lunes, 3 de agosto de 2020

OTETS SERGIY (YAKOV PROTAZANOV, ALEXANDRE VOLKOFF, 1918)




Tratar de situarnos en una especie de pedestal elevado desde el que intentar comprender los hechos, literarios o no, acaecidos hace mas de cien años se me antoja absolutamente imposible. Dan igual tanto el contenido de los libros de historia incluidos en los planes académicos de nuestra infancia como la cultura o "culturilla" atesorada durante años de aburridas rutinas existenciales. Es posible que aquellos historiadores con dedicación exclusiva a la causa puedan alcanzar un plano espacial y especial desde donde atisbar muy someramente las interioridades de un alma rusa pre-revolucionaria, ya enarbole la hoz y el martillo o los últimos estertores del régimen zarista.

Yakov Protazanov fue uno de los pioneros de la cinematografía rusa y la visión que, juntamente con Volkoff efectúa de estos años seguramente convulsos (no olvidemos que se filma en 1917) nos resulta interesante a los profanos. Su cámara es un bisturí que, siguiendo la estela de la obra de Tolstoi, disecciona, es cierto que muy superficialmente, la sociedad de su tiempo con su régimen zarista y aristocrático, su religión ortodoxa y politizada y el pueblo llano necesitado de horizontes y esperanzas. A pesar de la superficialidad de los rasguños en la imagen de la corte zarista y del propio zar la película tuvo, digamos,  dificultades de exhibición y tanto el equipo de realización como los protagonistas valoraron positivamente la oportunidad de cambiar de aires, beneficiándose Francia de este exilio cinematográfico temporal.

La ambición del príncipe Kasatsky, oficial de la corte, por hacerse de un puesto privilegiado en el mundillo aristocrático cercano al zar, le lleva a cortejar a la condesa Korotkova, dama de compañía de la emperatriz. La antedicha condesa resulta hacer horas extraordinarias y ademas de acompañar a la esposa lo hace de forma más íntima con el marido por lo que una boda con el príncipe desviaría las sospechas cortesanas y acallaría muchas habladurías. Conocedor de ello Kasatsky se niega a servir de tapadera a nadie por muy Nicolás que se llame, así que renunciando a cargos, prebendas y astas de toro, pliega velas y toma los hábitos, adoptando mas adelante el nombre de Padre Sergio.

La naturaleza humana entra ahora en juego y, como el buñuelesco Simón del desierto, el clérigo de nuevo cuño sufre las tentaciones tanto de la condesa, en forma de pesadillas fantasmales, como de féminas aristocráticas casquivanas de carne más que hueso, atraídas por la presunta imperturbabilidad del pope. Y digo presunta porque cada perturbación diabólica conlleva su correspondiente mutilación contabilizada "digitalmente" además de una caída libre hacia los infiernos siberianos.

Sería injusto finalizar esta reseña sin mencionar al protagonista,  Ivan Mozzhukhin, actor muy reconocido en su tiempo cuyo trabajo en este film me ha parecido bueno aunque sin alcanzar el grado de excelencia. La cámara de Protazanov retrata en estático sus emociones transmitiendo de este modo su intensidad al espectador, nada que ver con los avances que llegarían después de la mano de Eisenstein y  Vertov y que, mediante técnicas de montaje, conseguirían acelerar el tiempo fílmico y exponenciar dramas internos.  Aún así el film cumple las expectativas y, a la vez, nos permite un mínimo acercamiento a esa realidad social, cultural y religiosa en cuyas entrañas se gestó buena parte de la historia de Europa. La tragicomedia de Simón el estiligita, en su versión tolstoiana, es el paisaje gris dentro de una batalla en ciernes, la revolución de 1918.

Está considerada una de las obras maestras del cine pre-revolucionario. Que conste en acta.

Puntuación: 7,4

2 comentarios:

Las cosas que hemos visto dijo...

Hola, Father, veo que has vuelto a las trincheras cinematográficas. Se te echaba de menos. Un saludo.

FATHER_CAPRIO dijo...

Nunca se abandonan del todo, pero la realidad lleva un paso al que no es fácil ajustarse. Haremos el enesimo intento por seguirla. Gracias por seguir ahí. Nos leemos.