jueves, 31 de diciembre de 2009

CAMPANADAS A MEDIANOCHE II (FATHER CAPRIO - 2009)


En mi post anterior les hablaba de las mejores películas vistas por mí en el 2009. Pero el último día del año es momento de propósitos. De descabezarse algún sueño cuanto más imposible mejor.

Tal día como hoy del 2008 les dejé mis particulares campanadas cinematográficas. Eran doce uvas peliculeras apropiadas para ir tomando durante los doce meses del año. Mi amigo Jack puede dar fe (y lo ha hecho maravillosamente en su blog) de su sabor, a veces en su punto, a veces demasiado dulzón e incluso algo agrio. 12 uvas como la vida misma. Gracias Jack.

No quiero que esa tradición se rompa. Por ello voy a proponer doce nuevas uvas. Cada una de ellas encarnada en una película que dejo anotada en mi agenda. Una para cada mes de este año nuevo que empieza y al que no le pido mucho, tan solo que conserve la salud de mis seres queridos y me permita seguir disfrutando de la amistad de todos ustedes.

¡Y luego digo que no pido mucho!





La emperatriz Yang Kwei-fei










El limpiabotas













Crash










M El vampiro de Dusserdolf














Muerte entre las flores













Ordet (La palabra)














Carretera perdida















No toquéis la pasta












Uno de los nuestros













Giulietta de los espíritus











El arca rusa












El diablo era mujer









UN BRINDIS POR EL 2010 Y POR TODOS USTEDES:







lunes, 21 de diciembre de 2009

UNA NAVIDAD DE CINE (FATHER CAPRIO - 2009)



La Navidad y el final del año son tiempo de balances, de cerrar un ejercicio analizando si el saldo ha sido positivo o, por el contrario, hemos acabado descosidos por todas partes. La crisis, indudablemente, ha marcado el año 2009 para los españoles, pero si, entre tanto desastre económico y financiero, hemos conseguido que el amor y la amistad sobrevivan, el año 2009 habrá sido un año excelente.

Y por ello quiero brindar con todos ustedes, que en un momento u otro se han acercado a estas páginas desde la comunión de aficiones, para que en estas fiestas, entre zambombas y villancicos, entre cava y mantecados, o entre abrazos y regalos, tengamos un recuerdo para el cine, ese cine nuestro que ha sido el comienzo de una gran amistad entre todos ustedes y este aprendiz de todo y maestro de nada.

Father Caprio.





Les dejo con mi selección de las 12 mejores películas vistas por mi en el 2009.




jueves, 17 de diciembre de 2009

QUO VADIS (MERVIN LEROY - 1951)


Probablemente la inmensa mayoría de quienes se asomen a este comentario se retirarán a toda velocidad. No está la vida como para detenerse en lecturas de antiguas películas de romanos como es el caso de Quo Vadis. Las legiones de Tarantino y otros procónsules arrollan las Galias cinematográficas. ¿Dónde va el menda este con Quo Vadis?. Y tienen razón. Si es que no voy a ninguna parte, muy al contrario me quedo.

Me quedo en un cine donde se curraban los guiones y donde ser actor significaba algo más que ponerse al frente de una cámara y si lo exige el guión despelotarse. Me quedo con un cine donde la música transportaba el sueño y donde el tiempo se detenía. Donde la sangre y las vísceras no subían necesariamente la nota de la película. Donde los efectos especiales eran casi propios de Merlin el encantador.

Y eso es Quo Vadis, una historia del mundo que se entrega al espectador para que la deguste. No lleva etiquetas de "veracidad contrastada". Quien quiera realidades "carbono-14" que se apunte al Canal Historia. La historia de Nerón, de Petronio, de Lucano y de tantos otros pudo ser así o de otra manera. A mí me da igual. Pero lo que me cuentan me agrada, en sus fondos y en sus formas. No es una fotocopia del pasado pero tampoco ciencia ficción. El incendio de Roma allí estuvo, los cristianos también como una afrenta a la gloriosa Roma de los dioses paganos, el Coliseo estuvo y está para que los incrédulos pisen su arena y sientan aún el olor de los leones embalsamando el aire del siglo XXI. Y el cine, y en este caso LeRoy, me lo acerca hoy hasta esa ventana donde se asoman las maravillas que en el cine han sido.

Quo Vadis es de esas películas que uno no sabe cuantas veces se ha visto. Que no puede explicarse porque casi todos saben de que va. Pero que están ahí aunque las modernidades se empeñen en echar tierra encima a estos clásicos y ya ni siquiera las cadenas televisivas se acuerden de ellos. Tal vez me obstine en no darme por vencido y seguirla recomendando a quienes la vieron, porque recordar es volver a vivir y a quienes no la vieron para que puedan hablar y juzgar con conocimiento de causa.

Al final sin contarles nada, creo habérselo dicho todo.




viernes, 11 de diciembre de 2009

EL JUGADOR (ALLAN DWAN - 1955)


¡Me gusta jugar al poker y perder! le decía un tertuliano a otro. ¿Y ganar?, preguntaba el segundo algo extrañado. ¡Ganar deber ser la leche!. Pues eso. Disculpen este chiste si no se rieron y si se rieron pónganlo en el haber de aquel genio del humor en serio como fue Eugenio.

El jugador es la historia de lo que pasa cuando uno pierde siempre. Situación poco proclive a bromas, chanzas y chistes y totalmente incompatible con las finanzas. Cuando uno pierde siempre o muy a menudo se le suele poner cara de mosqueo, los ojos entrecerrados tipo estreñimiento, y un espasmódico tembleque en los dedos de la mano que los hace cerrarse de forma impulsiva pero firme sobre el revolver.

Retrato de una timba algo dudosa podría subtitularse y sin duda la cosa sería acertada. Claro que al retrato hay que ponerle marco preferentemente dorado. Y así el oro, con su fiebre, desencadenan en mayor o menor grado los acontecimientos del film. Si es que hasta el tema musical se llama Hearth of Gold. El oro es la zanahoria que mueve a la lagarta prometida. El oro es la causa de que la ociosa sociedad del pueblo minero, despierte de sus seculares vagancias dispuestas a localizar como sea el plano del tesoro linchando de paso todo lo que se les ponga por delante.

En un plano ligeramente retirado tenemos una historia de amistad entre dos hombres que acabarán enfrentados por una mujer, si bien es un enfrentamiento muy distinto al convencional. A la mujer solo la quiere quien la desconoce. Quien la conoce actúa como el buen samaritano, acudiendo al rescate del amigo ciego. Y en el fondo del escenario, una cursi casa de señoritas a la busca de un buen marido. Al respecto me pregunto ¿No sería una casa de lenocinio puro y duro camuflada por las censuras carpetovetónicas hispanas? Si ya lo hicieron con Mogambo ¿Porqué no aquí?.

Con la misma pareja protagonista que en “Ligeramente escarlata”, Allan Dawn compone un trabajo hecho con oficio pero que apenas deja huella en la memoria. Payne me sigue pareciendo un actor algo insulso y Rhonda Fleming una pelirroja de aquí te espero, con curvaturas del círculo y otras perspectivas bien trazadas pero que, dada la época cinematográfica que le tocó vivir, no pudo ser conocida en muchas profundidades. Aquí se convierte en el centro de atención a pesar de la semi pamplinería de la casa de señoritas con buenos modales y en busca de buenos partidos, que por cierto no se de donde los iban a sacar si ahí se jugaban hasta las chanclas de la playa.

Como curiosidad. Un tal Ronald Reagan, presidente de los EEUU, antes de Obama y de muchos otros. ¿Haciendo prácticas para futuros conflictos internacionales? Tal vez. En cualquier caso, le ponemos un aprobado alto.




domingo, 6 de diciembre de 2009

LA COMEDIA DE LOS TERRORES (JACQUES TOURNEUR - 1964)


Me pregunto si esta película realizada por Tourneur en 1964 tuvo alguna clase de influencia en la formación de aquella inigualable pareja cómica, insignia del spanish humor surrealista que fueron los admiradísimos Luis Sánchez Polack y José Luis Coll, Tip y Coll para su amigos, que fuimos todos los españoles. Porque, viendo a Price y Lorre, nos damos cuenta de que en España pudieron faltar muchas cosas pero el humor de los señores de negro no.

De todas formas les confieso que tuve que ver la película hasta tres veces para intentar hacer una valoración lo más justa posible. En el primer visionado reconozco que me reí con algunos gags, como la subida nocturna por la escalera ornamentada con bustos grecorromanos, los gorgoritos-terremoto de la diva del bel canto a lo Cantafiore o cuando Mr. Black espada en mano se "despacha" contra un biombo con sorpresa. Sin embargo, al acabar el film tuve la misma sensación extraña que imagino tuvieron los espectadores de la época y que ocasionó cierto fracaso comercial.

Como suelo hacer habitualmente, después de ver una película contrasto mi opinión con otras de la red. Las de Filmaffinity en primer lugar. Luego otras, tales como las de Ozu,s world o de IMDB. Fue llegando a este punto que observé grandes discrepancias entre la floja valoración de Ozu y la de otros aficionados que la calificaban poco menos que de obra maestra. Por ello, no queriendo ser injusto con mis calificaciones volví a repasarla. Me detuve entonces en la genialidad de algunos diálogos. Especialmente mordaces los del funerario Trumbull con su esposa:

- Aléjate que me contagias el dinero.
- ¿Me rechazas?
- Hasta que no te conviertas en alcohol, si

Estimulado por este descubrimiento de valores no demasiado apreciados en mi primera visión pues me dije aquello de "no hay dos sin tres" y no piensen que no descubrí nada nuevo. Todo lo contrario, me di cuenta de que las interpretaciones de Price, Lorre, Rathbone, Karloff, la diva Joyce Jameson y ¡hasta el gato! eran geniales. Parecían personajes sacados de los comics más descerrajantes.

Y acabé sintiéndome tan a gustito entre venenos, ataúdes, asesinatos, carrozas mortuorias, féretros con una vida útil de trece años, muertos que no se mueren ni a tiros. Tanto es así que como mi tocayo y paisano Peret acabé tarareando:

¡No estaba muerto, estaba de parranda!...


viernes, 4 de diciembre de 2009

LA BELLA Y LA BESTIA (JEAN COCTEAU - 1946)



Edgar Morin, pensador francés, en su ensayo "El cine o el hombre imaginario" (1956) pone de manifiesto los paralelismos entre el cine y los sueños. El cine es ilusión de quien lo crea y de quien lo observa. Me quedo con esta frase especialmente tras haber visto La Bella y la Bestia de Cocteau, donde el sueño se hace arte. El séptimo. Y es que la película sobrepasa los límites de nuestros aparatos de TV o aquellas pantallas grandes donde los espectadores más afortunados pudieron ver el film. Y los sobrepasa para apoltronarse cómodamente en su hábitat natural: en esa parte desconocida de nuestro cerebro donde se gestan los sueños, porque Cocteau crea mis sueños. Si, leyeron bien, "mis sueños". Tal vez en eso consista el surrealismo.

En una época donde el cine lleva la consistencia de lo real a extremos donde el espectador acaba húmedo de sangres, sordo de estampidos y hasta cansado de tantas carreras sin sentido, con todas las excepciones que ustedes quieran, que serán aceptadas por mi, La belle y la bête de Jean Cocteau nos remite no solo a un cuento de hadas tradicional - eso también lo hace Disney - sino a nuestros propios sueños, a nuestras íntimas (y confesables) fantasías. O dicho de otra forma. Cuando sueño esta historia la sueño de la misma manera que Cocteau. Y las manos que agarran los candelabros, son las mismas. La que sirve el vino también. El susto del padre, nuestra pesadilla. El ballet de Belle entre cortinas al viento, nuestra sonrisa de relax en la profundidad del sueño. ¿Cocteau oficiando de Freud? Es una forma de verlo.

El análisis de este film ya ha hecho correr ríos de tinta. Añadir algo original es imposible. Sin embargo me gustaría exponer aquí una idea que se me ha quedado después de leer a los que de verdad saben de esto. Y es que, a diferencia del sentido original del cuento, donde se plantea el dualismo belleza interior-belleza física, aquí se añada un tercer elemento, otro dualismo, el de belleza recompensa versus fealdad castigo. La flecha certera de Diana pone las cosas en su sitio, de forma que el bello pero malvado Avenant "otorga" su rostro a una Bête cuya hermosura interior ya había enamorado a Belle.

Muchas lecturas que seguro que encuentran. Hay quien argumenta simbología masónica. Puede ser. Yo por mi parte me quedo con ese universo onírico de bosques, de nieblas, de caminos que se abren y se cierran, de caballos blancos, de llaves mágicas, de rosas, de agua en el cuenco de las manos...

Obra maestra. ¡Que grande es el cine!



lunes, 30 de noviembre de 2009

EL SABOR DE LAS CEREZAS (ABBAS KIAROSTAMI - 1997)



Es complicado hacer una crítica medianamente seria de esta película sin dar lugar a interpretaciones equivocadas. Intentaré explicarme:

Imagino que para un espectador oriental, el cine de Occidente “rasgará” cuando menos detergidos conceptos culturales. Lo mismo sucede a la inversa. Y esto es enriquecedor. Mi apoyo a cualquier iniciativa que divulgue filmografías sociológicamente diversas. Si algún día se consiguiese esa utópica convivencia en paz entre los seres humanos no cabe ninguna duda que sería a través del recíproco conocimiento. Y aquí es donde entran todas las manifestaciones artísticas, entre ellas el cine.

En la medida que tal conocimiento, hoy por hoy, es muy superficial y muy lejano de ese objetivo del que les hablaba, calificar negativamente esta película lo único que demuestra es que quizás no hayamos entendido nada y que nuestra occidentalidad nos ha puesto una venda en los ojos y en nuestra sensibilidad, de tal manera que estamos totalmente incapacitados para comprender y valorar.

En este orden de cosas, la película me ha dejado una sensación dulce como el propio sabor de las cerezas. Las reflexiones de un suicida frustrado por un árbol de picotas son un canto a la vida, en Irán, en Mozambique o en Brooklin. La parábola a lo Jorge Bucay me parece excelente. Incluso ese temor entre atávico y religioso a no ser enterrado me parece una oferta de reflexión.

Pero el resto me aburrió. El sabor de las cerezas se me volvió áspero en la boca de tanta arena. Las interminables vueltas y revueltas como copiloto del todo terreno me produjeron oleadas de sopor difícilmente resistible. La propuesta de reflexión cinematográfica no precisaba casi dos horas de monotemática machaconería.

Estoy dispuesto a aceptar que el problema soy yo. ¿Qué le voy a hacer? Si he nacido en un mundo de bloques, religiones y fronteras, que intento comprender, pero donde todavía hay cosas que se me resisten… Lo seguiremos intentando.



jueves, 26 de noviembre de 2009

LIGERAMENTE ESCARLATA (ALLAN DWAN - 1956)



Aunque suene raro el cine negro no es incompatible con el color. Chinatown de Roman Polanski es uno de los ejemplos coloristas más notables. Sin embargo los claroscuros y la mezcla en sabias proporciones de luces y sombras le sienta al "noir" como anillo al dedo, máxime cuando, como sucede en Ligeramente escarlata de Allan Dwan, la película resulta irregular, juntando momentos interesantes con otros en lo que se resquebraja casi por completo. Es entonces cuando el trabajo fotográfico puede echarle un capote a los guiones con agujeros. No sucede así en el caso que nos ocupa donde el color impregna la cinta de tonos kitsch y barrocos.

No obstante hay una razón de peso para estos colores años 60 y a lo Corman. Las dos pelirrojas. Estoy plenamente convencido de quienes sitúan al film un par o tres escaños por encima de su ubicación natural lo hacen plenamente impresionados de estas dos féminas de vestidos ajustados, cruzados mágicos y red hair, Rhonda Fleming y sus pantaloncitos así como Arlene Dahl con sus necesidades vitales pidiendo "raining men, aleluya" después de un período de reclusión, desvían la atención de una trama que, interesante al principio, va decayendo a medida que el film avanza.

Y el caso es que la cosa empieza bien, con un tal Marlowe (no Philip) luchando desde los medios de comunicación contra la mafia local y auspiciando a un candidato a la alcaldía capaz de acabar con la corrupción. Aquí debo decir que Dwan no nos propone un juego de ilusos. No. Se impone la realidad. Y a mafia muerta, mafia puesta. Y en el interín el tal Norman Marlowe pasando, a través de la ventana a mejor vida. Hasta ahí todo correcto, interesante y con ciertas dosis de originalidad. Sin embargo la segunda parte del film es un estudio de las consecuencias para la vida diaria de la corrupción municipal. Y ese es el punto donde se plantea el siguiente dilema moral: Si usted quisiese liberar a un familiar querido del peso de la justicia y pudiese acudir a estas vías de solución. ¿Lo haría o mantendría su integridad? Esta moralina es la que no me acaba convenciendo aunque reconozco que Allan Dwan la incardina aceptablemente en el contexto de la trama.

Eso sí, las dos pelirrojas en la "bagarre" que dirían los franceses, se dejan ver.



jueves, 19 de noviembre de 2009

CHARADA (STANLEY DONEN - 1963)





Stanley Donen (Un americano en Paris, Cantando bajo la lluvia, Siete Novias para siete hermanos, Una cara con ángel) cambia el musical por el suspense a lo Hitchcock y nos ofrece la película más auténtica de Hitchcock que Hitchcock nunca filmó. Lo cual no es poco. Sin embargo este es una línea de pensamiento que necesariamente acaba estrellándose contra la realidad pura de que Don Alfredo no hay más que uno y a Donen lo encontramos en el musical.

Dicho así parece que Charada sea un producto poco interesante. Nada más lejos de la realidad. Que Donen no sea Hitchcock o que el Cary Grant de Charada diste una inmensidad del Mr. Kaplan de Con la muerte en los talones, solo quiere decir eso, que de las odiosas comparaciones Donen resulta en desventaja. Pero Charada es una buena película, sin llegar a obra maestra, y muy entretenida, tanto que las dos horas se pasan prácticamente sin darnos cuenta. Y no les quepa duda que el entretenimiento, en estos tiempos que corren, es un activo a considerar.

La música de Mancini, un lujo, el niño y la pistolita, un grano en salva la parte, los diálogos, ágiles y certeros a la diana, Audrey, un amor, Cary un señor mayor con 59 tacos (se resistió a aceptar el papel por la gran diferencia de edad), los bandidos malos a lo Dalton y un tanto estereotipados, la gendarmerie en la luna, parisiense eso sí, y la CIA pues cambiando tanto de nombre como Mortadelo en la TIA cambia de disfraz. Y no me olvido de un Walter Mathau algo inusual pero dejando firma.

Hay que verla. Previamente se lavan los ojos y ponen en cuarentena las células grises de la memoria para desvincularse lo más posible del cine de un orondo director inglés, y empiecen a pasarlo bien. Especialmente recomendable en caso de empacho de Fassbinder, Rohmer o similares.

Todo ello dicho, claro está “con un respeto imponente”…

lunes, 16 de noviembre de 2009

LA SEÑORA MINIVER (WILLIAM WYLER - 1942)




Leo algunos comentarios acerca de este film de William Wyler y tal parece que el director deba pedir perdón por rodar en 1942 una película sobre acontecimientos que estaban sucediendo, para desgracia de la humanidad, por los mismos años. En los años 40 y 41 Inglaterra estaba siendo bombardeada por la Luftwaffe alemana con un saldo de 43.000 muertes y un millón de viviendas destruidas. Por ello, discrepo de quienes piensan que es una película para que la vean las madres. Es una película para todos. Para que nadie olvide la lección y debamos repetir curso.

Dicho esto, estoy de acuerdo en que hay muchas maneras de contar la historia. Puede hacerse desde la cruda y sangrienta realidad o desde la sencillez de lo cotidiano. Y William Wyler escoge este camino. El camino de la manipulación del espectador. Porque soy plenamente consciente de que Wyler me está manipulando. Pero lo malo no es eso. No. Lo malo es que me gusta que me manipule, que me lleve y me traiga, que me haga reír y me haga crispar. Porque lo de "Bombardeo, milady" dicho por un envarado mayordomo supone una sonrisa y se queda en pura anécdota, pero contar el cuento de Alicia en el país de las Maravillas a tus hijos en un refugio antiaéreo en pleno bombardeo es de un impactante de cojones.

Debo precisar y lo hago, que ser manipulado no significa que uno sea un crédulo de narices y piense que no existían conflictos sociales en la Inglaterra de los 40, que todo eran "rose garden,s" y que "tó el mundo es güeno y tó el mundo es mejor". Sé bien que el jefe de estación lleva las de ganar. Que milady es una buenaza en el fondo. Y que todo ello solo es así en las películas. Que la vida real es otra cosa. Pero me gusta que William Wyler me haga ver la dureza de los acontecimientos desde un prisma de humanidad, aunque luego los "clubs de la buena gente" escaseen. Lo hizo en "Los mejores años de nuestra vida" y me gustó, ¿Porqué no iba a gustarme ahora? Aunque no salgan chorros de sangre de la pantalla y no se esparzan los sesos por la moqueta, sé que esta guerra fue la más cruenta de la historia del hombre y aunque Wyler me la cuente a su modo les juro que me llega.

Seguro que en los 50 no le hubieran dado 6 Oscars pero en el 42 fueron todos merecidos. Y desde luego el de Greer Garson como mejor actriz también. ¿O es que también es criticable que le tocase interpretar un personaje con tanta fuerza?


sábado, 14 de noviembre de 2009

EL HOMBRE DE NEVADA (GORDON DOUGLAS - 1950 )




Suscribo la idea de reivindicación del western. Los géneros cinematográficos en ocasiones se gastan de tanto usarlos y algo así ha sucedido con el western, hasta el punto que las contadísimas reposiciones televisivas de películas del Oeste suelen producir en muchos espectadores, especialmente los de las generaciones más actuales, cierta actitud de rechazo.

Lo cierto es que la cosa tiene su explicación desde la óptica de los tiempos y las modernidades, pero no desde el punto de vista de la calidad. El western tradicional nos ha dejado muchas obras maestras, bastantes excelentes trabajos y algún que otro fiasco, que de todo debe haber en la viña del señor. Incluso, las contadas ocasiones en que el cine más actual se ha aproximado al wild west y a sus leyendas, se han saldado con aceptable éxito.

Hablar de western seguro que es hablar de John Ford, de Anthony Mann, de Delmer Daves, de John Wayne, Gary Cooper o James Stewart, pero también de Gordon Douglas en la butaca directiva y Randolph Scott al caballo. Y el mismo Douglas que me sorprendió positivamente en Río Conchos, en esta película "The nevadan" demuestra profesionalidad a raudales y buenísimos conceptos cinematográficos.

Partiendo, como eje central, de un planteamiento no demasiado original: La huída de un bandido para recuperar el oro escondido fruto de un antiguo golpe, Douglas vertebra diferentes historias que dotan de contenido e interés al film. La desmedida codicia del cacique del pueblo, la típica e imprescindible historia sentimental, la peligrosa amistad del jerarca y su socio y los ocultos intereses de los improvisados compañeros de caminos, dan consistencia a un film que podemos incluir entre esos excelentes trabajos de los que les hablaba antes.

Y es que el cine de vaqueros, de indios, de diligencias, de mineros atacados por la fiebre del oro, es un cine seguro. Seguro de entretenimiento.



miércoles, 11 de noviembre de 2009

LA BELLA MAGGIE (ALEXANDER MACKENDRICK - 1954)



Parece que estos tiempos de acelerados adelantos tecnológicos están haciendo cambiar al mundo. Sin embargo si dejamos de mirarnos el propio ombligo nos daremos cuenta de que el mundo nunca ha dejado de cambiar. Es probable que últimamente los cambios se produzcan a mayor velocidad, pero en todo tiempo y en todo lugar ha existido lo viejo y lo nuevo como prueba evidente de un mundo en transformación.

Alexander Mackendrick en “The Maggie” es testigo y narrador del cambio (año 1954) en lo que al comercio naval se refiere, exponiendo ante los espectadores tanto los transportes artesanales tradicionales en viejas barcazas dirigidas por independientes marineros-lobos de mar, un tanto a lo Popeye, como la modernización del sector a través de navieras que dirigen las operaciones comerciales y que cuentan con su propia flota. El propio capitán MacTaggart, en la cantina, ante las burlas de sus colegas, defiende su independencia ante la subordinación de los demás. Sin embargo, nos damos cuenta de que MacTaggart y su tripulación así como “The Maggie” nadan a contracorriente de los tiempos y que pronto serán engullidos por un futuro que no tiene piedad de quienes no toman su tren.

“The Maggie” es un cuento. Con cosas de esas que solo pasan en los cuentos. Un cuento que se viste con la falda escocesa y a cuadros de los mares de Glasgow y de otros lugares donde los marineros cazan faisanes, cumplen cien años y se casan por amor. Un cuento con ribetes de comedia social, esa comedia que tan bien se les da a los ingleses, probablemente porque saben investirla con su propio y característico humor. De cualquier modo, aquí el humor es un tanto más amargo de lo acostumbrado. Como en Whisky Galore o en El quinteto de la muerte, sigue siendo inteligente, pero aquí a la sonrisa se le añade un rictus de tragedia, debido al destino inflexible de mundo que se desmorona empujado por otro que se levanta.

Los viejos marinos, a diferencia de los roqueros, sí mueren. Y esta es la crónica.

Y mientras tanto el grumete se pregunta ¿Por qué?