lunes, 2 de marzo de 2009

LA BURLA DEL DIABLO (JOHN HUSTON - 1953)


Un hombre gordo, Peter Lorre, Bogart y Huston. No. No estamos ante El Halcón Maltés. Lo siento, I,m sorry, Nada más lejos de la realidad. La burla del diablo es eso. Una burla a los sufridos espectadores. Aunque, como suele suceder y dado que hay gente para todo, algunos encuentran cultos y genialidades. A decir verdad la única frase genial la pronuncia Jennifer Jones cuando se extraña del comportamiento de cuatro turistas: " Están desesperados. Ni uno solo ha mirado mis piernas". A esto se llama psicología, si señor.

Hombre, siempre se puede rescatar algo, aunque haya que echarle generosidad y arrestos. Así Peter Lorre cumple y su definición del tiempo también se salva de la quema. El hombre gordo Robert Morley es, con diferencia, el mejor, en su papel de delincuente, aunque sus caminatas a paso ligero al son de cancioncillas marisoleras son de un patético de hacérselo mirar. Bogart, quien por cierto sufrió un accidente de automóvil durante el rodaje que le afectó al habla (hubo de ser doblado en algunas escenas por Peter Sellers) sigue su propia línea Bogart, ya saben la de la ironía, vuelta y media y todo eso. Completando el quinteto de la muerte, Gina Lollobrígida que no ofrece mucho... de dentro y Jennifer Jones a quien prefiero como Cluny Brown que como inglesita, con tata española enseñándole remedios contra el mal de ojo.

Me quedo corto, porque hay otros personajes dignos de estudio. El rol de matón de la extinguida escuela nazi-hitleriana le hubiese venido de perilla al Sellers más histriónico que podamos recordar y no tanto al desconocido Ivor Barnard lo mismo digo del señorito inglés con bolsa de agua caliente en el imprescindible maletín (Edward Underdown). Ya sé que parecen las aventuras de Mortadelo y la Tía. Pero no estoy exagerando.

Entre el cine negro, la comedia de los errores y la búsqueda del uranio perdido, la película parece haber perdido sus señas de identidad. Por momentos, una frase nos saca de nuestro letargo. Pero es tan sólo un espejismo. Ver a la alegre pandilla haciendo aeróbic sobre un barco en vías de extinción y cuyo capitán utiliza más la botella que las cartas de marear es absolutamente alucinante y nos devuelve a la locura perdida.

Y yo me pregunto ¿Porqué le llaman culto cuando quieren decir bodrio?



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