sábado, 13 de septiembre de 2008

DODGE, CIUDAD SIN LEY (MICHAEL CURTIZ - 1939)


Uno se pregunta ¿qué pasó en el 39? Me explicaré. Se dice que hasta entonces el western era un género en decadencia. Y en el 39 tenemos: La diligencia de John Ford, Dodge City de Curtiz y Arizona de George Marshall.

¿Fue año de nieves? Porque no me negarán que estas películas revitalizaron un género dormido. Y lo hicieron desde distintos enfoques. Ford, con su cámara de retratar caracteres humanos, Curtiz cargando las tintas en la acción y en la ley de la bala y por último Marshall abanderado del western antiviolencia. Sin duda la línea que prosperó más fue la del western de los revólveres de inagotable munición con malos muy m
alos y buenos encantadores, porque el público y el box-office mandan y dictan veredicto final.

En esta línea de argumentación les diré que aunque me encanta el western “vital” de Tourneur, donde lo importante no son las balas sino sus consecuencias, los muertos, los vivos y en general, las personas, no dejo de reconocer el atractivo del western tópico de hombres duros en plan “muerde la bala” o “tu perdonas, yo no”, y si encima nos encontramos con la típica y más maravillosa pelea de “saloon” que en el “wild west” ha habido, ejemplo y modelo para la posteridad, pues la cosa deja muy buenas vibraciones.


Curtiz es un buen director que hace las cosas bien y el tandem que formó con Errol Flynn, garantía de buen cine y éxito de taquilla. Taquilla a la que no es ajena la parejita habitual Flynn - de Havilland con sus habituales dosis de odio-amor o viceversa (recordemos El capitán Blood). Respe
cto a Flynn y sin ser santo de mi devoción, (me encajaría mas en La verbena de la paloma, a lo Pichi madrileño), le reconozco su profesionalidad y buen hacer, aunque donde se ponga el fugitivo de Port Royal que se quite el pacificador de Dodge City.

La presencia de Bruce Cabot y especialmente de Alan Hale, a quien he visto recientemente en Stella Dallas y Estrellas en mi corona, todo un lujo y, hablando de lujos, la música de Max Steiner y la buena fotografía de Sol Polito.

En definitiva, una película que supuso un punto de inflexión en el género del western y que resulta de visión obligada para los amantes del cine.




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