D.O.A. (Muerto al llegar) ó Con las horas contadas es un film negro interesante de un director (Rudolph Maté) interesante y con un excelente actor de reparto encumbrado a primera figura y haciéndolo bien. Pero no busquen obras maestras del género porque haberlas no háilas.
La película es claramente una serie B, barata y buena, diferente y original, pero que en su propia originalidad lleva su penitencia, porque superada la sorpresa inicial de que el denunciante sea el propio asesinado, lo único que queda por saber es si habrá milagrito y el muerto, con el que acabamos encariñados, acabará encontrando el antídoto maravilloso ó si por el contrario sus maratones por las populosas streets de San Francisco resultarán inútiles. Eso es lo que realmente importa, incluso por encima de la identidad del asesino.
No desvelaré ni una cosa ni la otra porque en ello reside el atractivo de este film que hay que incluir sin ninguna duda dentro del género de cine noir: Policías, malvados, vamps de más ó menos pacotilla, ambientes urbanos, garitos, luces de neón, nocturnidades, luces y sombras y sobre todo el tópico por excelencia: Un buen tipo metido en líos por avatares de impredecibles destinos. No le falta de nada. Incluso se marca algunos puntos con la segunda visita a un especialista diferente para corroborar el diagnóstico. Esto que, en la vida ordinaria, suele ser normal, se olvida con facilidad en las películas ó se da por sobreentendido aunque nadie lo entienda.
Otro elemento positivo: la fotografía de Ernst Laszlo, quien ha trabajado con muchos de los grandes, Wilder (Stalag 17), Lang (Mientras la ciudad duerme) ó Stanley Kramer (Vencedores ó vencidos) y que nos regala una fotografía en B/W de calidad.
¿Negativo?: Tal vez ese tono general de inutilidad. Un cierto absurdo. ¿Para qué tanta carrerita? Esa sensación de que el pescado está todo vendido desde el principio. ¡Ah! y también esa novia-secretaria de Frank Bigelow, sosa, sosita, sosa, justificando plenamente las dudas prematrimoniales de su jefe y sus canitas al aire.
Repito: Original e interesante. ¿Obra maestra?: No.
La película es claramente una serie B, barata y buena, diferente y original, pero que en su propia originalidad lleva su penitencia, porque superada la sorpresa inicial de que el denunciante sea el propio asesinado, lo único que queda por saber es si habrá milagrito y el muerto, con el que acabamos encariñados, acabará encontrando el antídoto maravilloso ó si por el contrario sus maratones por las populosas streets de San Francisco resultarán inútiles. Eso es lo que realmente importa, incluso por encima de la identidad del asesino.
No desvelaré ni una cosa ni la otra porque en ello reside el atractivo de este film que hay que incluir sin ninguna duda dentro del género de cine noir: Policías, malvados, vamps de más ó menos pacotilla, ambientes urbanos, garitos, luces de neón, nocturnidades, luces y sombras y sobre todo el tópico por excelencia: Un buen tipo metido en líos por avatares de impredecibles destinos. No le falta de nada. Incluso se marca algunos puntos con la segunda visita a un especialista diferente para corroborar el diagnóstico. Esto que, en la vida ordinaria, suele ser normal, se olvida con facilidad en las películas ó se da por sobreentendido aunque nadie lo entienda.
Otro elemento positivo: la fotografía de Ernst Laszlo, quien ha trabajado con muchos de los grandes, Wilder (Stalag 17), Lang (Mientras la ciudad duerme) ó Stanley Kramer (Vencedores ó vencidos) y que nos regala una fotografía en B/W de calidad.
¿Negativo?: Tal vez ese tono general de inutilidad. Un cierto absurdo. ¿Para qué tanta carrerita? Esa sensación de que el pescado está todo vendido desde el principio. ¡Ah! y también esa novia-secretaria de Frank Bigelow, sosa, sosita, sosa, justificando plenamente las dudas prematrimoniales de su jefe y sus canitas al aire.
Repito: Original e interesante. ¿Obra maestra?: No.
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