sábado, 28 de febrero de 2009

ÁNGEL (ERNST LUBITSCH - 1937)


La simbiosis de Marlene Dietrich con esos seres celestiales cuyo sexo siempre está en entredicho es absolutamente perfecta. Baste recordarla en El Ángel azul de Sternberg o en este Ángel de un rubio completamente seductor del mago de las comedias Ernst Lubitsch. Ambas películas retratan a la perfección el atractivo y la feminidad de una actriz capaz de hacer perder el oremus al profesor más cartesiano que podamos imaginar (Emil Jannings) y hasta al casanova más experimentado (Melvyn Douglas).

Aquí Marlene se despoja de aquel esmoquin masculino tipo Morocco que le otorgaba cierta ambigüedad andrógina e incluso de los uniformes militares tipo Navy sud-asiática con los que recalentaba el ambiente en Seven Sinners de Tay Garnett. Aquí pone los ojos más angelicalmente dulces que le recordamos. Los pone, evidentemente, porque los tiene pero también porque hay un señor que se llama Lubitsch que tiene muchas habilidades cinematográficas y entre ellas, sacar lo mejor de cada actor y actriz.

Y ahora hay que hablar de Lubitsch - ¿Cuantas veces lo habré hecho ya? - y de su maravillosa manera de entender el arte Lumière. No estamos probablemente ante su mejor trabajo, tal vez porque abunda más el tono drama que el tono comedia, lo cual significa ciertas trascendencias poco dadas a surrealismos, pero aun así estamos ante un film claro hijo de Lubitsch, donde los "fueras de plano" llaman a las puertas de nuestros centros neuronales para preguntarnos "¿Te estás dando cuenta de lo que va esto? ", y nosotros, apenas conseguimos balbucear un sorprendido " Si, claro..." mientras se rompen nuestros esquemas.

¿Qué esperamos un encuentro Ángel- Anthony , sorprendente y embarazoso? Pues no. Lubitsch le da un toque distinto simplemente con un retrato levemente girado. ¿Que no sabemos como les sentó la cena a los comensales? Lubitsch nos lo cuenta a través de los sirvientes como si fuesen adivinos que en lugar de concentrarse en los posos del café lo hacen en las sobras de los platos. Así Lubitsch nos lleva y nos trae, un tanto a su antojo, por uno de sus temas argumentales más "queridos", el aburrimiento matrimonial, la mujer brasa y sopla el diablo. Lo mismo que lo hace en Los peligros del flirt, Una mujer para dos o Lo que piensan las mujeres, solamente que con tintes algo más serios pero igualmente bien conseguidos y trabajados.

Herbert Marshall, especialista en maridos ocupados y aburridos (recuérdese El velo pintado), bien. Melvyn Douglas, entre seductor de Ninotchkas y marido idénticamente aburrido (Lo que piensan las mujeres), bien. Edward E. Horton, en un papel breve pero ajustado a su inigualable línea interpretativa, bien.

Pero Marlene... ¡Ay Marlene! Hermosa, sublime, femenina... Inigualable.



viernes, 27 de febrero de 2009

EL PECADO DE CLUNY BROWN (ERNST LUBITSCH - 1946)


Lubitsch es, sobre todo, la comedia. Pero no cualquier clase de comedia, sino la comedia sofisticada. Abstenerse comedias soeces, chabacanas y burdas. Abstenerse también los exprimidos hasta la saciedad, gags de siempre, carreras, tropezones, tortazos, tartazos, etc. Lubitsch es la originalidad al poder, los diálogos inteligentes y el surrealismo más real que el cine ha ofrecido nunca. Y como super plus, el archifamoso toque Lubitsch, ese que necesita de la complicidad del espectador para surtir plenos efectos. El que habla sin decir, no porque le falten palabras sino porque una imagen, inteligentemente transmitida, vale por mil de ellas.


El pecado de Cluny Brown es una comedia inteligente para espectadores despiertos, inteligentes y que tengan intacta su capacidad de sorpresa. En ese sentido es una película intemporal que no envejece mal, simplemente porque no envejece. Una clase social aislada en su nube y cuyo sentido de la implicación en la realidad social consiste en escribir una carta al Times es un tema plenamente intemporal. Los convencionalismos y el culto a lo que está bien, a lo decente y al que dirán, sigue teniendo, aun en nuestros días, plena vigencia. Y lo mismo cabe decir, de uno de los leif motiv del film, el saber estar en su sitio, pero…¿Cual es ese sitio?. Si, milady. No, milady. No existir, no ver, no oír. No ser nada.


Quizás ese maravilloso cóctel que tan magistralmente prepara Lubitsch tenga unas gotitas menos de toque y unas gotitas más de crítica social. En cualquier caso el Bloody Brown es excelente, con una Jennifer Jones que nos convence en su papel de fontanerita de pocos vuelos y un Charles Boyer cuyos papeles de vividor, noble venido a menos, o similares, le quedan bastante bien. Y por encima de todo quiero resaltar los diálogos cuya ironía, mordacidad y surrealismo son únicos. Si me saben interpretar, les diré que recuerdan a los de los Marx. Claro que el surrealismo de Lubitsch es más elegante y comedido mientras que el de los Marx es un aluvión de absurdos imprevisibles.


Probablemente es de esas películas que hay que ver más de una vez, para captar todas sus profundidades, sus erotismos muy muy larvados, sus críticas sociales y todo lo que el director oculta bajo la apariencia de frivolidad alegre y confiada. Un detalle, me quedo con el “Sube” final de Charles Boyer. Imperativo. Vale. Ya está bien.






domingo, 22 de febrero de 2009

EL SOSPECHOSO (ROBERT SIODMAK - 1944)


Podría haber sido rodada, perfectamente, por el mago del suspense Alfred Hitchcock, pero no, El sospechoso es hija de otro gran mago, el del cine negro, Robert Siodmak, director de quien acabo de comentar La dama desconocida y del que no me canso de visualizar sus películas.

Claro que, aquí el mérito está un tanto más repartido. No en vano Charles Laughton no es tan solo un nombre de actor atrayente para los aficionados a esto del cine. No. Es mucho más. Laughton es el mismo cine. Y voy mas lejos, si Laughton no hubiese existido lo tendrían que haber inventado. La película es buena, la trama interesante, la atmósfera muy bien conseguida, el trabajo de los actores excelente y muy bien dirigido. Pero la diferencia entre un buen film y un film excelente está en Charles Laughton. Borda a la perfección el papel de comerciante maduro cuya vida personal está abocada, como tantas otras, a la monotonía y al hastío matrimonial hasta que el azar, caprichoso, como sabemos, pone en su camino a una Ella Reines que es capaz de enamorar al más flemático de los ingleses, lo mismo que lo hace, blanco y negro incluido, con todos nosotros. De Ella Reines ya hablé, en similares términos en mi comentario de La dama desconocida. Pues bien, más de lo mismo. Buena actriz a la par que hermosa y muy recomendable.

En definitiva, una terna de lujo, Siodmak, Raines y especialmente Laughton que convierten en excelente una película con algunos de los tópicos que suelen abundar en este tipo de cine, por ejemplo el policía que parece andar despistado, tipo "gabardinas Colombo" pero que al final sabe tender bien esa trampa donde inexorablemente quedan atrapados los malhechores, o también el chantajista de turno. Pero, estando Laughton, todo es igual y al propio tiempo distinto. Laughton es, sin duda, la diferencia.





viernes, 20 de febrero de 2009

LA DAMA DESCONOCIDA (ROBERT SIODMAK - 1944)



Robert Siodmak es, sin duda, uno de los maestros del cine y un auténtico especialista en el género negro. Películas como La escalera de caracol, Pesadilla, El abrazo de la muerte o la inconmensurable Forajidos, lo acreditan. Pues bien, en este suma y sigue, hay que hablar de un trabajo magnífico, La dama desconocida, film de escaso presupuesto donde la profesionalidad de Siodmak suple con imaginación cualquier tipo de estrecheces.


Debo decir que una de las cosas que más me ha gustado del film es la simplicidad de su argumento. Esto no suele ser demasiado habitual en el cine de intriga, donde, generalmente, el guión suele tener tal cantidad de recovecos que el espectador acaba hecho un auténtico lío y a lo máximo que llega es a identificar a "los malos", personajes de "oscuros y enrevesados" motivos. Aquí no. Aquí, el planteamiento es simple. Varón casado y con problemas maritales no puede justificar su coartada la noche que su mujer es asesinada. Ya está. Esto es todo. O casi todo, que el resto no puede ni debe contarse, pero que, les aseguro, que está en la línea de la sencillez argumental.


Pero La dama desconocida merece algunos comentarios adicionales. Por una parte, el buen trabajo y la calidad como actriz de Ella Raines, una habitual de Siodmak y cuya filmografía, no muy prolífica, merece ser revisada. Por otra parte, Elisha Cook, buen secundario donde los haya y al que recordamos, además de sus típicos y tópicos papeles de matón de medio pelo, por su trabajo en The Killing (Atraco perfecto) de Kubrick. Aquí nos ofrece una magnífica actuación como batería casanova y sinvergüenza, maravillosa sesión de jazz incluida. Algo similar sucede con Thomas Gómez, actor de esos que no parecen estar pero están y al que hemos visto en La mujer pirata o Una aventurera en Macao pero al que recordamos especialmente al frente de la corte de matones que acompañaban a Edward G.Robinson en Cayo Largo.


Con momentos de innegable tensión, luces y sombras propias del género y una banda musical que acompaña bien, aunque no incorporó a los títulos de crédito la canción Cheek-ee-Cheek, circunstancia por la que los compositores demandaron a la Universal, la película tiene un aire Detour (serie B, imaginación, buen cine negro) que le sienta de maravilla


LAS FRONTERAS DEL CRIMEN (JOHN FARROW - 1951)



En cine, como en casi todo lo que concierne a esta vida, la capacidad de inventiva se hace cada vez más difícil. La mayoría de los temas que nos parecen novedosos, alguien ya los trajinó con anterioridad. Este es el caso de Las fronteras del crimen, película de John Farrow que parece querer recordarnos aquel Cara a Cara de John Woo, con intercambios faciales Travolta-Cage.

Aquí la cosa no llega a tanto. Más bien se queda en conato. En intento nulo, por utilizar léxicos deportivos. Claro que en el interín encontramos de todo, desde un Mitchum a lo Mitchum, es decir, irónico y por encima del bien y del mal, hasta una Jane Russell llena de exhuberancias al gusto Howard Hughes, pasando por un Vincent Price que, abandonando sus habituales looks terroríficos pone una nota de humor inusual y un tanto desafinada en una película que parece encuadrarse en el cine negro pero que navega un tanto a la deriva impulsada por aires de comedia o de melodrama ocioso y vacacional.

Se ha dicho que hay tres películas en una. La primera, secuencialmente, puro cine negro con un Raymond Burr en plan mafioso exiliado y con morriña de retorno y un Robert Mitchum caracterizando, por así decirlo, un personaje típico de Chandler. ¡Ah!, y donde no falta la vamp de turno. La segunda, cine vacacional, hotelito playero, alguna parejita en apuros y una partida de poker salvadora. Y mucho, mucho ocio. Y la película final, donde Price se erige en Price superstar y a golpe de sentencias shakaspearianas y de escopetas en ristre “lidera la revolución” a lo viva Zapata, dotando de una bis cómica a la película que podrá gustar más o menos pero que no está exenta de originalidad. Añado, por ser justo, que Vincent Price lo hace bien, incluso aunque no estemos de acuerdo con el giro folletinesco de la obra.

Este “menàge a trois” resulta curioso y ciertamente el film acaba obteniendo nuestro aprobado, especialmente por lo que hace a los diálogos, francamente ingeniosos y también por las escenas de acción finales en entornos complicados como las estrechas escaleras o la sala de máquinas del barco. Eso si, no debemos ser demasiado exigentes. ¿Entendido?...







viernes, 13 de febrero de 2009

EL HOMBRE DE KENTUCKY (BURT LANCASTER - 1955)


El hombre de Kentucky es una de esos trabajos que se ajustan plenamente a un esquema, digamos universal y reconocido, de películas familiares, sencillas, con moralina, de fácil digestión y que todos coinciden siempre en calificar de entretenidas.

Burt Lancaster aplica la fórmula “mágica” y obtiene precisamente eso, una película que se deja ver pero que no pasará a la historia del cine por sus valores cinéfilos. Interpretada por él mismo y con unos cuantos actores reconocidos como Walter Matthau, John Carradine y John McIntire, narra las “aventuras” de padre, hijo y perro, con ansias de libertad. Pero, hasta para ser libre hace falta dinero y para conseguirlo, la “troupe” debe hacerle una visita a los parientes, lo cual está a punto de dar al traste con el invento, ya que el aburguesamiento echa sus redes y a punto está de cambiar la baraja.

Claro que, como sucede en este tipo de películas, las cosas vuelven al redil y acaban como debe ser, para deleite de espectadores chicos y grandes.

Resulta curioso el personaje de Lancaster, un tanto simplón, en el mismo año que dio vida a otro elemento de la misma astilla, como fue Alvaro Mangiacavallo en La Rosa Tatuada, claro que al lado de una rompe y rasga de la categoría de Serafina DelleRose (Anna Magnani) a ver quién no se atonta mas de la cuenta.

Resumiendo, lo que les dije, entretenida…





miércoles, 11 de febrero de 2009

DE ISLA EN ISLA (TAY GARNETT - 1940)


Cinco años antes, en 1935, Tay Garnett nos había llevado de la mano del capitán Clark Gable por los exóticos mares de China (China sees) y ahora repetimos crucero con De isla en isla, producción de Universal Pictures a mayor gloria de Marlene Dietrich quien acababa de interpretar para ellos, Arizona (1939) de George Marshall.

Un primer apunte: El "turístico" título hispano difiere en lo sustancial del original Seven Sinners (Siete pecadores) que no estaban las cosas para tentar al diablo más allá de lo imprescindible. Y si por medio está Marlene Dietrich es prácticamente seguro que los pecadores serán mas de siete y que el pecado, con seguridad, no es el de la gula, ni siquiera el de la pereza.

Y es que Marlene, precursora de aquella "Bella del pacífico" (Rita Hayworth) de Curtis Bernhardt del año 53, se mueve como pez en el agua de los cabarets, salas de fiesta y locales de entretenimiento a uno y otro lado de los mares, especialmente si entre los parroquianos anda la soldadesca. Recordemos sino Morocco con el legionario Gary Cooper o esta película con todo un destacamento de la Armada encabezado por un John Wayne que, de haber sabido que le esperaba una Bijou andrógina y sensual, probablemente se hubiese bajado antes de la diligencia fordiana.

Porque, sin engañarse, el activo principal del film es Marlene. La Marlene de sensualidad desbordante, la Marlene seductora desde sus ambiguas vestimentas masculinas. El resto, en otro plano, incluso John Wayne, actor al que eligió personalmente Marlene Dietrich, y que estaba en la verdadera rampa de lanzamiento de su carrera. No hablemos de Broderick Crawford, Oskar Homolka, Anna Lee o los demás, que con certeza no serán recordados por su interpretación en este film. Pero Marlene, sin ser su mejor trabajo es un suma y sigue en esa línea de actriz y cantante, de misterio y seducción, de ambigüedad y feminidad que tan bien le sienta.

Imprescindible para "pecadores de la pradera" seguidores de Marlene.






domingo, 8 de febrero de 2009

LAS TRES LUCES (FRITZ LANG - 1921)

Fritz Lang bebe de las fuentes de la cultura europea para ofrecernos una película que parece sacada del gótico medieval cuya oscuridad fue una de las constantes históricas del viejo continente.

No es casual que El séptimo sello de Bergman que retoma el argumento transaccional entre la Muerte y el género humano, tablero de ajedrez por medio, se ubique en la Europa de las cruzadas como tampoco se me figura extraño que aquel fáustico intercambio de vida por alma tuviese su original escenario en tierras germanas a mitades del s. XV.

La cultura del viejo continente está ahí, esperando cineastas capaces de plasmarlas en imágenes. Y ahí es donde aparece Fritz Lang para, sobre un guión de su esposa Thea von Harbou, rodar una de sus primeras películas, obra magistral que sedujo a Luis Buñuel y conquistó a Alfred Hitchock, directores europeos por excelencia.

Película de simbolismos, donde las vidas humanas son velas y sus llamas el aliento. Las llamas se extinguen inexorablemente y la transacción consiste en evitar que se apaguen a cambio de la vida de la persona amada. El amor probando su fortaleza frente a la muerte y Lang rodando. Rodando fantasías exóticas y orientales, destapando el frasco de las esencias cinematográficas, filmando los góticos secretos de las luces y las sombras y haciendo del cine ese vehículo mágico capaz de transportarnos a un mundo donde los caballos se agigantan y los ejércitos surgen de la nada.

Y todo ello sin efectos de ordenador y esas cosas. Artesanía pura. Chapeau.






jueves, 5 de febrero de 2009

LA LEY DEL HAMPA (JOSEF VON STERNBERG - 1927)



Underworld (La ley del hampa) de Von Sternberg es el último film mudo de la Paramount y al propio tiempo el film pionero del cine de gángsters, basado en un guión escrito por Ben Hecht, uno de los guionistas más prolíficos de Hollywood a pesar de que sus relaciones con la industria del cine nunca fueron de su agrado, manteniéndolas únicamente por dinero. Aún así se le reconocieron dos Oscars de la Academia, uno de ellos precisamente por Underworld.

Hay que decir que Hecht procedía del mundo periodístico de Chicago y que con seguridad había tenido oportunidades de trabajo suficiente para especializarse en el mundo del hampa. Fruto de ello fue no solo Underworld sino también Scarface de Howard Hawks, cuya concordancia era evidente (recuerden el anuncio de neón con el lema "El mundo es tuyo" común en ambos films) y que además retrataban el mundo real de los jefes de los gangs. El gángster propietario de una floristería era un personaje de Chicago, lo mismo que el Tony Camonte de Scarface es la pura representación de otro gángster real, Al Capone.

Pero las similitudes terminan en el mismo lugar que empiezan las odiosas comparaciones. Scarface es mucho mejor película. Underworld tiene sus virtudes pero suaviza en exceso la violencia, aunque alguien haya comparado el acoso a Bull Weed en su escondite con el mejor cine de Peckinpah, léase Grupo Salvaje. Las armas de Von Sternberg no están tanto en los revólveres sino en las relaciones interpersonales y esta es la oferta de La ley del hampa, un triángulo donde el amor se enfrenta al agradecimiento, que de bien nacido es ser agradecido. Y en este terreno la película se mueve bien aunque con un exceso de moralina final que la descafeína un tanto.

Cuenta con momentos muy interesantes, bastante suspense y hasta cierto fino erotismo un tanto avanzado para la época y el género que estaba naciendo. Imprescindible para cinéfilos impenitentes.



lunes, 2 de febrero de 2009

TODOS LOS HERMANOS ERAN VALIENTES (RICHARD THORPE - 1953)

Richard Thorpe, director de películas enseña del cine de aventuras como Ivanhoe o El prisionero de Zenda, realizó en 1952, con la intervención de su actor más emblemático, Robert Taylor, esta película sobre el enfrentamiento de dos hermanos con sentidos del honor y del deber bien distintos y enamorados de la misma mujer, cuya fraternidad está en un tris de ser tirada por la borda (término marinero bastante apropiado como se verá) por razones de peso evidente: Una bolsa de perlas esperando mansamente sobre el lecho marino a que alguien pase a recogerlas. Pero el sentido del deber de Joel Shore, capitán del ballenero The Nathan Ross, lo llevan al enfrentamiento con una codiciosa tripulación, con su propio hermano y hasta con su misma esposa.


Lo anterior es un breve resumen de una película de aventuras que, por moverse más en el terreno de la psicología que en el de la acción no alcanza el nivel de los otros títulos mencionados. Las relaciones infantiles entre los hermanos con sus connotaciones en la edad adulta son un terreno espinoso y difícilmente encajable en un cine de aventuras dirigido a todos los públicos. Temas como el miedo o el desequilibrio a favor del hermano dominante dispuesto a seguir quitándole los juguetes, se arraigan en el fondo de la película y su conocimiento es imprescindible para entenderla. Pero estas incursiones en terrenos un tanto freudianos restan fuerza aventurera al film y, por ello, actores como Robert Taylor o Stewart Granger parecen no encontrarse en su mejor terreno. Dicho de otro modo, los dos están bien pero podrían estar mejor.


En cualquier caso, la película se ve con interés. Los paisajes naturales son un atractivo adicional, igual que la belleza de la indígena Betta St. John, superando en seducción a una Ann Blyth un tanto ñoña, quizás por exigencias del guión. Las secuencias de caza de la ballena también son memorables, lo mismo que el color (nominación al Oscar incluida) y la música de Miklos Rozsa. Y por si fuese poco, reseñar la participación del gran Lewis Stone en su último papel.


Pero en su conjunto, los argumentos son excelentes para dedicar una hora y media a vivir el sabor de la aventura.





domingo, 1 de febrero de 2009

ANNIE OAKLEY (GEORGE STEVENS - 1935)


Una Barbara Stanwyck que con 28 años ya había protagonizado dos personajes estelares con Capra en La mujer milagro y La amargura del general Yen, trabaja aquí con George Stevens quien dieciocho años mas tarde dirigiría la excelente Shane (Raíces profundas) y que por aquel año 35 era un realizador principiante que apuntaba muy buenas maneras. El tema escogido fue la historia real de Annie Oakley, tal vez la mejor tiradora del Oeste, a quien Sitting Bull bautizó como "la pequeña tiro fijo" y que, formando parte del espectáculo del salvaje oeste del coronel Cody (Búfalo Bill) recorrió no solo los Estados Unidos sino el mundo entero.

La película se ajusta plenamente a los hechos realmente sucedidos lo cual, además de otorgar un punto a su favor, ratifica una vez más aquello de que la realidad supera en muchas ocasiones a la ficción o, como mínimo, la iguala. Así, lo que podría haber sido una "frivolité" del guión, como por ejemplo, el cigarrillo apagado por disparo de rifle en la boca del futuro kaiser, aconteció realmente y, como bien dice Barbara Stanwyck "podría haber cambiado el curso de la historia".

Filmada, como no podía ser de otra manera, en forma de comedia para todos los públicos, la película ofrece secuencias antológicas como la del gran jefe indio Toro Sentado desconcertado buscando la cama, la de los cocineros preparando las codornices cazadas por Annie (otro hecho real, por cierto) o incluso aquella en que el gran Búfalo Bill se suelta literalmente la melena siendo el hazmerreír de la "troupe". Esta sencillez en cuanto a sus planteamientos tal vez haya sido la causa de una minusvaloración pero, a decir verdad, es un buen trabajo de Stevens y una película excelente en el género de films de los años 30 de entretenimiento y para todos los públicos, cuyo grado de envejecimiento no ha sido demasiado malo sobre todo por tratarse de hechos históricos puestos al alcance de los espectadores de cualquier época.

Por lo que hace al reparto me quedo con Barbarita, quien tiene sobre mi ese poder de seducción cinematográfica solo reservada a las más grandes. A su lado Preston Foster sigue siendo un desconocido y Melvyn Douglas una estrella en potencia, deslumbrada por la luminosidad de la Stanwyck. ¡Ah! Y el jefe indio Thunderbird muy propio en el papel de Toro Sentado.