Pero...también me quedaría con Jeanette MacDonald, interesante actriz pero excepcional diva del “bel canto” en un papel a medida dentro de un musical probablemente también a medida.
Pero...también me quedaría con la canción, con ese tema principal de la película que evidentemente ya conocía desde hace muchos años pero que he promocionado hasta el “top-ten” de mi hit parade particular y ahí estoy, tarareándolo en mis peregrinaciones diarias.
Y...también me quedaría con esos efectos especiales, año 1936, no lo olvidemos, que nos transmiten la fuerza, la impotencia y la angustia de aquella catástrofe.
No me hagan elegir. No puedo. Me quedo con la película entera. Con la plena realización de W.S. Van Dyke ( donde colaboraron también el propio Griffith y Eric von Stroheim), con ese puñetazo del curita Tracy que catapultó a Gable, de la lona al estrellato (evidentemente algunos trabajos del rey Gable ayudaron a esta ascensión “estelar”: Pongamos que hablo de Rebelión a bordo o de esta interpretación del seductor magnate del juego Blackie Norton) , con su historia de amor de ni contigo ni sin ti, e incluso con esa San Francisco resurgiendo de sus cenizas gracias a la fe y al trabajo de sus ciudadanos.
Les confesaré algo. Cuando el film sufre ese giro brusco, desde la comedia musical al cine catastrofista, llegué a pensar que la película se resentiría. Y no sucedió así. La dura realidad se impone al vodevil, a la alegría, al music hall y se hace un lugar justo enfrente de los espectadores. Y lo reconozco, conmueve. ¡Vaya si conmueve...!
2 comentarios:
Para mi Clark Gable no es un gran actor pero llena la pantalla. De la película me impresónó el terremoto y sus efectos conseguido con tan pocos medios si comparamos con la actualidad,
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