viernes, 19 de septiembre de 2008

TARZAN DE LOS MONOS (W.S.VAN DYKE - 1932)



Joseph Losey ponía en boca de Topol (Galileo Galilei): “pobre del país que necesita héroes”. En el contexto oscurantista en el que se integra la frase, puede entenderse y apoyarse esa afirmación. Pero en tiempos de crisis la sociedad necesita esperanzas que le ayuden a seguir manteniendo el tipo. Y tras la depresión bursátil del 29 había que aferrarse a algo. Y el cine colaboró con su oferta de sueños (Kapra) y de héroes (Tarzán). El público sabía bien que la ficción nunca recompondría la realidad, pero necesitaba de los héroes para seguir sobreviviendo.

Por ello la película de van Dyke no es fiel al desarrollo de la novela de Burroughs. No pretende para nada explicar los orígenes de Piel Blanca “Tarzán” ni su adopción por los gorilas ni su señorío sobre los animales de la selva. No parte de cero. Parte del héroe necesitado. El que siempre acude cuando se le necesita. El héroe salvando a los elefantes. El héroe salvando la expedición de los grotescos pigmeos.

Es absolutamente cierto que la película tiene más fallos que una escopeta de feria. Pero respetemos que estamos en 1932 y sobre todo no veamos únicamente lo negativo. Seamos positivos. Valoremos la exhibición física de un gran atleta como Weismuller. Disfrutemos de la belleza y también de una cierta sensualidad, para la época, de Maureen O,Sullivan, actriz un tanto floja pero Jane por excelencia del mundo Lumière. Valoremos el trabajo de un actor como Aubrey Smith. Y sobre todo reconozcamos que aunque la escopeta tenga fallos, hubo que hacer una escopeta, con sus pantallas superpuestas, sus documentales tipo National Geographic, sus hombres-mono, sus trapecios disimulados y para ser totalmente justos, los elefantes eran elefantes de verdad. Eso sí con trasplante orejudo. Pero hasta eso tiene su mérito...


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