la beatificación. Por no colar, ni cuela lo de las exigencias del guión que ¡con la Iglesia hemos topado! que diría Forges. Si querían a una Rita Haywarth buena e inmaculada que le hubiesen ofrecido el papel de María madre de Jesús ó el de María Magdalena que, en versiones oficiales, tenía más pros que contras, ya me entienden… Pero Salomé tenía muchísimas virtudes, la mayoría oculta tras los velos y claro es que hacía perder la cabeza a más de uno…
Salvando estas “veleidades” histórico-religiosas, la película resulta interesante en cuanto a fotografía, color, interpretación del auténtico number one de los actores, como es Laughton y también, como no, por la belleza y sensualidad de la diva, pero todos estos aspectos positivos no son suficiente para deshacer el desaguisado. Un dislate que no resultaba creíble ni adjudicado a una de las malas por excelencia del cine, Judith Anderson y que no sirvió ni para incrementar la taquilla. Un absurdo…
No se si a Dieterle se le llevó al huerto con este guión, al de los Olivos, naturalmente, pero tiene toda la pinta...
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