martes, 21 de octubre de 2008

ARIZONA (GEORGE MARSHALL - 1939)



Ciudades sin ley extremadamente violentas en la larga historia del western han habido muchas. Desde la típica Dodge City hasta Wichita, pasando por Tombstone o esta Bottleneck. Y detrás de una ciudad violenta siempre hay un pacificador, llámese Wyatt Earp, Wade Hatton o Thomas Jefferson Destry. Lo único que cambia es el diferente grado de violencia que se utilice para contener la violencia. Y en este sentido George Marshall, uno de los tres directores de La conquista del Oeste, hace una apuesta por la razón frente al revolver.

Y lo hace, manejando a su antojo y de forma magistral, los sentimientos del espectador frente al héroe, al que en un principio todos estaríamos dispuestos a calificarlo de pardillo y bonachón si no fuese porque esperamos que la película tenga sorpresa y el “sastrecillo valiente” acabe venciendo al gigante a base de buenas artes. Esta es la tónica general de este tipo de cine sin demasiadas sorpresas y donde se pone verdaderamente difícil que ganen los malos. Pero esa no es la cuestión, lo que verdaderamente importa es la forma como Marshall nos “vende” su planteamiento pacifista y hay que decir que lo hace de forma inconmensurable de la mano del mejor agente comercial que pueda encontrarse para este tipo de papeles en los que el hombre de paja se vuelve mosca cojonera para más de uno, recordemos Caballero sin espada de Kapra. Hablo, claro está de James Stewart.

Y si encima contamos con la presencia impagable de la Marlene de las Marlenes que en el mundo han sido, interpretando ese papel que tan bien se conoce, artista del music hall (El Ángel azul, Morocco, Encubridora) pero que es más, mucho más. Artista completa y sensual donde las haya.

La música acompaña bien y en la voz de la Dietrich mucho mejor una cinta que tal vez no sea una obra maestra pero que nos deja un regusto altamente satisfactorio y donde entre los diálogos encontramos algunas perlas memorables. Calidad contrastada que llevó a este film a ser preservado en el año 1996 en la de la Biblioteca del Congreso junto a otras 24 películas (veinticinco anuales).





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