sábado, 10 de enero de 2009

LA PICARA PURITANA (LEO McCAREY - 1937)


No es de Lubitsch pero podría serlo. Con ello, creo que estoy elogiando a un excelente director, Leo McCarey y a una magnífica comedia, La pícara puritana, película que, a pesar de los años transcurridos desde su estreno consigue una amplia sonrisa de los espectadores gracias sobre todo a unos diálogos tan oportunos como inteligentes, a un ritmo que no decae en ningún momento y a unos actores (Cary Grant e Irene Dunne) cuya relación cinematográfica irradia esa química imprescindible en toda comedia que se precie.

No es cuestionable el Oscar de 1938 al mejor director de Leo McCarey y muy merecidas las nominaciones de Ralph Bellamy e Irene Dunne. Si a todo ello le sumamos la nominación a mejor película, mejor montaje y sobre todo mejor guión, pues agua tan bendecida tiene que tener algo y aunque a veces los premios no guardan relación con los verdaderos méritos contraídos, en este caso sí.


Y quiero detenerme en lo que hace referencia al guión, porque miren ustedes, hacer reír al espectador nunca ha sido tarea fácil y los guionistas con escasez imaginativa han recurrido ( y lo siguen haciendo) a las tartas en la cara, a los tropezones y similares. Y eso está demasiado visto. El espectador busca un humor que no sea un atentado contra su inteligencia. Y ese humor lo encontramos en Lubitsch, también en Billy Wilder y en esta película de McCarey.


Las "salidas" de la tía Patsy son magistrales:


El marido y el profesor de canto abandonan corriendo la habitación de Lucy (Irene Dunne)

El rico pretendiente (Bellamy), a la vista del paño, exclama: "He aprendido a conocer a las mujeres"


La tía Patsy le entrega la carta de despedida de Lucy que ya tenía preparada: "Aquí tiene el diploma".


Y muchas más.

Hasta nos reímos con Cary Grant de patoso en el concierto. Y les aseguro que no soy de risa floja.


Habrá quien diga que este tipo de comedias se quedaron anticuadas, que la sociedad ha cambiado mucho, que los roles masculino y femenino son muy diferentes. Y tendrá razón. Pero miren, lo mismo me digo yo a mí mismo, pero no sé bien lo que me pasa, me sigo riendo
.




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