viernes, 16 de abril de 2010

EL CEREBRO DE UN BILLON DE DOLARES (KEN RUSSELL - 1967)


Los cerebros de un billón de dólares como muchos de aquellos revolucionarios (para la época) avances tecnológicos, acabaron en desguaces idénticos a los actuales, que, como anunciaban las coplas de Jorge Manrique, son la mar donde van a dar los ríos de la vida informática útil.

Película curiosa especialmente para quienes desconozcan aquellos monstruos antediluvianos del proceso de datos y las tarjetas perforadas, ubicados en inmensas instalaciones y alimentados y cuidados por una auténtica legión de especialistas en secuencias de bytes. Y es que eran años donde el trabajo del hombre alimentaba las máquinas a diferencia de los actuales donde los automatismos quitan el pan de la boca del personal en crisis.

Más allá de eso, estamos ante un film entretenido que se mueve entre la sátira política y el cine de espías. El entretenimiento no confiere ningún status de buena película. No, pero es en si mismo un valor y el trabajo de Ken Russell se deja ver. La fotografía de los gélidos paisajes finlandeses y el buen trabajo de actores como Michael Caine, Karl Malden, Françoise Dorléac o Ed Begley son los principales atractivos de un film donde mediante toques cómicos evidentemente exagerados se satiriza acerca de la peligrosidad de los fanatismos en aquella coyuntura histórica a la que se denominó guerra fría.

Ed Begley da vida a un general tejano que, al frente de una organización basada en el poderío del petróleo y contando con los mayores avances informáticos se convierte en una especie de iluminado líder mesiánico que mediante guerras bacteriológicas y juegos de espías pretende liberar a países como Letonia del yugo comunista. En ese contexto favorable e instigador de revoluciones, aparecen los agentes dobles, los infiltrados y los que sacan tajada, amén de toda la corte de personajes habituales en un género de espías con mezcolanza de “noir” y detectives tipo Marlowe sin un centavo y dispuestos a casi todo por sobrevivir.

Debo reconocer que la actuación de Begley es lo mejor de la película, por encima de la causticidad de Caine y el habitual buen hacer de Malden. La presencia de Françoise Dorléac con sus sugerencias tipo sauna finlandesa también se agradece. Hasta Oskar Homolka en su rol apropiadísimo de militar del KGB con funciones de contraespionaje está francamente bien.

Si no somos demasiado exigentes en cuanto a credibilidad, El cerebro de un billón de dólares, nos gustará o cuando menos nos hará pasar un rato entretenido con su aire cómic - kisch - pop art, años 60. Complicaciones las justas. Personajes dobles, los imprescindibles. Nada que nos impida seguir la trama con suficiencia. ¿Qué hay películas mejores? Evidentemente. Y peores…



domingo, 11 de abril de 2010

LA MISION (ROLAND JOFFÉ - 1986)


Es imposible hacer un comentario medianamente serio de una película como La misión sin referirse al papel jugado por España, Portugal y el propio Vaticano en la colonización de América. Sin embargo unas pocas líneas no son suficientes, sobre todo si consideramos la multitud de extensísimos estudios sobre este período histórico que condujo a nuestro país a ser la primera potencia de un mundo nuevo en cuanto a dimensiones se refiere.

Un resumen muy esquemático de La misión podría ser: “La Iglesia Católica al servicio de los poderosos” o también “Los intereses económicos frente a los divinos. Dios en un segundo plano”. Son frases, como otras muchas posibles, que tratan de compendiar lo fundamental de una película tan hermosa como dura. Hermosa en su fotografía. Bellísima en su música (genial Morricone). Espectacular en su desarrollo. Perfecta en sus interpretaciones. Durísima en su realidad.

En las páginas de aquellos libros de historia que abríamos sobre nuestros pupitres hace “un millón de años” descubríamos ilustraciones donde los clérigos españoles evangelizaban aquellas inhóspitas y recién descubiertas tierras. Nadie nos dijo que aquello fuese una tarea fácil. En verdad no lo era. Tampoco nos dijeron que los conquistadores fuesen hermanitas de la caridad. Se sobreentendía que buscaban oro, riquezas, Dorados, nombre y prez, y en esa búsqueda los arcabuces se llenaban de pólvora y se segaban vidas indígenas convertidas o no. Todo esto estaba allí, literal o sobreentendido, en los libros de texto, pero lo que no estaba y además era inimaginable para nuestras almas cándidas en formación, era que la Iglesia tomase el partido de los asesinos, de los esclavistas, de los usureros, de los intereses más interesados, en contra de los más débiles. Eso no estaba escrito y además no podía ser.

En La Misión muchos verán ciencia ficción histórica. Otros en cambio pensamos que las similitudes con la realidad de lo que en verdad pasó debieron ser numerosas. Otros acontecimientos como la cruzada contra los cátaros ya pusieron de manifiesto los acercamientos interesados del clero, en sus instancias más elevadas, a los intereses políticos y reales. Las implicaciones del trono de Pedro en acontecimientos de memoria non grata para la humanidad han sido muchas y la imagen de la Iglesia, más allá de beaticas cegueras, ha sido nefasta. Pero aparte de esto, también hay que reconocer la existencia llena de valor y desprendimiento de personas capaces de renunciar a sí mismas con tal de extender la palabra de Dios. Ahora, ayer y en todo tiempo y lugar. En ellos se conservan los principios básicos que inspiran nuestra religión.

Apenas he hablado de las formas externas del cine. Hoy tocaba hablar de guiones, de historias, de sentidos profundos. Formalmente la película es una maravilla. Rozando la perfección.



lunes, 5 de abril de 2010

LA PERLA DEL SUR DEL PACÍFICO (ALLAN DWAN - 1955)


Entre 1911 y 1929 Allan Dwan rueda 365 films mudos. Ahí queda el dato. Pero este Duracell de las películas duró y siguió durando muchos años más. Ya he hablado de algunos trabajos suyos de los años 50 como El Jugador o Ligeramente escarlata, películas entretenidas y normalitas sin mayores alardes. Bueno, los alardes los ponen algunas pelirrojas de campeonato como Rhonda Fleming y Arlene Dahl.

En la misma línea podemos incluir La perla del sur del Pacífico. Cambiamos pelirroja por rubia (Virginia Mayo), incluimos unos ambientes exóticos que siempre son de agradecer, especialmente si la fotografía y el color no los desmerecen, e incorporamos una trama adecuada al entorno como por ejemplo la muy socorrida búsqueda de tesoros y ya está. Ya tenemos película de sábado por la tarde, apta para Matilde, Perico y hasta Periquín. Y además resulta entretenida, lo cual no siempre puede decirse.

Lo cierto es que con una filmografía tan prolífica como la de este ingeniero de Toronto reconvertido en director de cine por caprichosos azares, no es difícil encontrarse con alguna que otra película suya. Téngase en cuenta también que ha sido reconocido como uno de los pioneros del cine estadounidense, en la misma baraja que Griffith o Chaplin, que rodó con estrellas de reconocido calibre como fueron Mary Pickford, Gloria Swanson o Douglas Fairbanks y que tiene en su haber trabajos como Arenas de Iwo Jima con la participación de John Wayne o Passion con Ivonne de Carlo.

Esos son algunos de sus poderes. Y me apetece seguir visitando sus realizaciones con la factible esperanza de encontrar alguna que otra joyita digna de mención. Esta película que ahora comento tiene sus joyas, no lo niego, y no son otras que unas codiciadísimas perlas negras custodiadas, en las profundidades de una especie de laguna Estigia, por un octopus de cuidado. Tan de cuidado que creo que ya había sido utilizado por De Mille y Ed Wood en otras producciones submarinas con cefalópodos hiperdesarrollados. Pero el animalito no tiene nada que hacer frente a la imaginativa codicia humana y los pantaloncitos cortos de Virginia (Rita en la ficción) campando a sus anchas ( o a sus estrechas) bajo los cocoteros.

¿Lo mejor? Sin duda Virginia Mayo. Esos pies desnudos finalizando unas piernas algo regordezuelas bajando por la escalerilla del barco (No era muy alta esa chica, ¿verdad?) son toda una declaración de intenciones y debieron ser admirados en las pantallas grandes de los 50. Hoy, habiendo llovido tanto, parece que andamos un poco como de vuelta de este tipo de cosas. Sin embargo quedan bastante bien para revolucionar los paraísos perdidos de la Polinesia. Sin duda, la causa, o la culpa, de que la vida sencilla de los indígenas resultase seriamente alterada, no fue solo del cha cha cha.



viernes, 2 de abril de 2010

EMBOSCADA (GORDON DOUGLAS - 1959)



Excelente hombre de cine, Gordon Douglas ha tocado todos los palos de la baraja cinematográfica. La humanidad en peligro, El detective o Río Conchos son ejemplos de sus virtudes como realizador. Sin embargo, como somos muy dados a las etiquetas y a los encasillamientos es fácil catalogarlo como director de westerns lo que, siendo cierto, no es, como queda dicho, toda la verdad.

Emboscada (Yellowstone Kelly) es un magnífico exponente de su forma muy personal de hacer cine del salvaje oeste con seres humanos en lugar de con marionetas de dedo índice parkinsoniano. En este sentido y salvando muchísimas distancias recuerda aquellos westerns de Tourneur donde los muertos solían dejar parientes próximos que les enterraban, rezaban una oración por su alma y hasta enjuagaban alguna lágrima. Douglas no es tan osado y mantiene las estructuras convencionales del género pero debemos reconocer que más allá de los duelos de salón y las refriegas con los indios hay personajes con sentimientos debajo de una piel que, y es indiferente, puede ser roja o blanca.

Clint Walker, a quien recordaremos por la serie televisiva Cheyenne, da vida a un trampero con centro de operaciones en territorio sioux (el valle de Yellowstone) y cuya convivencia pacífica de siete años con los indios resulta alterada por una serie de circunstancias. Las maniobras de un destacamento de soldados al mando de un mayor en busca de glorias "little big horn" así como las tribulaciones de una india arapahoe clarísimo objeto del deseo de la cúpula directiva sioux, conforman la estructura sentimental de un film que, en lo que a acción se refiere, deambula con mucho interés por los terrenos habituales del género, entre broncas, peleas, disparos, perseguidores y perseguidos.

Este film podría catalogarse fácilmente dentro de la serie B, sin embargo, las movies B suelen ir de la mano de los espacios claustrofóbicos y este no es el caso. Muy al contrario, la fotografía y los espacios naturales son dignos de otras producciones mucho mejor dotadas. Por su parte la película cuenta con actores conocidos, Clint Walker, Claude Atkins o Warren Oates, sin relumbrón pero trabajando bien. Y por último la presencia de Andra Martin como la india arapahoe es una golosina para las miradas aun con sus caucasianos y fuera de contexto ojos azules.

No es una película a la que uno se acerque de modo casi inevitable. Es un film digamos "escondido" en la filmografía de un director excelente. Hay que ir a por él. Bueno, digamos que mi espeleología cinematográfica me ayudó bastante...