miércoles, 16 de enero de 2008

VIVA ZAPATA (ELIA KAZAN - 1952)





Hablemos de tandems: Por una parte y como pareja de baile, Elia Kazan y Marlon Brando, que, allá por los años cincuenta nos dejaron obras del calado de La ley del silencio y Un tranvía llamado deseo, juntamente con ¡Viva Zapata! y en el otro rincón del cuadrilátero tenemos a John Steinbeck, habitual también de Kazan. Ahí queda también para la posteridad, su colaboración en la mítica de James Dean, Al Este del Edén.

Reconozco la valía de Steinbeck, autor de Las uvas de la ira, magistralmente llevada a la pantalla por el maestro Ford pero puestos a elegir me quedo con Tenesse Williams y su tranvía Desiré. Y prefiero un buen Brando a lo Kowalski, camisetas sudadas incluídas a un buen Zapata con sombrero charro a cuestas. En cualquier caso, ambas interpretaciones, y si lo desean incluyan la de La ley del silencio, son excepcionales. Y digo más, Anthony Quinn, con Oscar y todo, esta bién, pero Brando está excelente. Así son las cosas y así se las hemos contado.

Pero como lo cortés no quita lo valiente, la película no me llega como lo hizo Un tranvía llamado deseo. Tal vez es que estoy comparando lo incomparable y busco en Zapata pasiones desgarradas o desgarradoras donde no las hay y lo que encuentro son parábolas como esa de que los héroes que mueren por el pueblo y sus convicciones se vuelven más peligrosos que cuando estaban vivos. Es verdad. No pongo en duda este tipo de cosas. Simplemente digo que la película de Kazan deriva hacia los cuentos morales de forma demasiado descarada. Recuerdese por ejemplo la escena donde Zapata rodea con un circulo el apellido de un campesino demasiado audaz. Tan audaz como lo fue él. Y ese instante mágico ilumina su conciencia un tanto apagada y le hace reaccionar. Como digo, cuentos morales.

Ahora bien, las películas de Kazan son películas de actores. Y esta lo es. Las interpretaciones son geniales. Y si además la fotografia es buena y la música acompaña bien, pues pasa lo que pasa, que vemos una muy buena película, que conocemos algo la historia de un pais como México y sobre todo que, por efecto de la moralina, nos levantamos de la butaca quizás un poco más humanos de lo que nos sentamos.



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