lunes, 24 de abril de 2017

MATER DOLOROSA (ABEL GANCE, 1917)






En una sociedad postmoderna y pre-apocalíptica quienes aún buscamos las reliquias de Santa Teresa en el maravilloso mundo de los Hermanos Lumiere somos pocos y gracias a que nos refugiamos en nuestros iglús de celuloide conseguimos que no nos declaren locos ni se nos prenda fuego en hogueras de nitrato de plata. Pero me consta que, quienes han pasado por este mi blog que siempre fue el de ustedes, son gente que viviendo con plenitud la cultura de su tiempo encuentran un hilo conductor entre aquellos grandes locos con sus locos cacharros y las vivencias culturales de hoy en día. Y eso me parece hermoso y para esa gente con un alma barnizada de cultura y de historias inolvidables me atrevo a escribir y hablar de un genio del cine francés y universal: Abel Gancé. 


En este año 2017 se conmemoran los 100 años del estreno de su película Mater Dolorosa, una exitosa producción que anticiparía sus más reconocidos trabajos como J´accuse o Napoleón. Cineasta comprometido con los conflictos bélicos, especialmente con la primera gran guerra, aparcó momentáneamente los temas militares para centrarse en la cotidianeidad vital de una burguesía atrincherada en reconocimientos y respetabilidades, componiendo una película de soledades, de infidelidades, de celos y sobre todo de silencios, de muchos silencios. Son silencios cargados de bayonetas, lacerantes, hirientes, enloquecedores. La ley del talión. El ojo y el diente hechos silencio. El silencio de un film mudo al que tuve que vestirle con algunos temas clásicos que merodeaban por mi PC. El vacío insufrible se fue llenando pero la tortura del silencio permaneció incólume e in crescendo.


Un matrimonio en busca de respuestas. Un padre sospechoso de in-paternidad. Una madre que solo encuentra la mudez absoluta donde debería escuchar la risa de su hijo. Dos fuerzas inflexibles enfrentadas la una a la otra, con una promesa in articulo mortis como fondo. Todo ello conforma un film oscuro, de sombras y transparencias, espléndidamente captadas por la cámara, que insinúa más que declara pero que cala nuestra sensibilidad como caló la de los espectadores de su tiempo. Tanto que fue necesario un remake dieciseis años después realizado de nuevo por Gancé.


Podríamos discrepar acerca de la oportunidad o no de un final que no pienso descubrirles, pero una cosa les digo: En ocasiones los dramas corrientes concluyen (si lo hacen) con finales inusuales y lo mismo sucede a la inversa. Así es la vida y así son las exigencias del guión.

Puntuación: 7, 60