miércoles, 24 de marzo de 2010

LOS HIJOS DEL CAPITÁN GRANT (ROBERT STEVENSON - 1962)






Robert Stevenson tiene en su palmarés obras tan notorias como Mary Poppins o La bruja novata. Sus incursiones en el terreno de la cinematografía infantil y juvenil no han sido aisladas sino muy habituales y viendo películas como esta de Los hijos del Capitán Grant se acierta a adivinar porqué. La infancia es el tiempo donde la magia, la ilusión y los sueños se mueven como peces en el agua y Stevenson ofrece ilusión a raudales, la misma ilusión que antaño ofrecían aquellos libros de la colección Historias donde la mezcla de viñetas y literatura nos llevó a mas de uno a cruzar el mundo en globo, en submarino o en buque naviero.

Y en medio de todo esto, Julio Verne y la factoría Disney, condenados a entenderse aunque entre aquellas 20.000 leguas de viaje submarino y esta Los hijos del Capitán Grant pasaran 8 años. Pura anécdota, pues no hay mejor escaparate para la obra de un maravilloso visionario como Verne que las películas alentadas por el espíritu de Walt Disney.

Seguramente, aquellos lectores que se acerquen a leer este comentario lo hagan desde el recuerdo de aquellos años donde el ordenador no le había arrebatado su lugar al libro, el flexo y la mesita de noche. E igualmente cierto que la historia que imaginó y plasmó Verne será conocida para ellos. Por ello no me detendré en este punto. Baste saber que estamos ante una aventura plenamente familiar de hijos atravesando una buena parte del globo terráqueo en busca de su padre desaparecido (presunto) en un naufragio. La historia de Marco de los Apeninos a los Andes sin mono y algo menos lacrimógena. Ustedes me entienden.

Para aquellos que leímos la historia con las ingenuidades propias de la edad desandar estos años supone un gran riesgo. El de que aquellos imperecederos recuerdos se vuelvan desencantos. Stevenson consigue que esto no suceda. La espectacularidad de algunas de sus escenas ( terremotos, aludes, inundaciones) consigue que eso que podríamos llamar el espíritu del embozo y el flexo no se pierda. Por su parte la presencia de Hayley Mills y Maurice Chevalier consiguen dar fisonomía a nuestros recuerdos sin demasiados saltos traumáticos.

Es cierto que no somos los mismos pero durante 100 minutos nos lo llegamos a creer.



2 comentarios:

David dijo...

A mí me llevaron a verla de crío en alguna reposición en una de esas pantallas enormes (o al menos me lo parecía a esa edad). Tengo un fantástico recuerdo de esta película.

ANRO dijo...

Ja, ja, ja, yo era un mozalbetillo de diez años con unas ansias tremendas de leer todo aquello que me habían prohibido las ferreas instituciones eclesiasticas. Obviamente lo primero que devoré fue Julio Verne y Agatha Christie, entre tebeo y tebeo del jabato y del capitán Trueno.
Años después vi la peli y me entusiasmó. Aquella pantalla grande, como dice David, me sumergió en la acción de la inundación, de la erupción del volcán y demás aventuras de estos chavales pertrechados por un pintoresco Chevalier.
Fenomenal recuerdo Father
Un abrazote.