miércoles, 26 de marzo de 2008

RECUERDO DE UNA NOCHE (MITCHELL LEISEN - 1940)



La combustión Fred MacMurray - Barbara Stanwyck tuvo lugar en 1944 con Perdición de Billy Wilder. Esto lo sabe cualquier cinéfilo de pro. Ahora bien, los experimentos químicos con esta pareja se inician en 1940 (en mis modestos conocimientos) con Recuerdo de una noche de Mitchell Leisen, director nacido en Michigan y que comenzó su carrera como diseñador de vestuario y de decoración en películas de Cecil B. De Mille ó el mismísimo Lubitsch.

Posteriormente, en su carrera como director tuvo colaboradores de excepción, como el propio Wilder en los guiones de Si no amaneciera y Medianoche, ó Preston Sturges, director de films como Las tres noches de Eva ó Los viajes de Sullivan. Quiero esto decir que la filmografía de Leisen merece ser rescatada de esos injustos olvidos que muchas veces depara la historia.

Nada mejor que iniciar el rescate con este Recuerdo de una noche que, a decir verdad, es el recuerdo de unas pequeñas vacaciones navideñas, con sus noches pero también con sus días, con sus sonrisas de felicidad inesperada y sus lágrimas de frustraciones predecibles (léase el amargo encuentro navideño de madre e hija) y por encima de todo, con ese concepto de la familia como unidad vital e indisoluble. La vida de Lee Lender (Barbara Stanwyck) es un compendio de fracasos, todos ellos derivados del gran fracaso mayor: la ausencia del calor, del amor y del soporte que da la familia. Los mismos valores que encuentra en la familia de John Sargent (Fred MacMurray). Aunque para ser absolutamente leales con la película, la misma familia que la arropa y la ampara en las Navidades que probablemente hubiesen sido las más tristes de su vida es la misma que en una escena cruel exige de ella, con muy buenas palabras, eso si, su renuncia sentimental.

De cualquier forma, la película aún con esos tintes ciertamente melodramáticos puede catalogarse como una delicada comedia, hábil y entretenida, protagonizada por dos actores que además de químicas sensuales y puntos de ebullición saben interpretar registros sencillos, notas limpias y simples que en su simplicidad encuentran su belleza. Todo ello de la mano de un realizador al que, igual que otros compañeros de aficiones acabo de descubrir. Ya se que es un tanto tarde: Mitchell Leisen.





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