De los comentarios leídos sobre esta película me quedo con esta frase : “Esta película es un clásico y sólido melodrama con una acertadas gotas de cine negro.”
¡Bingo! En pleno centro de la diana. Porque justo es lo que es: Un melodrama donde los aparentemente buenos no lo son tanto y los malos reconocidos también tienen sus virtudes. Que, ya lo dice el refrán: “Nada es verdad ni es mentira...” y donde “nuestra” Barbara Stanwyck transita por esos terrenos escabrosos que la vida llena de injusticias al mismo tiempo que va despojando de sentimientos. Y como la cosa va de penas, desamores e infidelidades no puede faltar el alcohol esconde penas y arruina carreras. No puede haber un melodrama que se precie de tal donde no aparezca el bourbon, el whisky u otros “chelis” de alta graduación y es precisamente aquí donde tenemos otro de los meollos de la cuestión: “¿Cuándo te emborrachaste, porqué y sobre todo... donde?” Porque no es lo mismo una borrachera discreta que una pública. Que las apariencias engañan y hay que guardarlas. Que la popularidad es efímera y se pierde en un instante. Y te estás presentando para fiscal del distrito.
Kirk Douglas sabemos que fue un actor de categoría excepcional, pero aún así sorprende la calidad de este su primer trabajo. Creíble y francamente bien. Lo mismo que Van Heflin y Lizabett Scott (esta última merece ser rescatada de esos olvidos injustos que tanto abundan en el mundo del cine). Y hablando de olvidos, no lo hagan de Judith Anderson, nuestra "odiadísima" ama de llaves de Rebeca, en otro papel cortado por el mismo patrón.
¡Bingo! En pleno centro de la diana. Porque justo es lo que es: Un melodrama donde los aparentemente buenos no lo son tanto y los malos reconocidos también tienen sus virtudes. Que, ya lo dice el refrán: “Nada es verdad ni es mentira...” y donde “nuestra” Barbara Stanwyck transita por esos terrenos escabrosos que la vida llena de injusticias al mismo tiempo que va despojando de sentimientos. Y como la cosa va de penas, desamores e infidelidades no puede faltar el alcohol esconde penas y arruina carreras. No puede haber un melodrama que se precie de tal donde no aparezca el bourbon, el whisky u otros “chelis” de alta graduación y es precisamente aquí donde tenemos otro de los meollos de la cuestión: “¿Cuándo te emborrachaste, porqué y sobre todo... donde?” Porque no es lo mismo una borrachera discreta que una pública. Que las apariencias engañan y hay que guardarlas. Que la popularidad es efímera y se pierde en un instante. Y te estás presentando para fiscal del distrito.
Kirk Douglas sabemos que fue un actor de categoría excepcional, pero aún así sorprende la calidad de este su primer trabajo. Creíble y francamente bien. Lo mismo que Van Heflin y Lizabett Scott (esta última merece ser rescatada de esos olvidos injustos que tanto abundan en el mundo del cine). Y hablando de olvidos, no lo hagan de Judith Anderson, nuestra "odiadísima" ama de llaves de Rebeca, en otro papel cortado por el mismo patrón.
Punto y aparte para Bárbara, actriz que sabe, enamorarnos (La mujer milagro), perdernos (Perdición) ó como aquí, sorprendernos con veleidades pasionales y carencia de los más mínimos principios vitales. Al referirnos a ella como “nuestra” Barbara siento que estoy formando parte de un círculo de privilegiados, de un club de fans de una actriz que, a pesar de lo que diga el calendario, sigue existiendo...
1 comentario:
Para mí, una de las mejores del género.
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