No sé si la doble incorporación del mundo cinematográfico a los argumentos de Minnelli (Cautivos del Mal y Dos semanas en otra ciudad) se queda simplemente en eso o es el reflejo del repulsivo aroma que se escapa de las marmitas donde bullen los intereses más interesados, de productores, actores, periodistas y star-systems varios. La fama, el dinero, las portadas de la prensa del corazón exigen su tributo. El glamour es pura fachada. ¿Qué hay debajo? Minnelli y un par de semanas en Roma nos lo aclaran.
Jack Andrus (Kirk Douglas) reconocido actor, ganador de un Oscar, tras 3 años de internamiento en un sanatorio siquiátrico (vuelto literalmente loco por su ex mujer Carlotta) acepta una oferta de trabajo de Maurice Kruger (Edward G. Robinson) director de cine y amigo personal. Esta su “vuelta al ruedo” cinematográfica” supondrá la reactivación de sus antiguos fantasmas y la aparición de alguno que otro nuevo.
Reconozco que esta sinopsis es en exceso simple, aunque suficiente para ponernos en posición. Se trata simplemente de una línea argumental alrededor de la cual se entrelazan con mayor o menor fuerza una serie de historias calificables de muchas maneras, pero con el rasgo común de inconfesables, y donde encontramos productores cuya religión es el beneficio por encima de todas las cosas, egocéntricos directores más preocupados por su estilo personal que por el propio film, actrices especialmente bien dispuestas a cambio de un buen papel, esposas heridas y esposas hirientes, actores niñatos y niñas que confunden la libertad con la inmadurez. Y en medio Andrus (Douglas) el ex loco o ¿debería decir? el más cuerdo de todos ellos.
Un buen film al que el mismo mundillo que representa cercenó de forma impía. Así, una escena donde Carlotta (Cyd Charisse) dejaba claro el dominio sobre su entonces marido (Andrus) fue eliminada por el productor (Housemann), lo mismo que la escena de la orgía cuyas reminiscencias fellinianas y de La dolce vitta son evidentes se dejó en la mínima expresión por mor y desgracia de las autoridades de la MGM. Es por ello que los espectadores tenemos la sensación de que faltan cosas: Carlotta y Andrus, Kruger y Andrus, Kruger y su esposa (magistral Claire Trevor, homenaje a Cayo Largo), son personajes esbozados y en busca de definición.
Tal vez la obra de Irvin Shaw no los pintara con trazo gordo. Tal vez, y lo creo más posible, se difuminaran en despachos de producción. Tal parece que lo intentaron pero no consiguieron destruir un buen trabajo de Minnelli con actores excelentes y que resiste la comparación con Cautivos del Mal, film que, por cierto, se incorpora al guión, como ejemplo entre ficticio y real de la trayectoria profesional de uno de los grandes actores de todos los tiempos: Kirk Douglas.
Puntuación: 8,00