lunes, 24 de marzo de 2008

LOS PELIGROS DEL FLIRT (ERNST LUBITSCH - 1924)





En comedias como ésta es inevitable referirse al toque Lubitsch. Ese toque indefinible que el gran director berlinés dejaba en sus películas. Hay quienes lo han comparado con el aroma de un buen vino ó con la inimitable técnica china del soplado del vidrio. Bueno, son ideas, aunque a mi parecer ese famosísimo toque es como un guiño de complicidad dirigido a los espectadores inteligentes.

Allí donde otros necesitarían gags convencionales ó imágenes más ó menos tópicas para lograr la sonrisa del público, Lubitsch necesita unos pocos elementos, pero eso sí, los dispone de tal forma y con tal artesanía que tanto él como nosotros sintonizamos la misma frecuencia. Lubitsch hace cine para espectadores inteligentes y, lo mismo que el uso desarrolla el órgano, el cine del director germano desarrolla nuestro intelecto. Y no me negarán que resulta más atractivo el cine del teutón, toque Lubitsch incluido, que la monótona uniformidad de los sudokus, si de potenciar la mente se trata.

Dos copas de licor que se ofrecen son algo más que dos copas. Lo sabemos bien. Somos cómplices de Lubitsch. Nos guiñó el ojo y lo entendimos. Una cucharilla removiendo un café ó un chocolate tienen su lenguaje subliminal y sobreentendido. El sexo existe. Es etéreo y no lo vemos. Está en el aire. Pero existe. ¿Quién, sin verlo, no sobreentendió el beso de amor?

Lubitsch la consideró su mejor comedia. No es su mejor película y acaso tampoco su comedia maestra, a mi juicio, pero es indudable que estamos ante una obra absolutamente lograda, casi sin palabras, porque si una imagen vale más que mil palabras, si la imagen es de Lubitsch su valor supera la Enciclopedia Británica. Además, en la edición remasterizada, la música está adecuadamente elegida y confiere a la obra un ritmo a veces intimista y a veces trepidante. Y hablando de música y del toque Lubitsch fíjense en la pieza que Mizzi interpreta al piano y las sugerencias que evoca.

Adolphe Menjou, bien. Marie Prevost, desbordando sensualidad, que es de lo que se trata. Monte Blue un tanto desajustado en su papel de galán seductor. Le viene algo grande. Su imagen se ajusta más a la de marido convencional y aburrido. Y por último Florence Vidor espléndida en su rol de esposa aparentemente engañada.

En resumen, buena comedia, donde todo se engrana con delicadeza, sin brusquedades ni cabos sueltos y donde los espectadores somos algo más que eso, por obra y gracia de un director genial y su toque de distinción.



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