miércoles, 9 de septiembre de 2020

THE LONE WOLF SPY HUNT (PETER GODFRIED, 1939)



Las películas de detectives tuvieron una excelente acogida allá por los años 30. En 1934 MGM presenta The thin man (La cena de los acusados) basada en una obra de Dashiell Hammett, uno de los maestros de la llamada “novela negra”. Un año después, en 1935, Columbia Pictures estrena The lone Wolf returns apostando por el personaje creado en 1914 por Louis Joseph Vance. RKO se incorpora a la “fiesta” en 1938 con The saint, inicialmente interpretado por Louis Hayward y más tarde por George Sanders. Fue en 1934 cuando Warner Brothers, tras disputárselo a MGM se hace con los derechos sobre Philo Vance un detective privado basado en las obras de S.S. van Dine. De 1934 a 1937 Warner presenta una serie de films basados en el abogado Perry Mason, famoso personaje creado por Erle Stanley Gardner. Y así podríamos seguir con The Falcon, Mr. Moto, Charlie Chan, Mr Wong y por supuestísimo el detective por excelencia: Sherlock Holmes.


El mundo detectivesco, con sus dosis de intriga, misterio y por supuesto romance se hizo un hueco importante en el cine y también en la radio y, posteriormente lo haría en el novedoso medio televisivo. Tenía lo más importante, el apoyo de un público que durante poco más de una hora, olvidaba sus rutinas y jugaba a resolver unos conflictos que se desvanecían cuando volvían a encenderse las luces de las salas donde se exponían. Warren William, George Sanders, William Powell, Mirna Loy, igual que más tarde Raymond Burr o Roger Moore, se convirtieron en auténticos héroes populares capaces de salir indemnes, con una sonrisa y sin despeinarse de cualquier peligro imposible de superar para el común de los mortales.

En este patrón se mueve The Lone Wolf Spy Hunt, un film donde hay buenos y malos, damas seductoras, celosas prometidas, policías amables y comprensivos, niñas jugando a los pistoleros, mayordomos para tod
o incluso para los caprichos infantiles y glamour, mucho glamour, con su buena colección de abrigos de pieles de zorro, blanco para las niñas buenas (Ida Lupino) y negro para las de aviesas intenciones (Rita Hayworth). Por su color las conoceréis… Y hablando de colores, nada de cine negro, como mucho, gris con tintes rosa. Eso si, Ida y Rita, un gusto verlas.

Esa mezcla de intriga, acción y humor años 30 hacía que los espectadores se sintieran próximos a sus héroes y probablemente en ello radicase el secreto de su éxito. Las Majors se disputaban la porción más grande de un negocio boyante y, en general, la cosa funcionaba. Jugar a ser censores 90 años después impide cualquier tipo de objetividad. Nada es igual. Ni las butacas, ni el sonido, ni las palomitas. Ni siquiera el compañero o compañera (si tienes alguno) que se atreva a compartir esta aventura arqueológico-cinematográfica
.
 
Hace pocos meses, estuve viendo unos pocos capítulos de la serie Los vengadores, exitosa serie británica de los 60 interpretada por Patrick McNee y Diana Rigg. Reconozco que acabé un tanto desubicado. Algo había cambiado. Los originales y entretenidos gags del señor del bombín y el paraguas y las llamativas vestimentas de su compañera eran los mismos pero no eran los mismos. Se apoderó de mi cierto desencanto y una sensación de haber perdido la inocencia. Pero no hay que verlo así, me dije, no se ha perdido nada, he ganado mucho y el mundo también (a pesar de las barbaridades) Y ¡que narices! Aquella serie era muy buena…

Por ello:

Puntuación: 7,25 

 

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