Lenny es una película de reflexión obligada. Plenamente inmersa en ese cine de culto capaz de suscitar amores y odios enconados, Lenny es una reflexión sobre la libertad de expresión que, para más inri, se localiza allí en la cuna de las libertades, en esos Estados Unidos of America que pasaron de interrumpir funciones por pronunciar vocablos obscenos a consentir diálogos cinematográficos como los de El sargento de hierro. Claro que, entre el nacimiento de aquel "club de la comedia" made in USA y la peli de Eastwood pasaron muchos años, tantos como para acabar devolviendo la dignidad perdida a aquel tocapelotas (observo si se abre bruscamente la puerta de este mi antro personal de pérfidas escrituras) que se atrevía a decir a la cara de quien quisiera escucharle, y en clave de humor, las verdades irrefutables del barquero.
Figura popular en los 50, muerto en el 66, tuvo que esperar 40 años para que el alcalde de San Francisco, accediese a indultarle a instancias de su ex mujer y su hija. Y es que la cosa no tiene desperdicio ¿Porque no lo hicieron de oficio?. Corramos un estúpido velo... Lo cierto es que, Bob Fosse, especialista por profesión en mundos del espectáculo, recluta su historia, la confiere un estilo visual y procedimental propio y la ofrece al gran público de la mano de un actor como Dustin Hoffman quien ya había dejado registros interpretativos del calado de Cowboy de Medianoche o Perros de Paja. Y aquí encontramos otro elemento de culto pues, no sé bien a que se debe y reconozco que inclusive me sucede a mi mismo, Hoffman suscita sentimientos extremos. Es un excelente actor pero..., es como si el reconocerlo no estuviese bien visto. Sin embargo, aunque se me tache de no ir en la onda de lo que se lleva, Dustin Hoffman da todo un recital interpretativo. Consigue eso que solo está al alcance de los grandes, dejar de ser Dustin y ser Lenny. Luego vendrán otras consideraciones sobre el estilo visual de Fosse o sus espectáculos de amargas lentejuelas, o incluso como esta mezcla de cine y documental que creo honestamente que le sienta mal a la película. De todo ello podemos discutir pero en cuanto a Hofmann, caso cerrado.
Como todas las películas panegírico el film ensalza en demasía la figura de un Lenny Bruce cuyo coqueteo ( y más) con el mundo de las drogas, por mucho que fuesen los 60, ya saben paz, amor y... canutos, no es demasiado ejemplarizante. Es cierto que las biografías, en su afán de credibilidad, han de destripar por igual, riquezas y miserias. Y esta lo hace, con cierta crudeza que, aunque no llega a herir nuestra sensibilidad, deja esa sensación de que todo va bien y es necesario y que la única salida posible son los estupefacientes.
Espléndida Valerie Perrine, como fémina y como interprete. Imprescindible su revisión. Y , en general, interesante film cuya moralina final es que lo verdaderamente preocupante no eran las obscenidades tipo "chupapollas" (la puerta sigue cerrada) sino las críticas políticas y expresar en voz alta y en un foro público, lo que todos pensaban.
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