La psicología es una de las ramas más complejas de la medicina. Lo digo desde mi posición de profano absoluto en la materia. Por ello, las anormalidades mas disparatadas pueden ser clínicamente posibles. Esa es una de las conclusiones a las que uno llega viendo películas como ésta. Porque la cuestión no estriba únicamente en las desaforadas consecuencias que pueden desencadenar los celos enfermizos sino que además existe otra patología, la de aquellos psicópatas que ven fantasmas donde no los hay y que necesitan estar molestos, intranquilos y por supuesto, celosos.
Esta es la situación en esta interesante película, mezcla de cine de suspense y de psicópatas, muy al estilo de cinematografías reconocidas como la de Hitchcock (Psicosis) ó el propio Fritz Lang (Secreto tras la puerta). No quiero decir con ello que alcance la categoría de estos films emblemáticos, pero sí que anda en línea con este género de personalidades inconfesables, traumas materno-filiales y otras hierbas de similar cariz.
Contar con la presencia de Ingrid Bergman es siempre un lujo. Rodearla de un magnífico actor como George Sanders en una interpretación algo inusual de bueno, bueno y romántico, es otro acierto. Y añadir la presencia de Robert Montgomery, una buena guinda a un pastel estelar más que notable. Todo ello conforma un buen film dirigido, en créditos, por W.S.van Dyke pero en el que colaboraron también Robert B. Sinclair y Richard Thorpe.
La ficción tiene sus reglas del juego que, en ocasiones, se apartan de las realidades convencionales. Por ello, es fácil que la resolución adoptada para darle carpetazo al film atienda más a intereses comerciales y de audiencia que a realidades verosímiles. Veamoslo así. Cine es Cine. Y no le den más vueltas...
Esta es la situación en esta interesante película, mezcla de cine de suspense y de psicópatas, muy al estilo de cinematografías reconocidas como la de Hitchcock (Psicosis) ó el propio Fritz Lang (Secreto tras la puerta). No quiero decir con ello que alcance la categoría de estos films emblemáticos, pero sí que anda en línea con este género de personalidades inconfesables, traumas materno-filiales y otras hierbas de similar cariz.
Contar con la presencia de Ingrid Bergman es siempre un lujo. Rodearla de un magnífico actor como George Sanders en una interpretación algo inusual de bueno, bueno y romántico, es otro acierto. Y añadir la presencia de Robert Montgomery, una buena guinda a un pastel estelar más que notable. Todo ello conforma un buen film dirigido, en créditos, por W.S.van Dyke pero en el que colaboraron también Robert B. Sinclair y Richard Thorpe.
La ficción tiene sus reglas del juego que, en ocasiones, se apartan de las realidades convencionales. Por ello, es fácil que la resolución adoptada para darle carpetazo al film atienda más a intereses comerciales y de audiencia que a realidades verosímiles. Veamoslo así. Cine es Cine. Y no le den más vueltas...
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