lunes, 10 de noviembre de 2008

LA PASION DE JUANA DE ARCO (CARL THEODOR DREYER - 1928)


Artistas de la cámara han habido muchos. Europa ha sido cuna de bastantes de ellos. Pero Carl T. Dreyer aporta algo diferente: la técnica cinematográfica al servicio de su majestad la verdad. Porque, no nos engañemos, cada primer plano de Santa Juana de Arco es un estruendo en nuestra sensibilidad para despertarnos, para decirnos "esta es la verdad", la Iglesia consagrando la injusticia, el poder eterno al servicio de intereses temporales. Y no resulta extraño como bien apunta Miguel que los altos cargos eclesiásticos ni siquiera los recientes, aceptasen esta verdad.

Duelen tantos primerísimos planos. Duele tanta lágrima en alta definición. Chapeau para los restauradores del film. Y de eso se trata. De que duela. Caiga quien caiga y pese a quien pese. ¿Que deberían haber lucido más los costosos decorados? Tal vez Dreyer deseaba el contraste mayúsculo entre el boato y la verdad dolorosa. Y, por descontado, esta, siempre y absolutamente en primer plano.

El resto, un desfile de vanidades, de orondos prelados cerrando filas alrededor de la iniquidad, de buitres a la espera del derrumbe psicológico de su presa. De tretas, ardides y artimañas en el supuesto nombre de Cristo. Solamente el pueblo, el llano, el "iletrado", el vulgo vulgar, pone coherencia en todo ello: "Habéis quemado a una santa".

En un cine como el actual donde los píxeles y los primeros planos son enemigos declarados de muchos actores es un lujo descubrir a una ACTRIZ como María Falconetti. La película es una obra singular pero gracias a ella alcanza la categoría de excelsa obra maestra.





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