lunes, 9 de noviembre de 2020

EL DESERTOR DE EL ALAMO (BUDD BOETTICHER, 1953)

 

 
Si lloras porque no puedes ver el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas. Traigo esto a colación de las muchas críticas vistas en la red lamentando la ausencia de Randolph Scott y la presencia de Glenn Ford en el papel principal. Reconozco las muchas virtudes de Scott y su idoneidad para el western pero también defiendo la categoría como actor de Ford, luminosa estrella del firmamento cinematográfico. No me gusta jugar a las comparaciones siempre odiosas ni menospreciar el trabajo de nadie en base a una hipotética actuación magistral de un tercero. Demos a cada uno lo que es suyo y pertenece, vivamos de realidades y no de suposiciones, y en cuanto a Gleen Ford juzguémosle por lo que es y no por lo que otro pudo haber sido. Eso si, honor y gloria para Randolph Scott cuando le toque.

Hecha esta introducción, a mi juicio necesaria, paso a comentar un western que atiende bien a la calificación de clásico, dirigido por uno de los realizadores que mejor han sabido captar sus esencias: Budd Boetticher, "reconocido por sus trabajos de bajo presupuesto y lanzar al estrellato al ya citado Randolph Scott". Esta última afirmación me resulta un tanto exagerada pues la estrella de Scott ya brillaba con luz propia desde los años 30 como primera figura en films del oeste americano de prestigiosos directores como Henry Hathaway, Allan Dwan, Charles Barton , Gordon Douglas o John Sturges entre otros. Cierto es que con Boetticher parece reverdecer no tan viejos laureles en una serie de películas que se inician en 1956 y continuarán hasta 1960. Respecto a los bajos presupuestos, de todo habrá habido en la viña del Señor, pues en muchas de sus realizaciones contó con actores de primer nivel: Robert Ryan, Anthony Queen, Rock Hudson, Virginia Mayo, Joseph Cotten, son algunos de ellos. O sea que, sin poner en duda su habilidad para recortar presupuestos, en absoluto es calificable su cine como serie B.

El desertor de El Álamo es un western de contenido psicológico donde no se estudia tanto la cobardía sino la locura de las masas que, sin atender a razones ni dejar defenderse al supuesto cobarde, se autoerigen en jueces de un tribunal inquisitorial y ponen sin más trámites la soga en su cuello. El tejano John Stroud (Ford) abandona El Alamo, antes del inminente ataque mejicano, para proteger a su familia y la de otros compañeros, después de que fuese elegido al azar. Su objetivo fracasa cuando encuentra su familia asesinada por bandas supuestamente mejicanas. Su regreso a El Álamo es impedido por la ira desatada de un pueblo que ni escucha ni atiende a razones. Como es previsible, los acontecimientos pondrán a cada cual en su lugar.

Boeeticher le da al film el ritmo preciso. Los diálogos encuentran un lugar sin excesos entre la efervescencia de una acción que marca el tempo predominante. Las exageraciones gestuales y las incongruencias (el uso de armas temporalmente inadecuadas) ocupan ciertamente su lugar, como sucede en muchas películas de este y otros géneros, pero no son evidencias tan patentes que molesten al espectador. La actuación de Ford, sin comparaciones, "please", es correcta y también la de Julie Adams (habitual de Boetticher y de los westerns). Como todo cine del Oeste que se precie, buena banda sonora de Frank Skinner (cinco veces nominado a los Oscar) y notable la fotografía de Russell Metty (Sed de Mal).

En definitiva, un buen western de un especialista en el género que, dejando atrás muchos de los tópicos y encasillamientos habituales, se adentra un poco precursoramente en ese terreno psicológico que tanto se explorará en la década siguiente. Un film correcto (sin imperfecciones graves) que consigue lo que pretende y que nos deja el aceptable sabor de haber pasado un buen rato.

Puntuación: 7,00
 

1 comentario:

Las cosas que hemos visto dijo...

Para mí, Glenn Ford era mucho mejor actor que Scott. Yo no lo echo de menos a él; lo que ocurre es que esta no es tan buena como algunas de las que hizo Boetticher con Scott. Saludos.