miércoles, 22 de julio de 2009

SIROCCO ( CURTIS BERNHARDT - 1951)


Para muchos críticos la película sigue la línea Casablanca, si bien sale perdiendo de cualquier intento de comparación. El exotismo, la contienda y ese personaje que obtiene beneficios del conflicto, parecen avalar dicho punto de vista. Pero son más las diferencias que las similitudes, por lo que cualquier comparación es tan odiosa como inapropiada. Rick y Harry Smith tienen poco en común, El coronel Feroud no es Víctor Lazlo y por supuesto Marta Torén no es Ingrid Bergman ni Everett Sloane, Claude Rains. Pero, igual que siempre nos quedará París, siempre tendremos Sirocco como un film interesante de un director (Curtis Bernhardt-Retorno al abismo) que retrata con maestría la resistencia siria a las tropas francesas que administraban aquel Estado árabe por mandato de la Liga de Naciones.

Este es el contexto en que se desarrolla una historia de intereses personales, conflictos emocionales y la necesaria lucha por sobrevivir entre la sordidez de un Damasco que en cada fotograma se intuye misterioso y acechante, con sus laberintos subterráneos y esas callejuelas donde la muerte parece acechar desde cada sombra. Y en ese paisaje, Bogart, "sui generis", en un papel típico-tópico, pero menos. A diferencia de otros trabajos suyos, por ejemplo la mencionada Casablanca, Hump pierde autosuficiencia y gana endeblez. Desciende de esas esferas autoafirmativas donde parece estar como de vuelta de todo para, aterrizando en el mundo de los mortales, sentir la debilidad de lo humano.

Y es que Sirocco delinea claramente dos Harry Smith. Uno, egoísta, interesado y celoso cuidador de sus intereses. Un tanto mafioso, si me apuran. Otro, débil, descubierto, temeroso y a la fuga, pero a quien le queda un sentido del honor del que no puede desprenderse. Y es que sin él, Bogart no sería Bogart y aquellas películas donde este sentido se ha doblegado bajo las premisas de un guión, han quedado, salvo excepciones, como impurezas de su filmografía.

Respecto a Lee J. Cobb, de quien he leído algo acerca de su aspecto perpetuamente avinagrado, debo decir que es un actor a quien siempre he tenido en buena consideración. Reconozco que no es apropiado para esos tipos de personajes que solían interpretar Jerry Lewis, Dany Kaye o Bob Hope. Pero para dar forma y vida a personajes de pocos escrúpulos o, como en este caso, enrevesados y con conflictos interiores, pues se las pinta sólo. Como en la viña del Señor debe haber de todo, pues ahí le tenemos.

El objeto de seducción Bogart es aquí Marta Torén, actriz sueca con una filmografía desgraciadamente escasa y que murió a consecuencia de una enfermedad mental con tan solo 31 años de edad. Sin ser Ingrid Bergman, su belleza y su trabajo han de considerarse meritorios.

En definitiva, estamos ante un buen trabajo de Curtis Bernhardt que podría enmarcarse en una especie de cine negro, subgénero intrigas exótico-militares tipo Casablanca, pero debe quedar bien claro que esto no es Casablanca ni pretende serlo






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