Escribir un comentario de Espías medianamente decente no es tarea fácil. Este film de Lang del año 28 ha sido punto de referencia obligada en el estudio de otros directores, tal es el caso de Alfred Hitchcock y sus 39 escalones y siendo sincero, en el transcurso de la película hay muchísimos momentos que nos hacen recordar al genial mago del suspense. ¡Que injusticia! ¿Verdad? Debería ser absolutamente al contrario y hacer justicia al excelente modo de hacer cine de Fritz Lang.
Pero sin iniciar odiosas comparaciones entre dos de los más excelsos cineastas mundiales de todos los tiempos, debo declarar que Spione (Espías) es un maravilloso trabajo que conjuga el suspense, la intriga, la acción y el romanticismo con una desbordante imaginación visual muy propia del Lang de aquellos años, con edificios amenazadores, con escaleras bullendo de actividad, con esas expresiones que lo dicen todo sin hablar apenas y siempre con ese toque lang-germánico reconocible.
Maravilloso encuentro de las luces con las sombras en un espectáculo de blancos y negros plenamente cautivador ( recuerden la secuencia donde los policías acompañan a los presos encadenados), y no menos lograda la definición de caracteres, con malos absolutamente perversos, mata-haris con el oficio muy bien aprendido y topos tan irreconocibles como mandan los cánones.
De principio a fin, la película es un ejercicio inmejorable de cómo hacer buen cine. De ello tomaron buena nota cineastas como Hitchcock o el propio Jacques Tourner y hasta en el presente debería seguir incluyéndose en los “deberes” de las escuelas de arte.
Seguro que podrías encontrarle alguna pega. Pero, cuando la encontremos, siempre podremos decir...”Era el año 1928”. Recuerden.
Pero sin iniciar odiosas comparaciones entre dos de los más excelsos cineastas mundiales de todos los tiempos, debo declarar que Spione (Espías) es un maravilloso trabajo que conjuga el suspense, la intriga, la acción y el romanticismo con una desbordante imaginación visual muy propia del Lang de aquellos años, con edificios amenazadores, con escaleras bullendo de actividad, con esas expresiones que lo dicen todo sin hablar apenas y siempre con ese toque lang-germánico reconocible.
Maravilloso encuentro de las luces con las sombras en un espectáculo de blancos y negros plenamente cautivador ( recuerden la secuencia donde los policías acompañan a los presos encadenados), y no menos lograda la definición de caracteres, con malos absolutamente perversos, mata-haris con el oficio muy bien aprendido y topos tan irreconocibles como mandan los cánones.
De principio a fin, la película es un ejercicio inmejorable de cómo hacer buen cine. De ello tomaron buena nota cineastas como Hitchcock o el propio Jacques Tourner y hasta en el presente debería seguir incluyéndose en los “deberes” de las escuelas de arte.
Seguro que podrías encontrarle alguna pega. Pero, cuando la encontremos, siempre podremos decir...”Era el año 1928”. Recuerden.
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