viernes, 25 de abril de 2008

LA VENGANZA DE FRANK JAMES (FRITZ LANG - 1940)



Al respecto de Solo se vive una vez, también de Fritz Lang hice el siguiente comentario: "Buen trabajo de Henry Fonda al que siempre miro con recelo en todas sus interpretaciones pero que siempre acaba convenciéndome". Aquí repito lo mismo, aunque he de reconocer que las miradas recelosas son muchas menos y que las voy sustituyendo por otras de admiración. El trabajo interpretativo de Fonda como Frank James es, sin duda, de lo mejor de un western poco convencional al que se suele encuadrar dentro del subgénero psicológico junto a películas como Solo ante el peligro de Zinnemann o El tren de las 3:10 de Delmer Daves, aunque, y esto es una valoración personal, la carga sicológica de la película de Lang es bastante menos intensa.

El expresionismo de Lang supera el tránsito del blanco y negro al color, probablemente gracias a las tonalidades suaves del film y muy especialmente, gracias a la hondura de los sentimientos de la que siempre ha hecho gala el cine del alemán. La venganza, leitmotiv común con Encubridora, confiere una intensidad expresionista y diferente a una película sobre el Oeste americano atípica por la carencia de algunos elementos "imprescindibles" en este género tales como indios, vaqueros, diligencias, fiebre del oro, etc. y donde los habituales forajidos son personas de carne y hueso con familia y sentimientos. Es de Fritz Lang y eso no otorga patente de corso pero se nota. Y mucho.

No quiero finalizar sin referirme a la actuación de Henry Hull como el Comandante Rufus Coob. Excelente, sin ninguna duda el trabajo de este actor de carácter y antiguo galán del cine mudo. De Gene Tierney, en uno de sus primeros papeles, digamos simplemente que ya prometía y mucho... Y respecto a Fonda ya les dije: Genial.



lunes, 21 de abril de 2008

MANOS PELIGROSAS (SAMUEL FULLER - 1953)





Probablemente Samuel Fuller sea más conocido por westerns como Yuma (con Sara Montiel) o films bélicos como Uno Rojo División de Choque. Y es igualmente probable que a muchos de ustedes les pase lo mismo que me sucedió a mi, que Manos Peligrosas ha confirmado aquello de que la vida (en este caso el cine) sigue dando sorpresas, especialmente a eternos aprendices de brujerías cinéfilas como es mi caso.


La película es la resultante de distintos elementos a cual más interesante. Por un lado está el guión del propio Fuller muy bien construido, respetuoso con eso del planteamiento, nudo y desenlace, y sobre todo, claro e inteligible, lo cual es de agradecer. Por otra parte, la fotografía de Joe McDonald, excelente en su conjunto y con algunos primeros planos de Jean Peters absolutamente seductores, así como la música que integra al espectador en la city neoyorkina, metropolitano incluido.



Y sobre todos estos elementos que conforman una gran obra encuadrable en el género del cine negro (rama política, eso si), a destacar el trabajo de los actores: Richard Widmark (de los mejores de la fila dos), Jean Peters (pura sensualidad) y sobre todo Thelma Ritter en una de esas interpretaciones que hacen historia y por la que optó a la estatuilla a la mejor actriz secundaria. Maravillosa Thelma que nos deja a todos absolutamente boquiabiertos. “No tengo nada contra los comunistas. Unicamente, me desagradan” “Soy una mujer cansada...”


Es cierto que podríamos ponerle algun pero. El anticomunismo exacerbado en ese entorno de la senatorial caza de brujas o esa relación sentimental Widmark-Peters, tan rápida como conveniente para la taquilla. Esto es cine. Y el cine tiene sus propias normas y reglas del juego. Pero eso no es una deshonra del film sino todo lo contrario un acierto muy profesional de Samuel Fuller.
 

viernes, 18 de abril de 2008

ANGELES CON CARAS SUCIAS (MICHAEL CURTIZ - 1938)








El encuentro Bogart-Curtiz es un evento del que cualquier aficionado al cine debe congratularse. No en vano, cuatro años después nos regalarían una de las mejores obras del fenómeno cinematográfico: Casablanca. Sin embargo, Ángeles con caras sucias no es Bogart sino Cagney, en un papel de esos que le vienen como anillo al dedo, el de Rocky Sullivan, golfillo elevado a la categoría de delincuente gracias al sistema corrector penitenciario americano. La implicación de Cagney con este tipo de personajes es tal, que no sabemos con certeza si estamos ante un gángster neoyorkino metido a actor o al revés, aunque de lo que estamos absolutamente seguros y convencidos es de que Cagney borda su interpretación. Y eso que tiene a su lado a un Pat O,Brien, colaborador suyo relativamente habitual, que lo hace muy bien y un Humphrey Bogart que, sin ser el sui generis Bogart que todos valoramos y recordamos, también está ahí.

Mas que una película de gángsters al estilo tradicional, Curtiz nos situa ante un dilema de futuro. El de una juventud ociosa y desencantada en plena depresión norteamericana, necesitada de héroes que den sentido a sus existencias y signifiquen el ejemplo a seguir. El nudo central de la película se estructura sobre la elección de ese modelo, elección que, como las grandes decisiones que la vida exige tomar, condicionará la supervivencia de unos muchachos con muchos sueños y pocas esperanzas.

Esta es la cruzada del padre Connolly, su pulso a un destino que parece escrito para los chicos. Una cruzada que le llevará a enfrentarse a todo el establishment y sobre todo a su mejor amigo y compañero de andanzas juveniles. ¿Quién ganará? No voy a desvelarselo. Pero tengan por seguro que gana el cine y nosotros como espectadores.

No quiero finalizar este comentario sin referirme tanto a la maravillosa fotografía de Sol Polito como a la no menos genial música de Steiner. La calidad de ambas es excepcional durante todo el metraje, pero alcanza su cumbre en el tramo final acompañando unas secuencias difíciles de olvidar y sobre todo absolutamente coherentes con el conjunto de la película y con esos sentidos y modelos de los que antes les hablaba.







OCHO MUJERES Y UN CRIMEN (LEIGHT JASON -1938)



Únicamente la presencia de Barbara Stanwyck y, en menor medida la de Henry Fonda justifican el visionado de esta comedia de gesticulantes y lastimosos policías, investigadoras privadas en traje de cocktail y muertos en la nevera donde el único sentido de las ocho féminas en busca de cadáveres es el de lucir palmito y ocupar su buena cuota de pantalla. Con una, especialmente si se trata de nuestra Bárbara habría bastante ó como mucho dos, una para llevar el frasco de las sales del mismo modo que el oficial Sullivan es el portador de bicarbonatos anti dolores estomacales e incluso improvisado cantante en artículo mortis si se tercia la ocasión.

Tan lejos queda de aquellas comedias mágicas tipo Capra que cualquier parecido no es ni siquiera coincidencia sino un error aleatorio del destino. Las aventureras cinco de Enid Blyton multiplicadas como panes o peces hasta ocho no tienen justificación posible como no sea la demanda de papeles para amiguitas de los productores en pos del estrellato. Y si es junto a la Stanwyck y a Fonda mejor que mejor. No le encuentro otro sentido a tanta aglomeración femenina cuyo número supera el imprescindible para visitas a la toilette y se acerca al conveniente para reuniones caseras de venta de cosméticos, tupperwares y análogos.

Comedias simples para gente con problemas que olvidar. Este podría ser el resumen de esta película y de otras cortadas por el mismo patrón - no incluyo en este saco las comedias de Frank Capra, auténticas obras de orfebrería cinematográfica, a años luz del resto de trabajos “mortales”- que no derrochaban precisamente originalidad en sus gags ni consistencia en sus situaciones. En el caso de The mad miss Manton, la presencia de una de las grandes damas de la pantalla como unánimemente se reconoce a Bárbara Stanwyck redime de la mediocridad este trabajo de Leight Jason que únicamente cabe ser recordado por la sensualidad de un cigarrillo encendido con mechero de gasolina, entre sábanas de seda e impenetrables antifaces. Instante tan breve como fugaz pero digno de ser rescatado de la general mediocridad de un film olvidable y olvidado.




 

sábado, 12 de abril de 2008

EL DECAMERON (PIER PAOLO PASOLINI - 1971)








Quienes leímos El Decamerón de Giovanni Bocaccio en años de despertares, podríamos formularnos similar pregunta a la que Giotto-Pasolini se hace al final de la película: “¿Porqué ver esta película si los sueños son más hermosos?”. Aquellas lecturas casi prohibidas nos abrían de forma apenas perceptible una ventana a un mundo donde ¡sorpresa! existía el sexo, pero no el sexo amordazado y encerrado en sórdidas mazmorras tipo Jean Valjean ni el sexo de confesionario y tres avemarías como penitencia, sino el sexo alegre, desenfadado, cómico, pícaro y divertido.

Pasolini-Giotto en el 1971 pone imágenes a los sueños y lo hace bien, francamente bien, con la libertad que le da su ateísmo y sus propias tendencias sexuales y con esa clara huella de lo real y cotidiano que tiene su cine. Sus personajes, o mejor, su visión de los personajes bocaccianos es una visión francamente terrenal, suburbial si me apuran, muy alejada de nobles engalanados, intrigas palaciegas y bailes de salón. Es la visión de la plebe azotada por la peste negra, la visión de un pueblo que entre bromas y picardías encierra sus desdentadas miserias. Una visión, en definitiva a la que debemos definir como pasoliniana sin ningún género de dudas.

Sensualidad mecida por canciones de época y envuelta en vivos colores que resaltan la carnalidad. Ese es el fresco que Pasolini-Giotto dibuja en nuestras retinas.




viernes, 11 de abril de 2008

BAHIA NEGRA (ANTHONY MANN -1953)



La ficción encuentra en el cine un medio para expresarse. En el cine fantástico y de ficción encuentran su alojamiento, circunstancias y situaciones que no se sostendrían en otros géneros cinematográficos. Pero, cuando nos movemos dentro de las fronteras de la realidad las reglas de juego deben ajustarse a una cierta lógica. Y eso es lo que aquí no sucede.

En primer lugar se trata de una película real sobre conflictos de intereses, petrolíferos y agropecuarios. Pero curiosa e increíblemente los pescadores de la bahía, descendientes de generaciones de pescadores no se aprendieron muy bien las técnicas de pesca del langostino y tuvieron que llegar los petroleros para enseñarles. Ficción pura, si señor.

En segundo lugar los cambios de carácter son dignos de estudio: Un pescador veterano, pacífico toda su vida, es capaz en menos que canta un gallo de convertirse en agitador de masas, liderar motines y estar incluso dispuesto a colgar a cualquiera con tal de defender el honor, la honra y por supuesto el langostino de oro. Y si esto no fuese bastante, al día siguiente, aquí no ha pasado nada y tan amigos.

En tercero, El enamoramiento suele alcanzar velocidades elevadas, pero en el caso de Bahía negra son supersónicas. Y además en muchos casos se pasa del odio a la pasión más absorbente en un plisplás. En el camino del barquito a la taberna. Somos novios, nos queremos. Manzanero, cien por cien.

El tema de fondo es interesante y nada malo, el conflicto petrolero-ecológico, pero el guión tiene muchísimos cabos flojos. Y gracias a que James Stewart es uno de los grandes, que Anthony Mann es un director muy interesante y que Dan Duryea por fin me ha gustado en un papel no convencional de malo con ganas, la película se salva.




BELLÍSIMA (LUCHINO VISCONTI - 1951)






¡Magna, Magnani! ¿Qué hubiese sido del neorrealismo italiano sin ella? Ella era la realidad, el pueblo, la “porca miseria”, los sueños de andar por casa, las pocas liras ahorradas a un sueldo que no llega a fin de mes. Ella fue la “Roma cittá Aperta” entre otras Romas entrañables e imprescindibles. Ella fue Italia, lo mismo que Verdi, Tintoretto o Rossellini…

Visconti pone las ideas. Esas madres vociferando “Bellísima” en pleno casting de niñas prodigio tipo Shirley Temple. Pero Ana Magnani pone el cuerpo, el temperamento, la casta y el carácter. Y no necesita a nadie. Ella se basta y sobra para llenar la pantalla ¿Quién es Walter Chiari? ¿El marido? ¿El amigo que no amante? No lo se. Ni me importa. Pero Ana…¡Ay Ana! Esta si es una Ana, con los siete, con los setenta y siete y con los que ella quiera. Es nuestra Ana de los mil dias…. ¡Forza Italia!.




¿Neorrealismo? Quizás si. Descafeinado y un tanto tardío. Pero válido como exponente de una Italia de sueños y supervivencias que en cierta medida recuerda a la España de aquellos mismos años con sus barrios obreros y sus historias de escalera que aquí retrató Buero Vallejo. Con sus imprescindibles porteras y sus insustituibles comadreos. Y por encima de todo, un realismo que intenta dejar de serlo no ya en la persona de la madre sino en la de la hija. De ella es el futuro. ¿Porqué no llenar de esperanza ese futuro?


Y tal vez como la vida misma, la película es una mezcla de comedia y drama donde la sonrisa la pone la ingenuidad de un amor materno capaz de ser entregado sin límites y las heridas se abren en una sala de proyección desde la que se escuchan los más duros comentarios sobre el ser al que más se quiere. Esa mezcla de realidades, unas y otras, nos conmueve, se apodera de nosotros y suavemente nos mata con su canción…




domingo, 6 de abril de 2008

LOS VIOLENTOS AÑOS VEINTE (RAOUL WALSH - 1939)



Ruido... Tanto ruido. Ruidosos veinte. Quizás una traducción más literal del título de un film sobre la década, no prodigiosa precisamente, del retorno de la primera guerra mundial y de la depresión económica por excelencia como fue la de 1929.

Raoul Walsh realiza un buen trabajo donde la realidad documental abre el camino a una historia de chicos buenos a los que las cosas les han ido mal, en un contexto de crisis económica post belicista con altos índices de desempleo y donde al amparo de la llamada Ley Seca proliferaron las bandas y los gángster, los salones clandestinos, los ajustes de cuentas, las balas y el olor a pólvora. De ahí lo de “violentos” años veinte. Pero el retrato de Walsh es el de una generación de supervivientes donde la diferencia entre el camino recto y el avieso se encuentra en que hagamos una carrera (de taxi) una determinada noche y con un determinado cliente. Donde la vida depende de una cerveza o de tener un corazón excesivamente sentimental.

La historia no únicamente la cuentan los libros o los documentales, también se cuenta en películas como ésta que nos ofrecen una visión equilibrada de los ruidosos y violentos, pero sobre todo difíciles años veinte.

Quiero referirme, para concluir, a “ese gran tipo” y sensacional actor, James Cagney, gángster por excelencia de nuestra retina cinéfila, muy bien acompañado por sui-géneris Bogart, que si bien ya nos ofreció otros papeles de malvado (sin ir más lejos, tres años antes había dado vida al evadido gángster Mantee en El Bosque Petrificado), por lo general eran tipos con sentimientos, todo lo contrario de este George Hally despiadado y sin escrúpulos. Respecto a ellas, me quedo con Panamá Smith (Gladys George) y su mano sobre la de Eddie Bartlett (Cagney). No estaría de más echarle un vistazo a su filmografía.


UNA VIDA POR OTRA (JOHN FARROW - 1953)



Una pequeña sorpresa. Aunque de Ava Gardner, Robert Taylor y Anthony Quinn juntos se pueden esperar trabajos mas que interesantes. Además en el reparto figura Jack Elam al que probablemente identificarán más por sus ojos que por su nombre y que siempre fue un habitual en eso de los westerns. Todos ellos dirigidos por un director australiano, John Farrow, poco conocido pero que a la vista de la realización de este film lo menos que puede decirse de él es que resulta cinematográficamente atractivo.

En realidad la película es un tanto atípica si la comparamos con lo que estamos acostumbrados. Ava Gardner, sigue siendo el animal más bello del mundo pero, como esposa de dudosa fidelidad, parece algo fuera de sus registros habituales. Por su parte Anthony Quinn ha interpretado muchísimos papeles de mexicano, recordemos sin ir más lejos Viva Zapata de Elia Kazan, pero pocos con el dedo tan nervioso y despiadado. Que decir de Robert Taylor acartonado hasta las cejas y con más pinta de ninot fallero que de duro pistolero. Y como guinda, un curita de armas tomar, absolutamente literal. Por ello el único que se parece, en la foto, es Jack Elam, bandido de mirada aviesa y feo donde los haya.

Pero, seguramente, por ese desencaje de papeles respecto de lo que estamos acostumbrados, la película resulta francamente interesante. Ver a una Ava Gardner desenfrenada arrojándose a los labios de Robert Taylor, especialmente si vimos su aparente integridad en La condesa descalza de Manckiewitz, resulta francamente sugerente y si además Quinn, capaz de llorar al ser bendecido por el Father Pistolas es asimismo defensor implacable de la ley de la bala y generoso en su aplicación, pues que quieren que les diga...

Una fotografía de calidad en tecnicolor, con escenas de caballos, galopadas y cargas de la brigada ligera a toque de corneta, juntamente con un guión lo suficientemente sólido como para mantener nuestra atención, hacen que este trabajo de Farrow no nos deje impasible y se vea con interés.

viernes, 4 de abril de 2008

¿ÁNGEL Ó DIABLO? (OTTO PREMINGER - 1945)




La química no es únicamente la ciencia de los elementos. Hay algo más que científicos despistados probeta en mano y reacciones en cadena. Los átomos y las moléculas van al cine, señoras y señores y se disfrazan de Dana Andrews y Linda Darnell. Combustión pura. Chispas incandescentes a go-go. “Chemical liasons dangereuses “.

Y es que ya lo cantaba Machin, “ en este bar perdí mi vida entera”. Lo mismito que le pasa a Dana Andrews cuando “ es caprichoso el azar” su billete finaliza en un pueblito tranquilo de provincias, donde mandan las Koplovitz de turno, dos hermanas, una morena y una rubia, celosas guardianas de la castidad, moral y buenas costumbres. Y teniendo lo que hay que tener, o sea: Money Money. Y claro, Dana, que debió ser asiduo a El Tiempo es oro, no pierde un segundo y en un quítame allá esas pajas ya tiene licencia matrimonial que no licencia para matar ( no sean mal pensados) que a tanto no llega el bueno de Dana. En el fondo, como comprabarán es un bendito con un corazón como el puño de Maciste el Coloso y no como otros enguantados con más tembleque en los puños del convencionalmente correcto.


Esta es una brevísima sinopsis de esta película de Preminger que, se enmarca bien dentro del cine negro, con un Andrews en plan estelar y haciéndolo francamente bien, un elenco femenino mas que interesante y algunas colaboraciones que se agradecen, tal es el caso de John Carradine. El ritmo del film podría haber sido bueno pero acaba siendo excesivo, demasiado frenético para mi gusto, por lo que pierde credibilidad. Las solteronas no son tan incautas ni los timadores tan redimibles. Al menos en el corto plazo, que en el largo se puede ver cualquier cosa.

En resumen, una interesante obra de Preminger, muy lejos de Laura e incluso, para mi, también lejos de Al borde del peligro. Tiene sus valores, eso si. Y Dana Andrews es uno de ellos. Un valor seguro.


jueves, 3 de abril de 2008

EL SACRIFICIO DE LAS ESCLAVAS (SIRO MARCELLINI - 1963)





Aunque la mayoría de nosotros nos referimos al cine como “el séptimo arte”, no se deben perder de vista sus manifestaciones pura y duramente comerciales. El cine como negocio, donde los productores invierten su dinero únicamente para recuperarlo con creces.

Así ha sucedido en el Hollywood clásico-dorado y en la vieja y culta Europa, y lo mismo está sucediendo y sucederá en el futuro. Y eso no es jugar a las adivinanzas. Las tendencias lo preconizan, los estudios de inversión garantizan el éxito de las inversiones cinematográficas, siempre y cuando se dé al gran público lo que éste está demandando. En el fondo no es más que la ley económica de la oferta y la demanda. Y en la medida que las nuevas y recién estrenadas generaciones pueden permitirse un gasto notable en ocio cinéfilo, el producto se ajustará cada vez más a los parámetros que dicho público establece. ¿Quieren películas de jóvenes, ¡viva el sexo! y “A vivir que son dos días?. Pues las van a tener. ¿Quieren persecuciones y efectos especiales? Las van a tener. Sólo tienen que esperar a que hagamos unos rápidos estudios de intención de visionado peliculero y si son ustedes bastantes, tendrán su regalo de Reyes. ¿Qué hay quien solicita películas de esas con sentido, fondo e intríngulis? Bueno, se considerará…, que la pasta es la pasta y no está la cosa para derroches.

No dejo de reconocer que estos planteamientos míos son un tanto extremistas. En la actualidad también se hacen películas muy interesantes, con guiones excelentes y además con calidades fotográficas y técnicas que no podían alcanzarse medio siglo atrás. La diferencia está en la proporción. Hoy, de cada diez se salva una, mientras que hasta los 70 del siglo pasado el porcentaje de películas de calidad buena, excelente ó magistral era muy superior, con guiones sólidos y bien trabajados, con directores que parecían haber nacido con una cámara bajo el brazo, en lugar de un pan. Era un tiempo en que había que valer para esto. Hoy, todos valen. Pero este axioma democrático, por desgracia no es correcto, como el tiempo acaba demostrando en su dar y quitar razones.

Todo este libelo panfletario viene a cuento de una película: El sacrificio de las esclavas. Una de esas películas que solo se justifican desde el punto de vista de su exhibición en salas de barrio de los años 70 de segundo ó tercer orden, e incluso son apropiadas para colecciones kiosqueras post veraniegas de esas que te regalan el primer fascículo a 1 euro. ¿Resultan rentables? Probablemente si. Se gastaban poco en hacerlas y si además contaban con alguna subvención que otra,un circuito normalito por las salas podía garantizar cierto beneficio.

Una forma de llenar tardes aburridas ó de ocultar besos y ardores juveniles de las miradas censuradoras de los paseantes de arboledas perdidas. Para eso valían. A ellas les podía gustar ese musculoso Gordon Scoth, rey del peplum (nombre con que son conocidos estos productos histórico-“artísticos”). A ellos, las licenciosas romanas y las babilonias que marean.

¿Que mas puedo decirles? ¿Otros actores?: Probablemente ni les suenen. ¿El director? Lo mismo. El tema: Algo así como el Rey León. Usurpadores del trono y herederos con derechos. Ciro con barbita al rescate. Barbacoas en honor de la diosa Isthar. Y algunas batallitas espadas de cartón en mano. Da el pego. Es mala, pero las he visto peores… A petición popular, salvo de la quema a la sacerdotisa: Mala redomada pero de esas malas con sex-appeal, lo cual ya es algo.


 

miércoles, 2 de abril de 2008

EL PROCESO (ORSON WELLES - 1962)


Orson Welles es un cineasta diferente a todos los demás. En algunos aspectos será mejor y en otros todo lo contrario, pero, en cualquier caso, siempre original y distinto.

Esta verdad que conoce cualquier cinéfilo que de tal se precie, alcanza su máximo esplendor con El Proceso. ¿Qué es El Proceso, se preguntarán? Y la respuesta es muy simple: El Proceso es Welles. Kafka puso la música (simbólicamente hablando) pero el espectáculo es de Orson Welles. Y al resultado, guste más ó guste menos, se le podrán hacer las críticas que ustedes tengan a bien pero no se le podrá negar ni ese toque diferente ni esa alquimia que el brujo Welles inyectó en este trabajo concreto.

The trial es el retrato en B/W de una pesadilla. Ajena y propia. Colectiva e individual. Como espectadores asistimos a la puesta en escena de las imágenes mismas que duermen en las cavernas de nuestro cerebro y vemos deslizar nuestras propias locuras, nuestros sueños húmedos e inconfesables, nuestras angustias y nuestros miedos. LLegamos a perder incluso el sentido de la realidad. ¿Estamos despiertos? ¿Nos hemos quedado dormidos?

Nos movemos absolutamente desconcertados entre la maraña laberíntica de pasillos y puertas que se suceden unas a otras sin final aparente, entre personas-número, cuyo único sentido en la vida consiste en presentar denuncias que se concatenen unas con otras en alucinógena espiral.Nos sumergimos en un baño de multitudes vociferando el espectaculo circense del juicio a la cordura y a la sensatez. Y en un lecho de cultura desparramada por doquier nos entretenemos con una Romy Schneider diosa absoluta de nuestras poluciones nocturnas. ¡Que no se rompa la noche, por favor...que no se rompa!.

Que no se rompan las perspectivas imposibles, ni los estrados inaccesibles, ni la turba alocada de brujas vírgenes vestales, ni la vecinita de al lado.

No nos perturben el sueño... Dejennos dormir con Welles. Déjen que Welles retrate nuestras pesadillas.


¡Ah! ¿Se trata de una película?... Perdonen. Debí dormirme...