jueves, 27 de septiembre de 2012

EL ÚLTIMO HOMBRE SOBRE LA TIERRA (SIDNEY SALKOW, UBALDO RAGONA - 1964)


Basada en “Soy leyenda”, novela escrita en 1954 por Richard Matheson, autor americano especialista en ciencia ficción y creador también de “El hombre menguante”, El último hombre sobre la tierra es la primera de sus tres versiones cinematográficas y, según dicen, la mejor y más ajustada al libro, lo cual podría deberse a la participación en el guión del propio Matheson, aunque a fuer de ser sinceros éste no debió acabar muy convencido del resultado cuando decidió utilizar un seudónimo en los créditos, apareciendo como Logan Swanson.

Sin tratar de abrir un debate sobre concordancia, plena o no, entre cine y literatura, en aquellos casos (que son muchos) donde el guión cinematográfico trae su origen en novelas y otros escritos suficientemente conocidos, debo decir que salvo obras universales cuya modificación supondría un sacrilegio y siempre, con el debido respeto al espíritu de la novela, condición no negociable, para el resto, no encuentro mayores problemas en su “adaptación”  a terrenos cinematográficos, siempre que ello vaya en beneficio del espectador medio y de una duración equilibrada del film.

En el caso que nos ocupa es muy probable que Vincent Price, por edad, no encajase en el modelo de último hombre idealizado por Matheson. Tampoco su profesión de investigador científico tenía nada que ver con la literaria, aunque probablemente su condición de experto en la materia haga que el film avance con más ligereza y claridad. Hay que tener en cuenta que se trata de una película de 1964 y que las portadas de los periódicos no se llenaban ni de vacas locas ni de catastrofistas gripes aviares.

Su argumento puede resumirse de forma rápida. Un virus que se propaga por el viento ha asolado la Tierra y convertido a sus habitantes en vámpiros. A todos excepto a uno (Vincent Price) quien ha acomodado su vida a una serie de rutinas tanto de subsistencia como de supervivencia. Así dedica su jornada diurna a aprovisionarse de alimentos y combustible, a la vez que limpia las calles de cadáveres y “peina” minuciosamente la ciudad en busca de vampiros a los que clavar una estaca para desembarazarse de ellos definitivamente. En la noche, busca refugio en su vivienda tras ristras de ajos y espejos que le protegen de unos muertos vivientes un tanto “inocentones”. Su vida se sobresalta al comprobar que existen otros seres aparentemente vivos.

Lamento que la versión que he visionado esté coloreada. Cuentan que el Black and White le sienta espléndidamente. Aquí terminan las lamentaciones de este Jeremías, en cuanto al resto puedo calificarlo positivamente y si bien no llego al punto de afirmar, como otros críticos, que es el mejor trabajo de Price, reconozco que hace creíble su personaje aunque lo de los zombis vampíricos no va demasiado conmigo por mucho que un tal Romero sacase ideas para su film insignia, debo acabar valorando positivamente esta primera versión de una obra clave de la ciencia ficción.

Puntuación: 7,15

viernes, 21 de septiembre de 2012

MODESTY BLAISE, SUPERAGENTE FEMENINO (JOSEPH LOSEY - 1966)



La gran mayoría de mis críticas cinematográficas publicadas en este blog, que es el suyo, han versado sobre películas que me resultaron interesantes por uno u otro motivo y que en algún grado, mayor o menor, según mi personal valoración, merecen ser recomendadas a todos los amigos que me visitan. Con “Modesty Blaise” se trunca esa especie de regla tácita, probablemente porque se trata de un film de un director tan controvertido como Joseph Losey quien, objeto de investigación por el Comité de Actividades Antiamericanas, decidió exiliarse a Gran Bretaña allá por los 50.

No soy ningún experto en su cine y mi juicio se basa exclusivamente en 4 trabajos suyos: 1) Una magnífica “Galileo", donde Losey abusa un tanto de teatralidad 2) “El sirviente”, donde el director juega a manipularnos y consigue posiblemente lo que pretende, nuestro desconcierto 3) “El mensajero”, probablemente su película más “convencional” de las vistas por mi, con una muy buena interpretación de Allan Bates y la presencia de una adorable Julie Christie y 4) “Modesty Blaise”, pero esta es otra historia...

Soy de los que piensan que la singularidad del cine respecto de otras manifestaciones artísticas está en la identificación del mensaje que un sujeto (transmisor) trata de enviar a otro sujeto (receptor). El mensaje podrá engalanarse con una música apropiada, una fotografía de calidad,
vistosos vestuarios y grandiosos decorados, amén de actores competentes y bien dirigidos, pero un espectador medio debe captar el contenido del mensaje del realizador. Y aquí quería yo llegar (Please, disculpen todo el rollo previo)

En Modesty Blaise, Losey nos cuenta una historia de espías, basada en un famoso comic del año 63, y de la que se sirve para, a la vez, caricaturizar al género de agentes secretos con James Bond a la cabeza. Ese es el mensaje aparente que aprehende el espectador poco avisado y en la medida que el guión tiene más agujeros que un queso de gruyere el resultado es un bluff total. Hay que decir en descarga del guionista Peter O´Donnell que su trabajo original acabó hecho unos zorros merced a los cambios introducidos por el propio Joseph Losey, y a tanto llegó la cosa que O´Donnell comercializó posteriormente de forma literaria su propio argumento con éxito más que notable. 

Pero, volviendo al tema del mensaje, el transmitido por el sujeto emisor, confiere mucha más fuerza al continente que al contenido. Así, el op-art y la cultura de los 60 adquieren en la intención de Losey un protagonismo excesivo y a mi juicio poco apropiado que tan solo consigue que los espectadores nos perdamos entre colores chillones, diagramas repetitivos e hipnotizantes, decorados imposibles, etc, propios de una época singular, irrepetible y visualmente rompedora. La consistencia de una historia ya de por si bastante débil se resiente aun más por ese toque “cultural” donde Losey centra su mensaje. En IMDB he leído este comentario de un usuario que se autodenomina Gothick de Boston: “ The film is in reality a paean to style and to the triumph of presentation over substance which was a lot of what Sixties fashions were about. “ (en traducción libre, “En realidad la película es un panegírico del estilo y el triunfo de la presentación sobre la sustancia, con mucho de lo que constituyó la moda de los 60”) y que refleja perfectamente mi pensamiento sobre la cuestión.

La actuación de Dirk Bogarde, Monica Vitti y Terence Stamp, y algunos paisajes mediterráneos se salvan de una quema, a mi parecer, tan inevitable como justa. Y es que aunque la película tiene sus valores, estos son más propios de un museo de fotografías o de la moda de los 60 que de una película que deba interesar a los espectadores. Así que, respetando otras opiniones, les dejo la mía en forma numérica:

Puntuación: Un generoso 5,00

lunes, 17 de septiembre de 2012

IDENTIFICACION DE UNA MUJER (MICHELANGELO ANTONIONI - 1982)



Las herejías cinematográficas son comunes en este mundo bloguero y es que muchos de nosotros nos metemos a entendidos cuando no sabemos de la misa la media. Lo único que tenemos son dos ojos y dos oídos con los que intentamos recibir el mensaje de un film, desatendiendo antecedentes históricos personales de su realizador. A veces, nuestras luces son suficientes y a veces se manifiestan escasas para la comprensión del mensaje. Tal es el caso de "Identificación de una mujer" de Antonioni, un film difícil de un director muy personal.

Y es que Antonioni no solo merece mi mayor respeto sino que seguiré navegando en su cine a pesar de que de vez en cuando, como en este caso, mis sensibilidades cinéfilas anden como cover girl por rastrojo  preguntándose unas a otras ¿De que va esto? Algunas (de mis sensibilidades hablo) en la medida que más leidas e ilustradas, me hablan de las capacidades de don Michelangelo para ir desprendiendo secuencialmente las capas cebollinas que todos tenemos y que ocultan nuestra verdadera identidad. Es algo así como la búsqueda del nombre oculto de Dios, interrumpe otra sensibilidad que va de enteradilla. Y yo, absurdamente inidentificado, hago la pregunta del millón:  ¿Pero hay algo más?

Veo venir las huestes antonianas y grito ¡A las barricadas! En mi defensa, enarbolo la bandera de “Blow-up” película que califiqué en este blog con un sobresaliente alto lo que viene a demostrar que no rehuyo el cine que obliga a pensar e intento sacar mis propias conclusiones, pero esta Identificazione di una donna, film  postrero de un sobresaliente cineasta, destroza todas mis reflexiones. Y aunque algunos elementos sean claros, meridianos, y estén bien enunciados, la conexión entre ellos es un laberinto donde el espectador que no haya asistido a cursos de formación acaba perdiéndose.

La película se me figuraba una historia de mafiosos amenazando a Niccolò, un director de cine interpretado por Tomas Milián. Las relaciones de éste con Mavi, una hermosa joven interpretada por Daniela Silverio no eran del agrado de un personaje ignoto, cuya identificación parecía “a priori” el leiv-motiv del film. Craso error. Mister X no deja de ser ese elemento necesario para tensar la relación entre la pareja, para introducir los celos, las dudas, la sospecha, llegando al extremo de estirar la situación hasta límites cuasi de thriller en una escena nocturna donde, huyendo de los presuntos mafiosos, acaban enfrentados y perdidos en una inmensa niebla, en uno de mejores momentos de la obra. A las dificultades de pareja, añadimos la crisis de inspiración de Niccolò, sus contínuos fracasos en la busca de un argumento para su futura película, su infructuosa elección de actrices, su sentimiento de soledad…

Si tuviese que quedarme con un único momento de este film elegiría esa excursión a la Laguna Abierta veneciana, ese instante de soledad compartida, que parece significar la prueba de fuego donde dos identidades (eso que queda quitadas las capas cebollinas) se enfrentan a la soledad en compañía, ejercicio iniciático imprescindible para todo presunto matrimonio o pareja estable que se precie. Un instante que demuestra que la identificación no es tan solo de la donna sino también del uomo.

Atentos al diálogo:

Niccolo: Viniendo hacia aquí estábamos contentos

Ida: Yo todavía lo estoy. Aunque no es fácil con esta soledad

Niccolo: Nos imaginamos que la felicidad se encuentra siempre donde no estamos. Tiene que ser por eso que en este mundo hay mucha gente que sufre


Antes de todo ello, como habrán supuesto, ha habido un cambio de pareja, en la mejor línea Groucho Marx, y donde dije Mavi digo ahora Ida (Christine Boisson), claro que, en beneficio de ésta, debo decir que apechuga con un Niccolò resentido de su primer romance y de la mano negra que lo interfirió.

Mezclamos todo esto y ¿Qué sale? Supongo que a cada uno le dará un resultado diferente según hayan  mezclado o priorizado los factores. Por ayudarme acudí a fuentes especializadas. Aquí les dejo el enlace a una, por si se animan, pero empezó a dolerme la cabeza y tuve que dejarlo, sientiéndolo en el alma…

Puntuación: 6,00


miércoles, 12 de septiembre de 2012

LOS CABALLEROS LAS PREFIEREN RUBIAS (HOWARD HAWKS - 1953)



Estoy plenamente de acuerdo con aquello de Nadie es Perfecto, pero si alguien se le aproxima mucho estéticamente esa era Marilyn Monroe. Obviamente les hablo desde la óptica masculina y las féminas son muy libres de cambiar aquellas curvas que arrastraban a los hombres bajo las Niagara Falls por otros valores igualmente seductores de legendarios indomables.

Y es que nuestra Norma era tan perfecta que sabía que la más lista de la clase sería aquella que se hiciese pasar por la más tonta. Y de tal supuesto hizo una regla de oro como podemos comprobar dando un repaso a su filmografía: Bus Stop, Con faldas y a lo loco, Como casarse con un millonario, La tentación vive arriba y eso por no citar sus primeros pasitos siempre de femme despampanante capaz de arrastrar a la perdición al mismísimo Groucho Marx (Amor en conserva), a un maduro y mafioso Louis Calhern (La jungla del asfalto) e incluso tener su momento de gloria junto a Bette Davis y Anne Baxter en Eva al desnudo.

Sin embargo, Los caballeros las prefieren rubias no es un film perfecto. Las comedias de Howard Hawks se caracterizan por ese humor zigzagueante e imprevisible al que, para abreviar se ha venido en llamar “scrowball”. Su cine consigue la carcajada del espectador mediante una cierta apología del absurdo y de situaciones inesperadas cuando no imposibles . A mi modo de ver es una “técnica” que se beneficia de la propiedad contagiosa de la risa, motivo por el que, su exhibición en salas de cine o visionado en grupo, aseguraban el éxito. Los VHS, DVD, TDT unidos a la soledad del espectador de fondo son sus enemigos naturales y ese espacio poco favorable donde se notan sus carencias, especialmente si comparamos sus trabajos con los de Wilder, Lubitsch, Quine u otros.

Es cierto que en Los caballeros las prefieren rubias, Hawks no abusa demasiado de este efecto y tan solo la vista de la causa ante el Juez se nos presenta en plan desmadre cheli con una divertida Jane Rusell, exhibicionista, desenfrenada y peróxidada a lo Marilyn, y aunque seguramente Lubitsch no lo hubiese resuelto así, tampoco por ello hemos de cargar las tintas sobre una película entretenida y de buen rollito.

Dos amigas, Lorelei Lee (Marilyn) y Dorothy Shaw (Jane Rusell) viajan a Paris en transatlántico, bajo la vigilancia de un detective contratado por el padre del rico prometido de Lorelei quien desaprueba su relación. A su alrededor, todo un equipo olímpico, un millonario, algo pendoncete, con negocios en diamantes, y hasta un deseable aristócrata con mayordomo quien, para contrariedad de Lorelai, resulta ser un niño. Una diadema de diamantes acaba en el centro de la trama y su entrega/regalo/cesión o “robobo de la jojoya” el motivo de la comparencia ante los tribunales y el catalizador de un previsible “happy end” donde la presunta tonta resulta ser la espabilada del grupo, como se demuestra sobradamente en el siguiente diálogo:

Lorelai (dirigiéndose al padre de su prometido): ¿No comprende Sr. Osmond que un hombre rico es igual que una chica guapa? No se casaría usted con alguien solo por su belleza. Sin embargo esto es un gran aliciente

Mr. Osmond  : Eemm...

Lorelai: ¿Y si tuviera usted una hija dejaría que se casara con un hombre pobre?

Mr. Osmond : Bueno, yo...

Lorelai: Al contrario, desearía para ella lo mejor del mundo. Y que fuera muy feliz. ¿Que hay de malo si yo deseo también todo eso?

Mr. Osmond : De acuerdo, si, aunque...  ¡Oiga! ¡Me dijeron que era usted tonta! Y no me parece que lo sea

Lorelai:  Puedo ser inteligente cuando conviene... ¡Pero eso no gusta a los hombres!  Excepto a Gus (mirando a su prometido). A él sólo le interesa mi cerebro

Mr. Osmond : No. Espero que no sea tan idiota

Gus:  Padre ¿Has cambiado de opinión?

Mr. Osmond : No lo sé. No sé que decirte. Hijo, estoy hecho un lío

Los números musicales me parecieron buenos en general y excelente la canción insignia, especialmente por lo que hace a una coreografía no por demasiado vista, menos excelente.

No solo de films de culto vive el cinéfilo, también de rubias platino que entran por la vista y echan raíces en nuestros recuerdos.

Puntuación: 7,35


lunes, 3 de septiembre de 2012

MUERO CADA AMANECER (WILLIAM KEIGHLEY - 1939)



A los violentos años 20 le siguieron unos años, los 30, en que el cine de gángsters se hizo un hueco en las salas norteamericanas y desde allí se internacionalizó. Directores como Raoul Walsh, William A. Wellman, Roy del Ruth, Howard Hawks, el propio Curtiz o este William Keighley nos dejaron notables trabajos que ponían el acento en la era de la prohibición y en un mundo donde la depresión económica se cocinaba entre delincuencias, organizadas o no, y corrupciones varias.

Muchos han sido los actores que se hicieron un hueco en el género pero, entre ellos, dos comparten el sillón de los más grandes: Edward G. Robinson y James Cagney. Luego están los Bogart, Raft o el mismísimo Paul Muni en aquel espléndido Scarface, pero ellos marcaron un estilo propio e inimitable para un género que encontraba sus argumentos en la dura cotidianeidad de un período negro de la historia norteamericana.

Sin embargo lo que caracteriza a “Muero cada amanecer” no es tanto ese sórdido submundo de gángsters, asesinos, ladrones, extorsionistas, matones y gentes de la peor calaña. Todos esos personajes están ahí, encarcelados, pero los espectadores nos damos cuenta muy rápidamente que muchos de los que están fuera tienen más boletos para estar dentro que algunos de los reclusos. El film de Keighley es una crítica rotunda tanto al sistema carcelario como a la corrupción política y la moraleja que nos deja es que muchas veces la honestidad, la lealtad y los principios de una verdadera amistad se encuentran antes entre las clases más desfavorecidas que entre los poderosos.

En su inicio el film sitúa rápidamente la cuestión. Una pancarta electoral de un candidato político. Un grupo de hombres quemando documentos presumiblemente comprometedores. Un periodista: Frank Ross (James Cagney) observando la escena. Operación corrupta habemus. Algo así como la Spanish Malaya. El fiscal del distrito, candidato a gobernador, implicado en negocios turbios y Ross dispuesto a levantar la liebre. Como supondrán el intrépido reportero acaba golpeado, rociado en whisky y a los mandos de un vehículo que se estrella contra otro causando la muerte de tres personas. Declarado culpable de homicidio involuntario es enviado a prisión, donde descubre la brutalidad carcelaria y entabla amistad con un delincuente habitual “Hood” Stacey (George Raft) al que accede a ayudar a cambio de que Hood y su banda encuentren y hagan confesar la verdad a quienes incriminaron al periodista.

La película supuso la primera (o casi) colaboración entre Cagney y Raft (hubo un trabajo anterior donde la aparición de Raft casi pasó desapercibida: ("Taxi" de Roy del Ruth) y ello atrajo a los espectadores dado el carisma de estos dos grandes actores. En el lado negativo, hubo una cierta reacción institucional poco favorable a argumentos críticos con los estamentos americanos especialmente en un tiempo donde se barruntaba el conflicto bélico mundial.

Sin embargo estamos hablando de una película más que interesante, con dos grandísimas interpretaciones de Cagney y Raft. Es cierto que algunos detalles muy peliculeros, tales como el ingreso voluntario de Stacey en el penal para ayudar a su amigo o la bondad extrema del alcaide de la prisión, resultan un tanto forzados en aras a un final ejemplarizante del film, pero menguan poco la nota de un buen trabajo de un director a revisar en el futuro: William Keighley

Puntuación: 7,50