Estoy considerando seriamente la posibilidad de conceder a Frank Capra una autorización de estancia permanente en mi Partenón Olímpico particular de dioses cinéfilos, junto a los Wilder, Lubitsch, Lang, Hitchcock y Ford. Ha pasado algún tiempo, tal vez excesivo, desde las últimas incorporaciones y de vez en cuando hay que renovarse porque la alternativa es morir y morir por morir mejor morirse con la muerte en los talones, debatiéndose entre el to be or not to be, con Perdición ó Perversidad y siendo un hombre tranquilo ó incluso un Juan Nadie, que de un disparo errático y azaroso de bodriosos pistoleros daltonianos ó inmerso en Showtimes televisivos con salsa rosa a discreción.
Pero aquí, además de a hablarles de Capra, he venido a comentar la película Juan Nadie. Y Juan Nadie es una obra muy en la línea Capra, esa línea que se mueve entre la utopía de los sueños y el desencanto de las realidades, una línea de supervivencia necesaria para una sociedad en depresión y necesitada de esperanzas, una línea de poner una sonrisa en rostros ensombrecidos por la cotidianeidad de una América en crisis. Una línea, en definitiva, necesaria para la sociedad USA de los años 30 tan precisada de vitaminas morales para continuar sobreviviendo como de moralinas demo cristianas ó simplemente humanas para darle sentidos a su existencia.
Y estoy con ustedes en que Barbara Stanwyck le van más los papeles de mujer capaz de llevar a la perdición al más íntegro de los varones que aquellos de periodista sensacionalista con recatados hábitos monjiles en el tintero y también comulgo con la idea de que Gary Cooper está siempre más cerca del solo ante el peligro que de un revolucionario de multitudes forzado por el hambre. En todo eso estamos de acuerdo. Pero ¿Me negarán que el discurso-definición de Walter Brennan en su papel de Coronel sobre las sanguijuelas es de los que crean afición ó adicción? ¿Me negarán que la fotografía es más que notable? ¿Qué me dicen de la música de Tiomkin? ¿Y del duelo de armónicas? Ok...No es el de banjos de Deliverance pero está bien. Y por último, ¿Acaso no es cierto que siempre hubo, hay y habrá quienes intentan cambiar multitudes por votos y quienes intentan la manipulación de las masas?
Y estoy con ustedes en que Barbara Stanwyck le van más los papeles de mujer capaz de llevar a la perdición al más íntegro de los varones que aquellos de periodista sensacionalista con recatados hábitos monjiles en el tintero y también comulgo con la idea de que Gary Cooper está siempre más cerca del solo ante el peligro que de un revolucionario de multitudes forzado por el hambre. En todo eso estamos de acuerdo. Pero ¿Me negarán que el discurso-definición de Walter Brennan en su papel de Coronel sobre las sanguijuelas es de los que crean afición ó adicción? ¿Me negarán que la fotografía es más que notable? ¿Qué me dicen de la música de Tiomkin? ¿Y del duelo de armónicas? Ok...No es el de banjos de Deliverance pero está bien. Y por último, ¿Acaso no es cierto que siempre hubo, hay y habrá quienes intentan cambiar multitudes por votos y quienes intentan la manipulación de las masas?
Capra, se sale literalmente con ¡Que bello es vivir!, con Arsénico por compasión ó con Un gangster para un milagro. Incluso ese cuento-film ambientado en el Shangri-La tibetano (Horizontes perdidos) tiene momentos encantadores aunque no sea su mejor trabajo. Y Juan Nadie lo mismo. Es una buena realización. ¿Obra menor? Bueno. Si un Picasso menor siempre es un Picasso, pues un Capra menor siempre será un Capra. Ustedes me entienden… Seguro. No le estoy dando patente de corso. Simplemente que valoro la obra en su conjunto y me gusta. Si señor. Me gusta.
Como crítica negativa: El final escogido para el film puede ser moral y políticamente correcto para los productores y censores de la época, pero no es el coherente con el film. Si Juan Nadie hubiese descendido de la azotea consistorial por el camino más rápido, los espectadores es posible que hubiesen acabado sorbiendo alguna que otra lágrima pero hubiesen dicho aquello de que un revolucionario muerto es mucho más peligroso que vivo, pues se convierten en héroes para el pueblo. La novela tenía este final lógico y coherente, en cambio, la película, más preocupada por nuestra salud social y mental, opta por el final feliz. Y colorin colorado...
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